En folio y medio
Es cuando menos misterioso el modo en que se adquiere en Espa?a el estatuto de cr¨ªtico literario. No es que para ser novelista (o porque lo llaman a uno novelista en los peri¨®dicos y en los programas de variedades de la televisi¨®n) haga falta mucho esfuerzo o talento, pero siquiera es preciso inventar unos cuantos nombres y un cierto n¨²mero de peripecias, as¨ª como tomarse el trabajo de escribir unos noventa o cien folios. Para ser cr¨ªtico basta folio y medio. Uno publica folio y medio hoy, otro folio y medio la semana que viene, aprende a graduar y a repetir la coba y el desprecio, y en menos de un mes las editoriales ya le mandan todas sus novedades y lo invitan a fastuosos almuerzos y cenas de presentaci¨®n de libros en las que la cuenta. de licores es libre y ni siquiera es necesario prestar la menor atenci¨®n al medroso autor gracias a cuyo trabajo est¨¢n comiendo y bebiendo todos gratis.No es imprescindible saber nada de la historia de la literatura, ni espa?ola ni universal, y desde luego no conviene mostrar entusiasmos que no rindan un beneficio inmediato, ni pararse en rid¨ªculos t¨¦rminos medios. Aqu¨ª una novela o es la mejor de los ¨²ltimos diez a?os o es una tonter¨ªa. Al cr¨ªtico lo que m¨¢s le entusiasma es pensar que su folio y medio puede canonizar o cargarse un libro. Este verbo, cargarse, con sus sugerencias de hampa y defunci¨®n, es un verbo que se usa mucho en las incesantes y gratuitas comidas literarias. Una tarde, hace a?os, reci¨¦n publicado un libro m¨ªo, me encontr¨¦ en un aeropuerto con un cr¨ªtico al que se le notaba enseguida, por el rojo encendido de la cara y por el aliento, que acababa de pasar unas horas de intensa actividad intelectual. Se?al¨¢ndome con un dedo entre episcopal y jupiterino me inform¨® de lo siguiente:
-Ma?ana me cargo tu libro en mi peri¨®dico.
Vaya si se lo cargaba, con una sa?a, una vehemencia y una extensi¨®n del todo desproporcionadas a . la modestia del libro y a la nula relevancia que ¨¦l mismo le conced¨ªa. El s¨¢bado pasado, en el suplemento literario de este peri¨®dico, un presunto cr¨ªtico llamado Ignacio Echevarr¨ªa dedicaba su folio y medio a cargarse, entre despectiva y paternalmente, la novela que acaba de publicar Rafael Chirbes, que se titula La larga marcha, y constituye, aparte de un libro extraordinario, escrito con dosis id¨¦nticas- de entusiasmo y solvencia t¨¦cnica, de eleg¨ªa y de rabia, la culminaci¨®n del progreso de un novelista, ese libro en el que se resumen y estallan en plenitud todos los libros anteriores, todas las historias y los personajes que uno ha ido inventando a lo largo de su vida, todas las voces que ha escuchado, dentro y fuera de s¨ª mismo. Ahora, cuando tanta moneda falsa pasa por literatura y a tanto rufi¨¢n con ganas de trepar se le expide a toda velocidad el certificado del genio, las novelas de Rafael Chirbes son un ejemplo de dignidad solitaria, e aprendizaje y talento, de absoluto empe?o de escritor al margen de cualquier reclamo de alta o baja moda, que de las dos hay. Lo que su lector asiduo encuentra en La larga marcha es la suma de lo que ya estaba en Mimoun, en la nunca considerada ni entendida En la lucha final, y sobre todo en esas dos novelas breves, entremecedoras y perfectas que son La buena letra y Los disparos del cazador: el arte para contar las vidas y los sentimientos de los trabajadores, la proyecci¨®n de los destinos de los personajes en el tiempo de la historia contempor¨¢nea de Espa?a, los efectos. del paso de los a?os, la desilusi¨®n y la p¨¦rdida de lo mejor que hubo en cada uno, el modo en que el mundo de los hijos sucede y borra al de los padres. Tambi¨¦n una percepci¨®n singular de las formas m¨¢s escondidas de la ternura, entre mujeres y hombres y entre hombres y hombres, una ternura m¨¢s dif¨ªcil de precisar y contar porque quienes la sienten carecen del lujo, de las palabras m¨¢s selectas y no siempre saben explicarse a s¨ª mismos.
Cada vez que yo abro una novela de Rafael Chirbes no puedo dejarla hasta el final. Cuando son breves, la ¨²ltima p¨¢gina se me convierte en el anticipo del regreso a 1,a primera, . y con suerte consigo apagar la luz a las dos de la madrugada. Cuando tienen tantas p¨¢ginas como- La larga marcha, ya s¨¦ que estoy condenado al insomnio, porque la novela se, apodera de m¨ª, me envuelve, me sumerjo en ella, en su caudal del tiempo, y quiero saber un poco m¨¢s, y me concedo otro cap¨ªtulo, y cuando quiero acordarme son las cuatro de la ma?ana y estoy leyendo el final de la novela, que en La larga marcha es tan poderoso como el principio: el arranque de otro tiempo, de otra novela no escrita, porque aqu¨ª se ve aquello que dec¨ªa Gald¨®s, que dondequiera que vaya el hombre lleva consigo su novela, y que contarla no es s¨®lo un empe?o t¨¦cnico, sino una decisi¨®n moral, la de ponerse en el lugar de los otros, de cualquiera de ellos, un pe¨®n de alba?il o un m¨¦dico represaliado, un cerillero fascista con las piernas cortadas o la hija rubia y roja de una familia bien de la calle Serrano.
Nada de esto ha rozado al cr¨ªtico Echevarr¨ªa, que pertenece a esa escuela del desd¨¦n para la cual la literatura espa?ola es Juan Benet y el campo magn¨¦tico de Juan Benet, y la universal Thomas Bernhardt y tal vez C¨¦line. Con calculada mala fe, con extraordinaria bajeza intelectual, Echevarr¨ªa compara la novela de Chirbes con las de Jos¨¦ Mar¨ªa Gironella, le aconseja afectuosamente, paternalmente, que no tenga tantas ambiciones, que se dedique a tareas m¨¢s humildes, a sus labores, casi, incluso le reprocha aquello que para los adeptos al se?oritismo intelectual resulta imperdonable: Rafael Chirbes es un vetusto, ha escrito no una novela sobre la posguerra, sino (obs¨¦rvese la sutileza) una novela de posguerra, padece, (sic) "un primitivo envaramiento". Que en s¨®lo folio y medio lo comparen a uno con Gironella, con Cela y con un muralista mexicano es sin duda una experiencia de la que Rafael Chirbes podr¨¢, aprovecharse, gracias a la bondad pedag¨®gica del cr¨ªtico Echevarr¨ªa. Cuando todas y cada una de las gacetillas de folio y medio de este celebrado experto sean menos que cagadas de moscas en papel viejo de peri¨®dico, las novelas de Rafael Chirbes, las que ya ha escrito y las que a¨²n faltan por escribir, seguir¨¢n alimentando la imaginaci¨®n y la inteligencia de esos lectores que no dejan de buscar el fulgor de la vida y la pasi¨®n moral en la literatura.
Babelia
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