"Las bodas son de los hijos. No podemos forzar"
25 de julio. La Reina ha estado en la jura del presidente del Supremo y viene vestida de ceremonia: un traje de chaqueta, de seda brocada en color marfil. Es por la ma?ana.-No me gustar¨ªa que, a partir de cierto momento, la biograf¨ªa de la Reina fuese algo as¨ª como una resonancia femenina de la vida del Rey...
-Mi vida es la vida del Rey. No tengo otra vida. A partir de cierto momento, mi vida es la vida del Pr¨ªncipe. Y luego, la vida del Rey. Yo soy Reina, porque me he casado con el Rey. Parece que est¨¦ diciendo cosas obvias, pero... es as¨ª: si yo no fuese la mujer del Rey, la esposa del Rey, no tendr¨ªa esta dimensi¨®n, no tendr¨ªa este status. Soy consorte. ?se es mi status: consorte del Rey. En mi vida lo que importa, lo que interesa a la gente, es lo que ata?e a la Corona, a la familia real espa?ola, al Rey de Espa?a, a los intereses del pueblo espa?ol. ?Yo Sof¨ªa, por m¨ª sola? Por m¨ª sola soy princesa de Grecia. Punto.
Ahora bien, una vez que soy Reina, me morir¨¦ siendo Reina. Reina hasta la muerte. Aunque no reine. Aunque est¨¦ reinando mi hijo, o aunque me hayan exiliado... Es el caso de mi cu?ada la reina Ana Mar¨ªa, o el de la reina Fabiola: morir¨¢n siendo reinas. Ah, y eso de reina madre... no me gusta nada. Ni reina madre, ni reina viuda: reina Sof¨ªa.
-Un d¨ªa me dijo Vuestra Majestad que necesitaba tomarse tiempo para decirme qu¨¦ cosa es ser Reina. Vuelvo a pregunt¨¢rselo hoy. ?Es un rango, es un status, es una funci¨®n, es una misi¨®n, es un derecho, es un privilegio, es un oficio, es una dignidad ... ?
-Reina es una palabra muy llena de contenidos. T¨² has dicho varios: rango, status, funci¨®n, misi¨®n, deber, dignidad... Pero, tal como yo entiendo el concepto de reina, puede darse, y se da, en cualquier familia donde la mujer es la cabeza y el coraz¨®n de esa familia, y sabe que su misi¨®n m¨¢s importante es atender y cuidar ese hogar: ella, entonces, es la reina de la casa.
Cada ser humano, cada mortal que habita este planeta nuestro, puede tener ese mismo concepto de su vida como servicio. Es la m¨¢s alta dignidad que cabe en un hombre, en una mujer: vivir para los dem¨¢s. El hombre que sirve es rey. La m¨¢s ¨²til y la m¨¢s bella y la m¨¢s buena forma de reinar es servir: estar a disposici¨®n de los dem¨¢s. Yo, porque soy Reina, no puedo permitirme ser ego¨ªsta. No puedo decir "de esto paso, a aquello no voy porque no me apetece". Yo no estoy para hacer lo que quiero, sino lo que necesiten de m¨ª. A m¨ª me programan cada d¨ªa ?y cada hora! de mi vida, en funci¨®n de los intereses del pa¨ªs. Yo voy donde conviene que vaya, por el bien de los dem¨¢s. Y esto es lo mismo que hace una mujer de su casa, una mujer cabeza de familia: no piensa en ella, piensa en los suyos. En ese sentido una reina, como una madre de familia, es cualquier cosa menos una profesional.
-Pero ?cu¨¢l es el status de la Reina? ?Qui¨¦n marca sus competencias?, ?tiene terrenos propios?, ?tiene zonas valladas y prohibidas? Constituci¨®n en mano, el Rey no puede gobernar, no puede interferir en la acci¨®n pol¨ªtica.... pero ?y la Reina?
-Yo no tengo un status propio como Reina. El Rey es ¨¦l. Mi status es, digamos, paralelo, y ligado al Rey. Ahora bien, tampoco soy la mujer de... Tengo un status como consorte del Rey. Consorte: ¨¦se es mi status personal. La esposa del presidente de una rep¨²blica, por muchas cosas que haga, por mucho protagonismo que tenga, por muy popular que sea, no forma parte del Estado. Yo s¨ª. El Rey y la Reina, la familia real, formamos la Corona. Y la Corona es una instituci¨®n que, junto con el Gobierno, junto con el Parlamento, junto con el poder judicial, junto con cada una de las autonom¨ªas, somos el Estado.
Habiendo Reina, y habiendo Pr¨ªncipe e infantas, la Corona no es s¨®lo el Rey: somos el grupo familiar, el equipo familiar, la familia real. Y todos tenemos obligaciones, y todos tenemos que arrimar el hombro, y todos tenemos que poner nuestras agendas a disposici¨®n de los actos p¨²blicos que se nos encarguen... Ah, y todos sabemos que somos personas p¨²blicas a quienes se mira con lupa, y, por el bien del Estado, tenemos que dar buen ejemplo.
