Una copa con Jeanne Moreau
Jeanne Moreau ha estado unas pocas horas en Avi?¨®n para rendir homenaje a Vilar en el cincuentenario de su festival. Un festival que fue, es y seguir¨¢ siendo el de Vilar y, tambi¨¦n, el de Jeanne: en septiembre de 1947, cuando Vilar se invent¨® aquella Semaine d'Art en Avignon que luego se convertir¨ªa en el festival, ella era la segunda dama de honor de la reina (L¨¦one Nogar¨¦de), la mujer de Ricardo (Jean Vilar), en Ricardo II, el shakespeare que Vilar estrenaba en Francia, en el palacio papal de Avi?¨®n, la noche del 4 de septiembre de 1947.Si no es por mi amigo y colega Leonardini, cr¨ªtico de L'Humanit¨¦, me hubiese perdido mi copa champa?a, que no cava- con la Moreau. Con Jeanne, con L¨¦one Nogar¨¦de (la reina), con Jean-Pierre Jorris (que fue el primer Cid de Avi?¨®n), con Jean Negroni, con Germaine Montero, la int¨¦rprete francesa de Lorca en los a?os cuarenta y cincuenta, a la que yo vi, con nueve a?os, en aquella hoy ya m¨ªtica Semaine d'Art en Avignon, en el teatro municipal, interpretando La terrasse de midi, de Maurice Clavel.
Estaba guapa la Moreau, con su vestido blanco y esa sonrisa, la sonrisa de Jules et Jim que, con los a?os, me la hace todav¨ªa m¨¢s pr¨®xima, y me hace perder la timidez y me invita a hablarle de aquella Semaine, de mis nueve a?os, del almuerzo con Vitez ella ya ni se acordaba-, de lo mucho que la quise y la quiero. Ella se r¨ªe y me da un beso. Un beso que sumado al que me dio Denis Gence y al de Nada Strancar, me deja, huelga decirlo, fuera de juego, K. O. sentimental, de esa 50? edici¨®n del festival de Avi?¨®n que intento cubrir desde el d¨ªa 9 deeste mes.
Pero me repongo f¨¢cilmente y paso al ataque. Y descubro que si Jeanne y sus compinches de la Semaine del 47 se han dado cita en la Maison Jean Vilar que dirige Paul Puaux, una cita de inc¨®gnito, ello es debido a que entre la direcci¨®n del festival -el enarca Faivre d'Arcier- y la Maison Jean Vilar no hay, como suele decirse, buen rollo.
Puaux, el compa?ero de Vilar, abogaba porque en el cincuentenario del festival se potenciara la imagen y el mensaje de Vilar -un mensaje que se da de patadas con la imagen medi¨¢tica y consumista del festival y el enarca D'Arcier, por su parte, quer¨ªa evitar la conmemoraci¨®n nostalgica (y lo ha conseguido: entre las camisetas, bolsas, mecheros, gorras y collares, de perros que venden en la boutique del festival, ni uno solo hace referencia a Vilar). Total, que "les anciens de 47" hemos tomado nuestro champa?a en la casa de Jean, pr¨¢cticamente de inc¨®gnito.
No s¨¦ si Jeanne se alegraba, supongo que s¨ª -cualquier intento de sacarle un ataque directo o velado contra el festival ha resultado infructuoso: para Jeanne, el festival sigue siendo el suyo: el de Vilar y el de Vitez-. Es el festival de la memoria, la suya. Y la m¨ªa, al menos por lo que llevo visto (salvo la noche de Cl¨¦venot, el Roi Christophe de Nichet). Cuando, a eso de las nueve o las diez de la noche, me avecino hacia la modernidad, la sorpresa, por llamarla de alg¨²n modo, me deja insatisfecho, indignado o simplemente adormilado. Indignado me dejaron el jueves dos b¨²lgaros, Margarita MIadenova e Iv¨¢n Dobtchev, del teatro Sfumato de Sof¨ªa, los cuales destrozaron El cerezal de Ch¨¦jov.
Y adormilado me dejaron las famosas marionetas de hielo de Emilie Valentin: nada menos que Le Cid, de Corneille. ?Ah, la modernidad! Rodrigo, Don Diego, Jimena, Elvira, Don Sancho, Leonor, todos ellos de hielo, derriti¨¦ndose en la Maison des C¨®tes-du-Rh?ne, al tiempo que los, alejandrinos se derret¨ªan en los labios de sus manipuladores.
Al terminar la funci¨®n, una ni?a se acerc¨® a tocar con su manita lo que quedaba de la pobre Jimena y le dijo a su mam¨¢: "Son coeur est froid". ?Ah, la modernidad! Menos mal que el champa?a de la Maison Jean Vilar, el que nos tomamos los "anciens de 47", tambi¨¦n estaba fr¨ªo. Y muy bueno, por cierto.
Babelia
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