Miraflores
Verane¨¦ en Miraflores de la Sierra con 13 primaveras reci¨¦n cumplidas un tiempo remoto y hermoso. Durante el largu¨ªsimo viaje inici¨¢tico desde Madrid, feliz como un conejo, fui cantando a voz en grito aquello de "te voy a hacer unos calzones, como los que usa el ranchero..." y lo cierto es que mantuve intacto tan gozoso esp¨ªritu a lo largo de los tres largos meses que entonces duraban los veraneos dignos de tal nombre. Guardo en el archipoblado play back de mi memoria, por ejemplo, el recuerdo pleno de luz de aquellas expediciones en burro al Puerto de la Morcuera. Mi montura habitual era un rucio grandote y muy salido que casi siempre se quer¨ªa quilar a la infeliz asnilla que nos preced¨ªa y en m¨¢s de una ocasi¨®n dio con mis huesos en el suelo. Otras veces, entre neurast¨¦nico y rom¨¢ntico, como mandan los c¨¢nones de la adolescencia, me marcaba expediciones en solitario a las fuentes del Cura, la Teja, etc¨¦tera (Miraflores es riqu¨ªsima en aguas, regatos, fuentes, y ¨¦ste es uno de sus numerosos encantos), o al mism¨ªsimo Pico de la Pala, donde en cierta ocasi¨®n me persigui¨® una pareja de ¨¢guilas reales, al parecer con intenciones gastron¨®micas, circunstancia que enalteci¨® mi ego. Total, que regres¨¦ a Madrid lleno de morri?a miraflore?a plasmada en el siguiente verso, sin duda perdurable que perge?¨¦ aquel oto?o: "Miraflores de la Sierra, el veraneo ideal, para los que quieren tierras, con bastante festival". Es bueno, ?eh?
Miraflores nunca me ha defraudado, ni yo lo he olvidado u olvidar¨¦ jam¨¢s porque es precioso, ?qu¨¦ quieren que les diga?, y porque conserva sus encantos originarios en mucha mayor medida que otros n¨²cleos humanos de la sierra madrile?a. Me he mantenido fiel a la tortilla de La Taurina, la mejor de los contornos y una de las mejores de Espa?a toda, me dejo seducir una y otra vez por los bollitos en forma de coraz¨®n de la pasteler¨ªa Florisierra, y cuando tengo un poco de tiempo rehago los viejos itinerarios, aunque me temo que he dejado de ser un bocado apetecible para las ¨¢guilas reales del Pico de la Pala y me temo tambi¨¦n que ni siquiera existen. Dir¨¦ m¨¢s: en tiempos de tribulaci¨®n yo retorno a Miraflores como un zombi buscando belleza, paz y silencio para remendar mi esp¨ªritu.
El otro d¨ªa sin ir m¨¢s lejos. Un choque en cadena, cruzando Astorga me priv¨® de mi coche y del veraneo p¨®stumo -a verano vencido- en Galicia. 24 horas m¨¢s tarde, a eso de las doce del mediod¨ªa, ya estaba yo sentado como un pr¨ªncipe en la nueva terraza porticada de Ma¨ªto. Los enmaderados balcones de ¨¦ste, as¨ª como los de las dos casitas anejas continuaban ofreciendo al "respetable" su famoso milagro de los geranios, henchidos de flor en primavera, verano, oto?o y hasta invierno, no como los de mi terracita madrile?a. Serena y balnearia se mostraba la calle de Calvo Sotelo, hoy peatonal, con escasos transe¨²ntes, y ya la paz, el gozo y la pura joie de vivre comenzaban a instaurarse sobre mi longanimidad cuando apareci¨® un grupo de alegres gitanillas muy guapas, muy limpias y arregladas, con sus negras cabelleras brillando al sol, ins¨®lito espect¨¢culo que ya me llev¨® al borde del ¨¦xtasis. No tuve m¨¢s remedio que lanzarme en pos suya, supongo que con la misma cara del tonto de La hija de Ryan, expresi¨®n que supongo se acentuar¨ªa cuando, llegados todos juntos a la parroquia de la Asunci¨®n, comprob¨¦ que, a) iban, efectivamente, a una boda, y b) la novia, tambi¨¦n gitana, ?se casaba con un guardia civil! All¨¢ permanec¨ªa ¨¦l de gala, risue?o y dicharachero, charlando con los invitados, casi todos cal¨¦s Si Federico levantara la cabeza...
Y ya contento como unas pascuas, rehice camino para contemplar de cerca a mi vieja amiga la olma multisecular, el ¨¢rbol m¨¢s emblem¨¢tico de la sierra toda, que tantas veces me cobij¨® bajo su copa gigantesca antes de que llegara la grafiosis. Hoy, muerta y calva, permanece cual f¨®sil de s¨ª misma en su emplazamiento de siempre. ?Qu¨¦ van a hacer con ella? Subo a preguntarlo al Ayuntamiento, donde me atienden amablemente el teniente de alcalde Jorge Santos y la joven concejal (de Juventud, claro) Marimar Herrero, me dicen, que la intenci¨®n del Consistorio es mimarla en lo posible. Con esto, mi alegr¨ªa se desborda y salgo cantando aquello de "Te voy a hacer unos calzones...". Como anta?o.
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