Cae el rabo
Cay¨® el rabo en San Sebasti¨¢n de los Reyes y lo cort¨® Joselito. ?Viva la fiesta nacional!Se ve¨ªa venir. Los p¨²blicos hace tiempo que han visto colmado con creces su insaciable orejismo y ya las orejas se les quedaban cortas. En realidad, no les saben a nada y necesitan reconfortarse con trofeos de mayor fundamento.
Las orejas se han convertido en parte fundamental de la fiesta. Una corrida sin orejas es como un jard¨ªn sin flores. Una corrida sin orejas es absolutamente inconcebible y si los diestros no hacen nada que las justifique, se les regala y en paz.
Las orejas se piden y se otorgan en muchas plazas porque s¨ª. En San Sebasti¨¢n de los Reyes las estaban obsequiando porque s¨ª, a oreja por toro -qu¨¦ menos- y cuando Joselito se adorn¨®, se gust¨® e hizo el toreo, habr¨ªa constituido una imperdonable afrenta recompensarle s¨®lo con las orejas y le dieron el rabo.
R¨ªo / Rinc¨®n, Joselito, Barrera
Toros de Victoriano del R¨ªo, sin trap¨ªo alguno, anovillados, sospechosos de pitones, flojos, d¨®ciles; 3? y 4? con casta. Al impresentable e inv¨¢lido 5? se le dio la vuelta al ruedo.C¨¦sar Rinc¨®n: estocada (oreja); estocada (oreja). Joselito: estocada corta, rueda de peones y descabello (oreja con alguna protesta); estocada corta (dos orejas y rabo). Vicente Barrera: pinchazo, rueda de peones, estocada y rueda de peones (oreja); pinchazo y estocada ladeada (oreja). Los tres diestros salieron a hombros. Se guard¨® un minuto de silencio en memoria de Yiyo. Plaza de San Sebasti¨¢n de los Reyes, 30 de agosto. 6? corrida de feria. Lleno.
Decir rabo quiz¨¢ sea una exageraci¨®n: dej¨¦moslo en rabito. Porque el rabito se lo cort¨® Joselito a un sumiso torito tullidito cuyas hechuras eran las propias de un tierno novillito.
Los novillos que se lidiaron el d¨ªa anterior en el mismo coso presentaban mayor trap¨ªo y seriedad. Los novillos de la v¨ªspera en San Sebasti¨¢n de los Reyes parec¨ªan los padres de los toritos con rabito que desorejaron las figuras el d¨ªa de autos.Joselito inici¨® la faena orejeada y rabeada con unos pases sentado en el estribo. Sigui¨® por naturales sin templarlos demasiado ni ligar ninguno pues rectificaba los terrenos. Dos tandas de redondos poseyeron similar factura.
Para entonces ya atronaban las ovaciones y se fraguaba el delirio, que lleg¨® cuando Joselito lig¨® una tanda de la naturales con el mando, la parsimonia y la armon¨ªa propios de quien tiene el oficio bien aprendido, el toreo en la cabeza y lo explaya en fraternal colaboraci¨®n con la ovejita lucera.
Hubo otra tanda al natural, de frente; se trajo el torillo al tercio mediante ayudados de templanza desigual y lo tumb¨® de una estocada en la yema. Colof¨®n: dos orejas, rabo, vuelta al ruedo al cuerpo, presente, prendas, flores, v¨ªtores, ?la Biblia!
C¨¦sar Rinc¨®n practic¨® ese toreo que consiste en dar el pase, perder un paso. Peor es rectificar terrenos correteando lateral, seg¨²n obr¨® Joselito en el toro que s¨®lo desorej¨®, pero no se deber¨ªa proclamar que ¨¦sas son trazas de maestro. Construy¨® Rinc¨®n sus dos faenas a base de derechazos, pues por el pit¨®n izquierdo los toritos le resultaban inc¨®modos, y de la profusi¨®n de muletazos no se derivaba esa sustancia que provoca albricias.
Los puristas aseguraban que el primero se le hab¨ªa ido a C¨¦sar Rinc¨®n sin torear y la casta del segundo no requer¨ªa los trajines, los sudores y los zapatillazos que hubo de emplear para darle aquel paliz¨®n de derechazos. Desbordado en las intentonas a izquierdas, crispado en las que cuaj¨® a derechas, C¨¦sar Rinc¨®n estaba lejos de ser el diestro poderoso que asombr¨® a la afici¨®n y gan¨®, merecidamente, categor¨ªa, fama y billetes.
Faena interesante realiz¨® Vicente Barrera al tercer torito, gran novedad. El tercer torito sac¨® casta y Vicente Barrera le aplic¨® su conocido toreo vertical. Seguramente err¨® la t¨¢ctica. El toro requer¨ªa embarcarlo cargando la suerte y pues el matador no le obligaba, se revolv¨ªa con peligro. En una de esas tir¨® el ga?af¨®n y aunque rasg¨® de abajo arriba media taleguilla y la dej¨® hecha trizas, el torero ni se mir¨® y continu¨® la faena sin merma alguna de pundonor y de arrestos.
Valent¨ªa se llama esa figura. Vicente Barrera, torero de valor acreditado y definida personalidad, ci?¨® escalofriantes estatuarios al sexto y luego realiz¨® una dilatada, premiosa y no muy conjuntada faena que, naturalmente, se premi¨® con una oreja. Con ¨¦sa ya eran siete, que no es mal balance. Y el rabo. Metido ya en la contabilidad taurina el rabo, pronto caer¨¢ la pata. ?Viva la fiesta nacional! ?Viva!
Babelia
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