El consenso de Dubl¨ªn
EL CONSENSO alcanzado en Dubl¨ªn por los ministros europeos de Econom¨ªa y Finanzas supone un espaldarazo al arranque del euro en la fecha prevista: el viernes 1 de enero de 1999. Hasta los que no lo cre¨ªan, como el canciller del Exchequer brit¨¢nico, Kenneth Clarke, ahora lo admiten, lo que ha desatado en el Reino Unido la ira de los euroesc¨¦pticos conservadores e incluso del primer ministro, John Major.Garantizando una transici¨®n continuista con las exigencias de estabilidad, los ministros han coincidido en primer lugar en la necesidad de que el rigor presupuestario se convierta en un elemento permanente del panorama fiscal europeo. Las administraciones p¨²blicas se comprometen, una vez se ponga en marcha la uni¨®n monetaria, a que el d¨¦ficit no supere el 3% del PIB, un l¨ªmite m¨¢s accesible para Espa?a que el 1% que pretend¨ªa imponer Alemania. El llamado pacto de estabilidad prev¨¦ la posibilidad de sanciones -cuyas modalidades quedan por acordar- para los pa¨ªses que sobrepasen este l¨ªmite, pero tambi¨¦n se abre la posibilidad de excederse excepcional y temporalmente en caso de que una naci¨®n, o el conjunto de las econom¨ªas europeas, entren en una fase baja del ciclo econ¨®mico.
Lo que esto significa es que se producir¨¢ un cambio de cultura fiscal en toda la Uni¨®n. No se trata ya de hacer un esfuerzo excepcional ante el presupuesto de 1997, sino de convertir en permanente este rigor. Las soluciones de "un solo uso" -como algunas privatizaciones o argucias contables- no resultar¨¢n de utilidad. Que el Banco de Espa?a no rebajara ayer los tipos de inter¨¦s puede interpretarse como una falta de confianza no tanto en el presupuesto de 1997, como en la sostenibilidad futura del esfuerzo de ajuste.
El segundo punto de consenso vers¨® sobre la transformaci¨®n del actual Sistema Monetario Europeo (SME) para que los pa¨ªses que se queden fuera de la moneda ¨²nica sigan, sin embargo, vinculados entre ellos y al euro. Se prev¨¦ mantener (de forma voluntaria, para satisfacer pol¨ªticamente a Londres) unas bandas para los tipos de cambio, y una intervenci¨®n del Banco Central Europeo en defensa de las monedas que se vean acosadas por los mercados, pero que hayan hecho sus deberes.
Francia no ha logrado su prop¨®sito de sanciones contra los que se queden fuera del euro e incumplan su penitencia de convergencia. Tampoco ha recibido apoyo la idea francesa de crear un consejo de estabilidad que permitiera una mayor influencia pol¨ªtica en el Banco Central Europeo (BCE) por parte de los Gobiernos de los Estados que participen en la moneda ¨²nica. Ninguna de estas medidas convendr¨ªa a Espa?a si no se engancha al primer tren de la moneda ¨²nica. Incluso sin ellas, fuera del euro se estar¨¢ mal. Desde luego peor que dentro, pues el pa¨ªs excluido tendr¨¢ a¨²n menos libertad que ahora frente a un. Banco Central Europeo m¨¢s poderoso que el Bundesbank. Y no podr¨¢ contar con devaluaciones competitivas.
Parte impl¨ªcita del consenso de Dubl¨ªn es que el tipo de cambio al que se fijen irrevocablemente las monedas que participen en la moneda ¨²nica se calcular¨¢ -como plante¨® Alexandre Lamfalussy, presidente del Instituto Monetario Europeo, precursor del BCE- basado en un promedio de la historia reciente de cada moneda. En aras de la estabilidad, no cabr¨ªa contar en principio con devaluaciones importantes de ¨²ltima hora, esperanza que manten¨ªan algunos sectores en Espa?a, deseosos siempre de buscar alg¨²n respiro excepcional en lugar de aplicar el rigor.
Finalmente se ha consensuado el estatuto legal del euro, que permitir¨¢ que los contratos expresados en monedas nacionales o en la actual unidad de cuenta europea (ecu) sigan teniendo validez m¨¢s all¨¢ de 1999. De nuevo, se asegura una continuidad.
Naturalmente, todo el paquete aprobado en Dubl¨ªn es fruto de consensos pol¨ªticos. Los cruciales y dif¨ªciles detalles -as¨ª como otras cuestiones importantes por resolver- deber¨ªan aprobarse en el Consejo Europeo de diciembre. Pero la buena reacci¨®n de los mercados refleja que las apuestas se est¨¢n decantando hacia el nacimiento del euro en la fecha prevista. No conviene, pues, jugar al fallo. La nave se dispone a zarpar. El crecimiento econ¨®mico est¨¢ empezando a despuntar, por moderado que sea, y favorece la traves¨ªa.
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