Doctor muerte
El m¨¦dico asesino amortaj¨® a sus hijos tras matarlosmientras dorm¨ªan
"Es la obra de un doctor muerte que parece fr¨ªo, infinitamente cruel y meticuloso. Dej¨® los cad¨¢veres de sus hijos bien colocados en la cama, vestidos, amortajados para salvar el rictus de la boca, en una escenificaci¨®n que parece ritual o religiosa. Escribi¨® sendos mensajes explicativos y huy¨®, se supone, hacia su muerte, sin destino". Quien narra la escena es A., un profesional sujeto a la discreci¨®n de la investigaci¨®n judicial que entr¨® con mascarilla en el apartamento de Sa Coma nada m¨¢s descubrirse, a primera hora de la ma?ana de ayer, el horrible parricidio. A la ni?a muerta, Katherina, de ocho a?os, el padre asesino le hab¨ªa colocado una flor entre las manos, cruzadas sobre el pecho. " Creo que era una rosa, con m¨¢s verde que flor", observ¨® A.Hac¨ªa tres d¨ªas qu¨¦ la camarera encargada del bloque -una de las 40 sirvientas que atienden a los 1.000 clientes, todos alemanes, del lujoso club litoral- no entraba a limpiar las tres piezas del habit¨¢culo donde ocurri¨® el doble asesinato de los ni?os por su propio padre. A la terraza del tercer y ¨²ltimo piso del edificio de hormig¨®n llega sin cesar el ruido del viento que arrastra el mar hasta la playa, situada a 40 metros. Abandonado qued¨® un enorme flotador, un tibur¨®n azul.
"Las bestias no tiene coraz¨®n y a veces se esconden en gente que parece normal", repet¨ªa una trabajadora del Club Royaltur Sa Coma. "En los ¨²ltimos d¨ªas hab¨ªa en la puerta del apartamento el cartel¨®n puesto del lado rojo, que indica que no podemos pasar", comentaba.
El mi¨¦rcoles libraba la chica titular y su sustituta, pese al aviso de no molesten, quiso arreglar el apartamento. El doctor le impidi¨® el paso. "Era amable, uno m¨¢s entre tantos".
El escenario el crimen estaba en orden y los cuerpos de las v¨ªctimas no presentaban signos de violencia ni de contorsiones. Un pinchazo de aguja en los antebrazos delataba una inyecci¨®n de efectos letales. Se hall¨® un peque?o botiqu¨ªn con medicamentos de fabricaci¨®n alemana, que el forense recogi¨® para su estudio. "Sab¨ªa muy bien c¨®mo matar", indic¨® una fuente judicial.
El doctor asesino R¨¹deger Peter Oyntzen, de 40 a?os, sali¨® de vacaciones con las dosis de veneno en el equipaje, con la intenci¨®n de morir matando a. sus dos hijos, cuya custodia correspond¨ªa a su ex mujer. Ten¨ªa alterado el cerebro por el drama familiar y por el fantasma del paro en Alemania. Su fatal acci¨®n, sin embargo, no alter¨® en apariencia las vacaciones de sus paisanos, lectores del Bild, con muchos hijos y discretos bebedores de cerveza. Las vacaciones de 15 d¨ªas en Sa Coma, donde sale el sol por el horizonte del mar, cuestan 120.000 pesetas. El a?o pasado, el parricida y sus inocentes v¨ªctimas ya estuvieron de vacaciones en el mismo lugar. Varios miles de turistas alemanes ocupaban ayer al mediod¨ªa el kil¨®metro largo de arena fina de Sa Coma, ajenos o ignorantes pese a que el despliegue policial desvelaba algo anormal.
"Cre¨ªa que hab¨ªan entrado a robar", confes¨® despistada una camarera. El director del club,Jos¨¦ Salv¨¢, azorado tras haber descubierto -avisado por la gobernanta y la camarera- los cad¨¢veres, despotricaba contra la invasi¨®n de periodistas, a quienes amenazaba con ponerlos a disposici¨®n de la Guardia Civil o les daba clases de ¨¦tica.
El oleaje de la playa cercana es peligroso y traicionero. El verano pasado, un d¨ªa de temporal se cobr¨® cinco v¨ªctimas. El vigilante de la cala observaba ayer con anteojos c¨®mo la Guardia Civil rastreaba con una lancha el litoral buscando el cuerpo del presunto suicida: "No s¨¦ nada. Me he enterado del asunto por la radio". Id¨¦ntica explicaci¨®n ofrec¨ªan decenas de turistas germanos.
Un guardia explicaba las infructuosas operaciones de b¨²squeda: "Hemos mirado en muchas zonas de los pinares cercanos, en los acantilados y en elmar. Hay tantos sitios..." LaInterpol tiene una ficha con una fotograf¨ªa del parricida, quien hab¨ªa amenazado con matar a su ex mujer. Krissel, de sesenta a?os, un paisano del asesino, ocupa una habitaci¨®n a unos veinte pasos del lugar del crimen: "?Qu¨¦ horror!, me he enterado al mediod¨ªa viendo la televisi¨®n espa?ola. No me hab¨ªa relacionado con el doctor, pero hab¨ªa visto jugar en el c¨¦sped a sus infortunados hijos". Otros turistas vecinos mostraron id¨¦ntica sorpresa por el asesinato ocurrido al otro lado de las cabeceras de sus camas. Un vecino del apartamento donde ocurri¨® el crimen sali¨® impasible hacia a la playa en ba?ador mientras sacaban por el pasillo los cad¨¢veres de los ni?os. "Tanta tragedia, tan cerca y con gente tan inocente", lloraba desconsolada u?a trabajadora del club a media tarde.
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