El sitio de Espa?a
Se presentaba el libro colectivo Las relaciones exteriores de la Espa?a democr¨¢tica y se anunciaba la participaci¨®n de tres ex ministros del ramo que tuvieron responsabilidades durante los Gobiernos de UCD y del PSOE. Al final, Jos¨¦ Pedro P¨¦rez Llorca se cay¨® del cartel y la tarde qued¨® en un mano a mano entre Marcelino Oreja y Fernando Mor¨¢n. Ambos diestros demostraron que la diferencia de escuelas y de estilos y la noble emulaci¨®n son compatibles con la m¨¢s depurada cortes¨ªa y el mutuo reconocimiento de los valores del rival. El editor del volumen, profesor Fernando Rodrigo, mencion¨® en su introducci¨®n el t¨ªtulo de otro libro de Mor¨¢n, Espa?a en su sitio, donde el ex ministro daba cumplida cuenta de su gesti¨®n al frente del departamento de Asuntos Exteriores entre el 82 y el 85, con firma del tratado de adhesi¨®n a la Comunidad Europea incluida y permanencia en la OTAN atornillada.El moderador del coloquio tom¨® enseguida esa pista y, volviendo los ojos a un trabajo sobre Espa?a en el mundo publicado por Miguel Herrero (v¨¦ase el volumen reciente Entre dos siglos. Reflexiones sobre la democracia espa?ola, de Alianza Editorial), aport¨® la definici¨®n que all¨ª se hace de Espa?a como una potencia de grado medio -a tenor de su geograf¨ªa, de su econom¨ªa y de su peso demogr¨¢fico-, con intereses y responsabilidades regionales en el sur de Europa. Pero Herrero enseguida a?ade en su texto que a Espa?a la historia, la lengua y la geoestrategia le permiten influir en la pol¨ªtica global, lo cual es caracter¨ªstico de una gran potencia, si se atiende a autoridades como Moser. Nuestro autor y acad¨¦mico concluye as¨ª que en el caso de la pol¨ªtica exterior espa?ola la cultura permite trascender los l¨ªmites impuestos por la naturaleza en cuatro dimensiones clave: la seguridad, la construcci¨®n europea, la cooperaci¨®n y la proyecci¨®n iberoamericana.Ven¨ªamos de los mal llamados cuarenta a?os, de un r¨¦gimen que estuvo en el lazareto, que carec¨ªa de circulaci¨®n internacional, que sacrificaba los intereses nacionales o los despreciaba para que al general Franco le perdonaran la vida. Nos vimos excluidos de todas las ayudas de la posguerra mundial que llovieron sobre vencedores y vencidos porque el franquismo logr¨® el privilegio de que se acu?ara para Espa?a una extra?a condici¨®n, la de enemigo residual, la de pa¨ªs que quedaba por vencer. Como siempre, las democracias distinguieron a continuaci¨®n entre la hostilidad de las resoluciones y condenas parlamentarias y la promoci¨®n de sus propios intereses estrat¨¦gicos, inversores comerciales en la Pen¨ªnsula, lograda a precio de saldo o con quebranto de la soberan¨ªa nacional que tanto se exaltaba.
Entonces Jos¨¦ Mar¨ªa de Areilza y enseguida Marcelino Oreja, ya en el primer Gobierno del presidente Su¨¢rez, se aplic¨® a una sutil combinaci¨®n de ruptura y de reforma. Ruptura en los cap¨ªtulos de derechos humanos, de renuncia al derecho de presentaci¨®n de obispos, de advertencia sobre el incumplimiento de la autodeterminaci¨®n de la poblaci¨®n saharaui, clave necesaria para el proceso de su descolonizaci¨®n, y de apertura de relaciones como M¨¦xico o la URSS. En otras muchas ¨¢reas, Oreja explicaba el domingo que predominaron las reformas a partir de supuestos que ten¨ªan una relativa validez y que ahora iban a ponerse al servicio de la nueva Espa?a democr¨¢tica. Una cuesti¨®n qued¨® fuera del consenso interpartidario UCID-PSOE del que se beneficiaba la pol¨ªtica exterior: la OTAN. Pero, para ser m¨¢s exactos, debe recordarse que tampoco dentro de las filas centristas exist¨ªa consenso sobre el ingreso en la Alianza, al que se opon¨ªa el propio Su¨¢rez. Al llegar los socialistas al Gobierno, tras su victoria de octubre del 82, se apoyaron sobre los trabajos internacionales de sus predecesores e incluso en la OTAN y se propusieron, en palabras de Fernando Mor¨¢n, ser un socio fiel, s¨®lido y cooperador de la Alianza, descartando la pol¨ªtica de silla vac¨ªa. As¨ª que Espa?a ha llegado a ocupar un sitio del que puede descender porque no nos ha sido concedido para siempre. Nuestras capacidades internacionales pueden ser fomentadas o decrecer y sabemos que nuestro pa¨ªs tiene que ganarse formar parte del directorio, del "n¨²cleo decisor real" al que se refiri¨® el presidente Aznar. Por eso uno de los asistentes al coloquio se extra?aba de que el prestigio internacional de algunos compatriotas parezca ser considerado como un inconveniente por los nuevos responsables del PP.
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