Bulgaria, el patio trasero de Europa, acude a las urnas
ENVIADO ESPECIALA Pirinka, que hace cola ante uno de los centenares de chiringuitos de cambio esparcidos por Sof¨ªa, no le interesan mucho las elecciones presidenciales de hoy en Bulgaria. Cansada, como la mayor¨ªa, de est¨¦riles debates pol¨ªticos en un pa¨ªs polarizado y paralizado, Pirinka est¨¢ atenta a comprar con sus levas un pu?ado de d¨®lares que le permitan alguna seguridad en el crudo invierno balc¨¢nico que llega. Desde noviembre va a pagar m¨¢s del doble por su calefacci¨®n. Y desde ma?ana, mientras el Gobierno busca los 20 millones de d¨®lares necesarios para hacer una masiva importaci¨®n de trigo, el kilo de pan, que ha escaseado recientemente, le costar¨¢ 15 levas m¨¢s. "Es un de sastre. Muchos de mis vecinos han pedido ya que les desconecten la calefacci¨®n. Con un sueldo mensual de 8.000 o 10.000 levas, nadie puede pagar la mitad en calentarse, por ucho fr¨ªo que haga".
Durante los ¨²ltimos d¨ªas, la divisa b¨²lgara, que se cambiaba en abril a 82 unidades por d¨®lar, ha llegado a dispararse hasta 260. S¨®lo una intervenci¨®n, de urgencia del banco central, que ha sacado a la calle esta semana una parte de sus escu¨¢lidas reservas, ha conseguido bajar el cambio a 240. Pero se trata de un maquillaje que desaparecer¨¢ inmediatamente tras la jornada electoral.
Como en el caso de Pirinka, para la mayor¨ªa de los b¨²lgaros la jornada de reflexi¨®n de ayer tiene mucho m¨¢s que ver con necesidades perentorias que con deshojar la margarita de qui¨¦n ser¨¢ el jefe del Estado durante los pr¨®ximos cinco a?os. M¨¢s de seis millones y medio de ciudadanos est¨¢n convocados hoy a las urnas para designar entre 13 candidatos a los dos que presumiblemente pasar¨¢n a la segunda vuelta del 3 de noviembre. Petar Stoyahov, por la coalici¨®n derechista Uni¨®n de Fuerzas Democr¨¢ticas, e Ivan Marazov, por el partido socialista gobernante (ex comunistas), tienen, por este, orden, las m¨¢ximas probabilidades. Un tercer aspirante -no descartable, seg¨²n los sondeos- es Georges Ganchev, un pintoresco y demag¨®gico hombre de negocios.
Los poderes presidenciales en Bulgaria, un pa¨ªs en poblaci¨®n y extensi¨®n como la cuarta parte de Espa?a, son b¨¢sicamente ceremoniales, pero el antagonismo de la vida pol¨ªtica entre socialistas o rojos y sus enemigos azules otorga a los comicios de hoy el valor de pronunciamiento popular sobre la gesti¨®n de Zhan Videnov, un ex comunista de 37 a?os a cuyo Gobierno de 20 meses los observadores pol¨ªticos y econ¨®micos culpan, con rara unanimidad, del deterioro alcanzado en Bulgaria.
Si vence el ministro y profesor de Antropolog¨ªa Ivan Marazov -su candidato-, los socialistas, con mayor¨ªa parlamentaria, ver¨¢n facilitada su acci¨®n legislativa. Si el triunfador, como se vaticina, es el abogado Stoyanov, el ya debilitado Gobierno de Videnov (Marazov admit¨ªa ayer, en conversaci¨®n con este enviado, que son serias las divergencias, internas de los socialistas) tendr¨¢ dificultades su plementarias, ya que la Constituci¨®n otorga al presidente la capacidad de devolver por una vez las leyes al Parlamento. Por este procedimiento, el jefe de Estado saliente, Zhelyu Zhelev, poco amigo de los ex comunistas, ha empedrado el camino al joven Videnov.
Bulgaria, sin embargo, ha llegado a una situaci¨®n de deterioro econ¨®mico y social en la que los programas pol¨ªticos y las promesas han perdido toda significaci¨®n. "Todos son prisioneros del Fondo Monetario Internacional (FMI)", explica el consultor econ¨®mico Krassen Stanchev. El FMI, que se ha convertido en el cord¨®n umbilical de la supervivencia b¨²lgara, se ha negado a desembolsar un segundo tramo crediticio de 115 millones de d¨®lares debido al incumplimiento por el Gobierno de las medidas econ¨®micas pactadas. B¨¢sicamente, cierre de empresas estatales ruinosas y saneamiento de un sistema bancario que cae como fichas de domin¨®. Por si fuera poco, el campo ha dado la peor cosecha en medio siglo.La pertenencia o no a la OTAN o la tantas veces anunciada y, nunca ejecutada liberalizaci¨®n del mercado importan poco a los ciudadanos de un pa¨ªs que, a diferencia de otros de la regi¨®n, ha ido derivando, junto con Rumania, a una zona de nadie en Europa oriental. Un patio trasero por el que todav¨ªa ni siquiera se ven pasar los trenes que tienen su parada final en la ansiada asimilaci¨®n con Occidente.Lo que los b¨²lgaros cuentan hoy a quien quiera escucharles es que est¨¢n viviendo la peor crisis desde la ca¨ªda del comunismo -en 1989-, su preocupaci¨®n por la delincuencia rampante o sus salarios de miseria (entre 10.000 o 12.000 levas, me nos de 6.400 pesetas hoy), devora dos por una inflaci¨®n que va a superar este a?o el 200%, y que, seg¨²n los expertos, puede desembocar inmediatamente en una hiperinflaci¨®n a la serbia, en la que los precios cambiaban de hora en hora. El mes pasado, el banco central triplic¨®, hasta el 300% anual, su tasa b¨¢sica de inter¨¦s.
Anticomunistas y socialistas se han alternado en el poder, hasta con seis Gobiernos diferentes, desde el fin del comunismo en Bulgaria. Ni unos ni otros han sido capaces de fijar un rumbo estable hacia una reforma econ¨®mica de la que depende la supervivencia del pa¨ªs balc¨¢nico tras el colapso de su protector-cliente sovi¨¦tico. Los resultados del desgobierno son tambi¨¦n muy graves desde el punto de vista internacional: la inversi¨®n directa exterior no lleg¨® a 200 millones de d¨®lares el a?o pasado, y algunos de los que se instalaron en el pa¨ªs, c¨®mo el grupo automovil¨ªstico brit¨¢nico Rover, se han marchado alegando inestabilidad pol¨ªtica y econ¨®mica.
El humor, sin embargo, se mantiene todav¨ªa entre los b¨²lgaros, ocho millones y medio, de los que m¨¢s de 500.000 han emigrado en los ¨²ltimos 10 a?os. As¨ª traduce uno de los chistes m¨¢s populares la tragedia de su pa¨ªs: "?C¨®mo habla un b¨²lgaro inteligente con otro que no lo es?". "Desde Canad¨¢, por tel¨¦fono".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.