El "caso belga"
EL DEDO del rey de los belgas, al igual que el del ni?o del cuento de Andersen, ha apuntado a la desnuda justicia de su pa¨ªs para pedirle que se cubra con nuevas ropas y se reforme en profundidad. Diversos casos de asesinatos y pedofilia han conmocionado a la ciudadan¨ªa y est¨¢n minando gravemente su confianza en el sistema judicial, policial y pol¨ªtico de un pa¨ªs aquejado en los ¨²ltimos tiempos de demasiados casos. Alberto II ha pedido p¨²blicamente que la justicia act¨²e con eficacia y que llegue al fondo. La inusitada intervenci¨®n del monarca ha provocado un debate sobre si el rey est¨¢ constitucionalmente capacitado para expresar una opini¨®n aunque la avale el ministro de Justicia.Los dos casos que agitan al pa¨ªs sugieren tramas de extra?os v¨ªnculos entre delincuentes -nacionales e internacionales-, polic¨ªa, magistrados y pol¨ªticos. La justicia tendr¨¢ que desvelarlos. Pero B¨¦lgica es un pa¨ªs conocido por la adscripci¨®n pol¨ªtica de numerosos magistrados y por esc¨¢ndalos financieros, como el caso Agusta- que llev¨® a la dimisi¨®n de Willy Claes como secretario general de la OTAN. El caso Dutroux, que trata del secuestro y asesinato -en 1995- de cuatro j¨®venes de 8 a 17 a?os cuyos cad¨¢veres han sido encontrados ahora, ha sacado a la luz la existencia de una red de pedofilia, posiblemente con rantificaciones internacionales, y otra de tr¨¢fico de coches robados, sobre la cual han sido interrogados 11 polic¨ªas.
En el caso Cools, s¨®lo ahora, cinco a?os despu¨¦s del asesinato del ex viceprimer ministro y dirigente socialista de Lieja, se producen detenciones e inculpaciones al respecto, entre ellas y principalmente la de Alain van der Biest, sucesor de Cools al frente de los socialistas de aquella ciudad que el asesinado, aparentemente, pretend¨ªa limpiar. Van der Biest no ocupa en la actualidad ning¨²n cargo relevante.
Sorprende el escaso impacto de estos casos en la coalici¨®n cuatripartita -socialcristianos y socialistas, franc¨®fonos y flamencos-, que pretende no verse afectada. Los pol¨ªticos en activo, especialmente en el Partido Socialista franc¨®fono, miran hacia otro lado, aunque se han cruzado algunas cr¨ªticas con sus hom¨®logos flamencos. La explicaci¨®n de tanta cautela no puede estar s¨®lo en la urgencia de sacar un presupuesto que permita entrar en la Uni¨®n Monetaria Europea. Dif¨ªcilmente puede un pa¨ªs democr¨¢tico creer en s¨ª mismo si no cree en su justicia. Menos a¨²n cuando se trata de un Estado profundamente dividido en dos comunidades -la valona y la flamenca-, que cada vez tienen menos que- ver entre s¨ª, y que se mantienen abrochadas por la Corona. La apelaci¨®n del rey es compartida sin duda por la mayor¨ªa de los belgas, pero la Constituci¨®n le impide hacer pronunciamientos pol¨ªticos. Mejor, pues, que se reserve sus opiniones, porque a la crisis que vive el pa¨ªs s¨®lo le falta sumar un debate sobre la Corona.
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