Debilidad en Mosc¨²
LA TOMA de posesi¨®n de Boris Yeltsin como presidente democr¨¢ticamente elegido de la Federaci¨®n Rusa ha estado marcada con tintes oscuros. Las dudas sobre su vacilante salud se han confirmado en este acto protocolario, en el que Yeltsin no ha le¨ªdo siquiera un discurso program¨¢tico. Y mientras las salvas de ca?onazos acog¨ªan esta especie de triste coronaci¨®n de un zar moderno, los ca?ones y los bombarderos disparaban su fuego real en Chechenia.La era pos-Yelstin se est¨¢ preparando ya, con intensas luchas de poder ante la debilidad f¨ªsica del presidente y ante la perspectiva del a?o 2000, cuando termina su mandato. Pero es en buena parte Yeltsin, desde su posici¨®n, el que sigue tirando de muchos hilos. El poder de Yelstin es el del v¨¦rtice de una pir¨¢mide cuya base es un tri¨¢ngulo formado por el primer ministro, ayer reconfirmado, V¨ªktor Chernomirdin, Anatoli Chubais y el general Alexandr L¨¦bed. El primero representa el influyente sector energ¨¦tico. El segundo, anteriormente encargado de las privatizaciones y ahora jefe del gabinete del Presidente, tiene detr¨¢s al influyente alcalde de Mosc¨², Yuri Luzkov, y al grupo financiero-medi¨¢tico Most. El tercero, secretario general del Consejo de Seguridad, representa a las fuerzas del orden, aunque lo que parece interesar m¨¢s a L¨¦bed es labrarse su propia base de poder y constituir un partido propio, lo que encuentra resistencias. Energ¨ªa, finanzas y medios de comunicaci¨®n, junto a las fuerzas de seguridad, conforman la estructura trinitaria del poder en Rusia. Yeltsin lo sabe. Deja que estos ¨¢ngulos se equilibren entre ellos, lo que le da fuerza como presidente mientras aguante f¨ªsicamente.
Y es que la salud de Yeltsin es factor central de la ecuaci¨®n. Ayer, en su primera comparecencia p¨²blica tras seis semanas, se le vio d¨¦bil. Su inmediata marcha de vacaciones no es buen presagio. Y no se sabe si con ¨¦l v¨¦rtice de la pir¨¢mide en tal situaci¨®n, el Gobierno podr¨¢ afrontar las inmensas reformas que a¨²n quedan por emprender y los tremendos problemas por resolver, entre ellos una gigantesca reconversi¨®n industrial que no se har¨¢ sin costes sociales, y una respuesta al amontonamiento de los impagos que en parte est¨¢n convirtiendo a Rusia en una econom¨ªa sin dinero. En tal situaci¨®n, desde luego, las promesas hechas durante la campa?a electoral de la chequera se las llevar¨¢ el viento.
Con esta incertidumbre reinante en Mosc¨², la violencia se ha vuelto a adue?ar de Chechenia. Los rebeldes independentistas le est¨¢n pasando a Yeltsin la factura por el enga?o negociador y pacificador en que les hizo caer durante la campa?a electoral. Adem¨¢s, el Ej¨¦rcito ruso est¨¢ demostrando no s¨®lo su incapacidad t¨¦cnica, sino tambi¨¦n su desmoralizaci¨®n y su falta de motivaci¨®n para una guerra en la que no se ve apoyado por la poblaci¨®n rusa frente a un nacionalismo checheno fuerte y que incluso convenci¨® a L¨¦bed durante un tiempo. De ah¨ª que la respuesta rusa a la ofensiva de los guerrilleros sea la de los bombardeos masivos.
Entretanto, el l¨ªder comunista, Guennadi Ziug¨¢nov, busca un lavado de cara tras las elecciones, al constituir la Uni¨®n Popular Patri¨®tica, de marcado car¨¢cter nacionalista, pero m¨¢s moderada en sus planteamientos econ¨®micos y sociales, para convertirse en oposici¨®n real y lograr credibilidad como alternativa. Es la voz que azuza a una actuaci¨®n radical en Chechenia. Pero sobre todo, cuenta con que en el oto?o la situaci¨®n social haya empeorado y pueda abanderar la protesta. Puede no andar descaminado. En su primer Mandato al frente de Rusia, Yeltsin vivi¨® y propici¨® la desaparici¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Este segundo mandato, ya al frente de un Estado independiente, puede resultar casi tan interesante -seg¨²n reza la maldici¨®n china- como el primero.
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