El discurso de Anguita
La reciente pol¨¦mica levantada por el discurso de Anguita en la Casa de Campo ha lanzado el guante para un debate que nadie, desgraciadamente, quiere recoger. Aunque no se trata realmente de a pol¨¦mica: lo que hemos o¨ªdo son indignados clamores de aut¨¦ntica farsa y, en alg¨²n caso, t¨ªmidas justificaciones hechas desde instancias institucionales. El debate que Anguita plantea, sin embargo, hace ya muchos a?os que est¨¢ en calle. Es m¨¢s, siempre ha estado la calle, desde antes del "pacto constitucional", y hasta despu¨¦s, la amenaza que dicho "pacto" tuvo que enfrentar un mes de febrero. La angustia que parece torturar a Anguita, cual un secreto de confesi¨®n a un cura, es tambi¨¦n sospecha aparcada en un rinc¨®n e la memoria negra de todos los ue nunca podremos llegar a saber la verdad. Ser¨ªa quiz¨¢ interesante conocer las razones que han evado ahora a Anguita a querer soltarse la melena. Pero urge m¨¢s preguntarse por qu¨¦ nadie, ning¨²n personaje p¨²blico, parece querer darle a despeinarse.Comparto con Anguita la rabia de tener que contemplar impasible el deterioro absoluto de una esperanza. Comparto con ¨¦l su indignaci¨®n ante la facilidad con que todos nos hemos acostumbrado a las mordazas, y tiendo a considerar saludable que en el terreno la pol¨ªtica institucional alguien atreva a hablar con palabras e no recoge el diccionario del Estado, palabras que no aparecen nuestra Constituci¨®n: mentira, resignaci¨®n, miedo, opresi¨®n. Podemos pensar que Anguita es un minado, que est¨¢ fuera de juego; yo creo, m¨¢s bien, que es un al jugador, que no sabe jugar con cartas malas. Pero no me tranquiliza que el resto de la clase pol¨ªtica le saque ventaja en este campo, intuyo como amenazante que se manejen tan bien en ese juego, y temo que est¨¦n jugando con baraja marcada. Porque la apuesta es nuestro futuro- .
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