Hor¨®scopo del asfalto
Si usted va caminando por el paso de cebra que hay en Alcal¨¢ a la altura de los cines T¨ªvoli y siente que alguien se le arrima por la derecha y le tira del brazo, cuidado: es un descuidero que le quiere robar la mano. A m¨ª no me ocurri¨®, pero lo vi en sus sue?os.Un poco m¨¢s arriba de las Cortes hay un edificio cubierto de andamios que custodia una calle estrecha en la que el sol y la sombra negocian el territorio sin pausa. en ese desfiladero se alienan varios restaurantes. En todos ellos hay mesas y subre las mesas hay platos. Busque el segundo plato de la tercera mesa, que le est¨¢ destinado, y lev¨¢ntelo: hay un mensaje aguard¨¢ndole.
Schumann en el aire y tiene usted que pagar el precio -no ver las manos del pianista- de sentarse en la butaca mas aislada de la terraza que asoma a la espalda de los m¨²sicos en el Auditorio: la 32. Pero gracias a ello repara usted al fin, entre todos los collares de perlas, las rebecas de cachemir y los perfumes de noche, en una mirada gris y entrecerrada que le viene espiando desde la tercera fila de platea y desde vete a saber cu¨¢ndo. No se d¨¦ por enterado. No se preocupe. Ni siquiera parpadee. D¨¦jese ir.
Por casualidad est¨¢ usted en una librer¨ªa a las tres de la tarde de un jueves de lluvia, y coge una novela, y esa novela es el Manual de precauciones, de Rolivol (que no es una novela), y la abre por la p¨¢gina 98, y por casualidad lee "esa explosiva mezcla mexicana de palacios, murales y bur¨®cratas". Tenga mucho, pero que mucho cuidado: no es f¨¢cil que pueda escapar a lo escrito. Aun as¨ª, int¨¦ntelo.
Pasear¨¢ un s¨¢bado por el Retiro -esquina de Men¨¦ndez Pelayo y O'Donelll-, y en cierto momento sentir¨¢ usted dos ojos en el cuello, o puede que en la espalda, no importa. Con mucha cautela, sin perder la calma, d¨¦se la vuelta y descubra a quien est¨¢ a punto de inmovilizarle con un l¨¢piz en un cuaderno para siempre y servir a la posteridad como ejemplo de desocupado paseante en el Retiro en la ¨²ltima d¨¦cada del segundo milenio.
Para combatir el aburrimiento en el cine Conde Duque mientras comienza la sesi¨®n, saca usted su agenda y la ojea, igual que en unos minutos el vaquero de la pel¨ªcula sacar¨¢ el rev¨®lver y jugar¨¢ con ¨¦l esperando la hora del duelo. Llega usted a la p¨¢gina donde figuran inscripciones que no s¨®lo no comprende, sino que no recuerda haber escrito, pese a que ¨¦sa es su letra, no hay duda. Entonces apagan las luces y ponen la publicidad a todo volumen para confundirle la memoria, irritarle y aguzarle la urgencia. No proteste: es in¨²til. No rebusque en su olvido: es m¨¢s que probable que, si lo encuentra, no lo reconozca.
Si la mujer con la que est¨¢ usted cenando en un restaurante pijo y escaso de Lista escucha con arrobo sus teor¨ªas sobre lo que realmente debe hacer el Gobierno, desconf¨ªe. Si se entusiasma con sus progresos en el golf, sospeche. Y si se interesa en sus trucos para mejorar la declaraci¨®n de Hacienda hasta el punto de sacar papel y l¨¢piz, entonces no espere. Deposite con cuidado sus cubiertos. Huya.
Supongamos que no ha ocurrido nada de eso y que ahora est¨¢ usted con la mujer en el coche rumbo al Teatriz, o el coq, o el Palace. si, no es lo mismo, pero a¨²n se est¨¢n decidiendo. Esa indecisi¨®n, junto con el calorcillo que produce el aspic de camarones y el vino blanco seco, es lo que convierte ese momento en algo delicado. Dec¨ªdase pronto, no vaya a ser que se los lleve el tr¨¢fico del s¨¢bado por la noche a donde no quieren o al menos no han decidido llegar.
?Y si no se han decidido a tiempo y el tr¨¢fico, efectivamente, los ha arrastrado en su corriente? Un lugar peligroso, el coche, metido en la estampida de luces de la noche del s¨¢bado, manada ciega sin m¨¢s objeto que adentrarse lo m¨¢s posible en la tediosa espesura del domingo. A lo lejos brillan los faros de inalcanzables tabernas y a su lado se doblan en el asiento las piernas altas de quien no sabe qu¨¦ quiere, salvo que, envuelta en perfume y en seda, lo quiere todo. Qu¨¦ le vamos a hacer. Se lo hemos estado advirtiendo. Ah¨ª, en ese atasco, al fin le ha alcanzado su destino.
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