"?Qu¨¦ es eso del pasodoble?"

Al humo de los churros acudi¨® el grupo de extranjeros, de nacionalidad francesa. Seis chicas, dos chicos y un par de profesores, de turistas con mochila por la ciudad, se toparon el lunes por la noche con las fiestas de Las Vistillas. Con la boca abierta pasearon por las t¨®mbolas, pararon en los chiringuitos con olor a fritanga, se mezclaron con los castizos y las chulapas y se atrevieron con unos pasos de chotis y pasodobles. "?Qu¨¦ es eso del paso ... qu¨¦?", preguntaba Corinne, de 17 a?os. "Ah, pasodoble, no lo hab¨ªa o¨ªdo nunca", se excusaba.Los jovencitos, procedentes de Par¨ªs y alrededores, atinaban a decir en un castellano m¨¢s bien pobre, mientras apuraban los ¨²ltimos churros mojados con coca-cola: "Esto en nuestro pa¨ªs no existe, jam¨¢s hab¨ªamos estado en una fiesta as¨ª", comentaba la rubia y risue?a Nathalie, de 16 a?os. "Par¨ªs es muy triste y esto en cambio muy divertido. ?Quer¨¦is bailar, chicos?", propon¨ªa el profesor, Lionel Cao, de 40 a?os. Un s¨ª rotundo bast¨® para que la peque?a tropa fuera en busca de la m¨²sica de una peque?a orquesta que amenizaba la verbena de la Agrupaci¨®n Madrile?os Los Castizos.

"Lleve usted nardos caballero", entonaba desde el escenario Susana, la cantante del grupo. La rubia Nathalie no se lo pens¨® dos veces, empez¨® a contonear las caderas embutidas en un pantal¨®n corto vaquero, tir¨® la mochila a los pies del profesor y se perdi¨® entre el gent¨ªo que llenaba la improvisada pista de baile. La siguieron el resto de las chicas: Corinne, Aur¨¦lie, Florence, C¨¦cile y Am¨¦lie.

En apenas unos segundos, el profesor se vio cercado por mochilas y bolsos. "Qu¨¦ se le va a hacer, son j¨®venes y quieren divertirse", comentaba el, paciente Lionel. M¨¢s t¨ªmidos y recatados con la m¨²sica se mostraban en un principio los dos chicos del grupo: Gilles y Bastien, de 17 a?os. En chanclas y bermudas aguardaban su momento para salir a la pista. Hasta que Amelia, una simp¨¢tica y madurita chulapona, se decidi¨® a sacar a bailar a Gilles. Lo que Amelia no sab¨ªa es que gracias a ella y al baile el muchacho olvid¨® por un momento las penas del- d¨ªa: hab¨ªa perdido el pasaporte y todo su dinero. "Son cosas que ocurren, pero hoy no quiero estar triste", comentaba Gilles.

El grupo, al que ya se hab¨ªa unido la profesora Florence, se mov¨ªa a ritmo de cha-cha-ch¨¢ y de todo lo que hiciera falta. De reojo, el profesor Lionel observaba. Hasta que no pudo m¨¢s y pidi¨® a la periodista que le guardara durante "un bailesito" todas las mochilas y dem¨¢s pertenencias. "Me apetec¨ªa bailar, porque en Francia no puedes hacerlo en la calle y con toda esta alegr¨ªa", dec¨ªa en tono de disculpa. A medianoche, el grupo abandon¨® la fiesta. Al d¨ªa siguiente les esperaban las obligaciones t¨ªpicas del turista: la ruta de los museos. Y la fiesta continu¨®, como siempre, con los madrile?os.