La Vuelta se rompe en una etapa imposible
Jalabert, l¨ªder tras una etapa en la que Rominger y Escart¨ªn pierden siete minutos
"La palabra imposible no existe en el vocabulario de la ONCE", dice Manolo S¨¢iz. "En todo caso, somos orig¨ªnales", dice su pupilo Laurent Jalabert, ganador ayer y nuevo l¨ªder de la Vuelta tras una etapa, qui¨¦ralo o no S¨¢iz, imposible. La Vuelta ha quedado rota en el llano. El mano a mano ONCE-Indur¨¢in, tan pregonado toda la temporada hasta el maldito extra?o Tour, parece inevitable. Son las operaciones de la ONCE -"la ¨²nica realidad esta Vuelta", que recuerda S¨¢iz- las que han acelerado el asunto. Hace s¨®lo un a?o, se habr¨ªa entrado en la rutina de la muerte de los rivales por aplastamiento. Entonces la ONCE se rifaba las etapas entre los elegidos, pero ¨¦ste, la cuesti¨®n suena diferente: est¨¢ Miguel Indur¨¢in para salvar la Vuelta. Gran favor le ha hecho el equipo m¨¢s fuerte: si alguna duda le quedaba al misterio Indur¨¢in, ayer tuvo que haber saltado. El ciclista-soldado entr¨® en batalla y se sinti¨® ganador.Espuma por la boca echaban los 53 h¨¦roes del d¨ªa, los 53 corredores que volaron m¨¢s que corrieron a m¨¢s de 49 de media -la m¨¢s alta en la historia de la Vuelta para una etapa en l¨ªnea- y con viento casi siempre de cara, espuma tambi¨¦n y maldiciones los m¨¢s de 100 . restantes, los derrotados que llegaron a m¨¢s de siete minutos. Todos llegaron medio p¨¢jara. Nadie comi¨® durante los 167 kil¨®metros de la ventosa llanura manchega, muy pocos bebieron. La Vuelta se escapaba en un autob¨²s que s¨®lo dos de entre los favoritos ? no pudieron coger, Tony Rominger y Fernando Escart¨ªn. Su despiste, su error, fueron la gasolina: con ellos delante, la etapa que pasar¨¢ a la historia habr¨ªa sido, una m¨¢s de las de rutina, del estilo italiano.
Todos la v¨ªspera, todos en la salida, hablaban de las largas rectas hacia Albacete, del caprichoso viento que soplar¨ªa. ?Qu¨¦ estar¨ªa tramando S¨¢iz? Sorpresa. Todos estaban avisados y nadie lo esperaba.
El puerto de T¨®rdiga no es en realidad que dos largos repechos empalmados en una carretera general, de las anchas con arc¨¦n. No es un asunto de escaladores pese a ser de tercera. Adem¨¢s, estaba en el kil¨®metro 16, a 151 de meta. Por eso, algunos iban descolocados cuando el pelot¨®n aceler¨® y se enfil¨® a lo indio: era demasiado pronto para hacer algo; otros vieron a los nueve de la ONCE -"primero tiraron Leaniz, Cuesta y Zarrabeitia; les alcanc¨¦ y le hice una se?a a Cuesta para que tirara m¨¢s, hicimos un peque?o corte y se nos meti¨® m¨¢s gente, y ah¨ª empez¨® todo", cuenta Jalabert- tirando en cabeza, tensando la cuerda, pero no lo dieron importancia
ro otros, s¨ª. Intuy¨¦ndolo todo, Indur¨¢in hizo una se?a a sus fieles Marino Alonso y Erwin Nijboer y se march¨® hacia adelante. No le pillaron desprevenido. En un santiam¨¦n, la revoluci¨®n.
Cuando se dieron cuenta los despistados, Rominger y Escart¨ªn, sus equipos, el Mapei y el Kelme, empezaron a relevarse. Fue como un pulso entre el estrangulador y su v¨ªctima, con unos segundos -decenas de kil¨®metros en la carretera- en los que el asfixiado cree tener una m¨ªnima esperanza tiempo en que el que aprieta no se despega. 1m 40s que duraron largo tiempo, concediendo falsas esperanzas. "Por el cacharrillo de la oreja Manolo me dec¨ªa que hab¨ªa que apretar m¨¢s, y dimos el salto" dice Jalabert. Las mismas referencias le llegaban a Nijboer desde el coche del Banesto. El aire empez¨® a soplar de costado y las diferencias a dispararse. Crac. Se acab¨®. La Vuelta empieza nueva.
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