Yo puedo ir a escuchar a Rostrop¨®vich, a Barenboim, a Menuhin, a Mehta, o a Theodorakis, porque me gustan y porque soy una se?ora aficionada a la m¨²sica. 0 puedo acompa?ar a la reina Sirikit a un concierto, como asunto oficial, porque soy la Reina de Espa?a, cumpliendo mi obligaci¨®n, aunque tambi¨¦n me agrade. Los actos que yo presido, las fundaciones, las asociaciones culturales, humanitarias, ben¨¦ficas, sociales, a las que dedico mi tiempo, las audiencias que recibo.... nada de eso est¨¢ escrito en ning¨²n sitio; ni siquiera las l¨ªneas maestras de mi propio status, ni las vallas de las que no me puedo pasar, No est¨¢ escrito, pero est¨¢ entendido.
-No existe un Estatuto de la Reina, ni un Reglamento de lafamilia real...
-?Afortunadamente! No digo que alguien no haya pensado redactarlo alguna vez: "La Reina puede..., la Reina no puede..., la Reina asistir¨¢ a..., la Reina no asistir¨¢ a...". Pero no hace falta escribirlo. Yo entiendo cu¨¢l es: todo lo que yo haga tiene que ser en beneficio de mi pa¨ªs.
-Supongo que aqu¨ª funciona tambi¨¦n la prudencia...
-La prudencia se aprende quem¨¢ndose.
-Hay espa?oles que dicen "yo soy mon¨¢rquico, pero de la Reina". ?Qu¨¦ le parece?
-Espeligroso. Hay que ser mon¨¢rquico, como hay que estar a favor del Estado de las autonom¨ªas, porque lo dice la, Constituci¨®n. Mejor que por simpat¨ªas personales o por sentimientos, aunque no hay que excluirlos. Esto de "porque lo dice la Constituci¨®n" es, sin duda, menos espiritual, menos afectivo, menos sentimental, incluso parece algo fr¨ªo y legalista. Sin embargo, as¨ª est¨¢ m¨¢s respaldada la Corona. La Monarqu¨ªa es nuestra forma de Estado, y han de apoyarla todos los espa?oles que aceptan la Constituci¨®n.
-Insisto en que hay quienes piensan y dicen que verla ah¨ª nos da seguridad y confianza...
-Bueno..., como puede dar confianza y seguridad ver que la madre de familia est¨¢ en la casa. Pero... ?yo no s¨¦ qu¨¦ hago! ?No hago nada especial! Ni siquiera pienso en m¨ª, ni pregunto nada que me interesa a m¨ª, ni me preocupo de m¨ª [noto que le incomoda hablar de esto. Le agobia, le sofoca, hiere su sencillez. Ahora se echa a re¨ªr, para quitarle aristas al tema]. ?Qu¨¦ hago yo? Voy, me pinto, me arreglo, me visto, para no estar fea en los actos oficiales. Y, por instinto, sin gui¨®n, hago lo que creo que debo hacer, que casi siempre es muy poco: sencillamente, estar. No pretendo, ?Dios me libre!, acaparar protagonismo. Yo, en mi sitio. Lo m¨ªo es facilitar. Lo m¨ªo es ayudar. Lo m¨ªo es servir.
-Antes dijo "Reina hasta la muerte-". ?Ha pensado Vuestra Majestad d¨®nde quiere que la entierren?
-Ah, no, no... ?All¨¢ ellos! ??se ya no ser¨¢ mi problema! Que hagan conmigo lo que quieran.
-?No le gusta el pante¨®n de los Borbones?
-No hay sitio ya. Est¨¢n llenos todos los cajones...
Nos entra mucha risa, porque ha llamado "cajones" a los nichos funerarios.
-?Piensa en la muerte?
-Muy poco. Nada. Es curioso, ?no? Quiz¨¢ no pienso en ella porque s¨¦ que no puedo evitarla; y,. adem¨¢s, no me da miedo. Ni cuando voy en un avi¨®n, cruzando una tormenta terrible y dando tumbos, se me ocurre tener miedo por si nos matamos. Y no es inconsciencia...
Ante situaciones de peligro, mi reacci¨®n es siempre de una gran serenidad. Pero no porque crea que no va a pasar nada, sino porque pienso "Y si pasa, ?qu¨¦?... ?nada!".
Cuando todav¨ªa estaba soltera, tuve un accidente con mi hermano, por carretera. Conduc¨ªa Tino. Era yendo de Tato? al Club N¨¢utico de Atenas, cuando ¨ªbamos todas las ma?anas temprano a entrenarnos para las olimpiadas. Aquel d¨ªa, vimos de pronto por la carretera frente a nosotros un cami¨®n que se nos ven¨ªa encima, sin frenos. Era inevitable el encontronazo, aunque Tino intent¨® desviar nuestro coche a un lado. A medida que ve¨ªa el cami¨®n cada vez m¨¢s cerca, interiormente me dec¨ªa: "Ya est¨¢...., ya est¨¢.... ya est¨¢ ...".
Pens¨¦ que hab¨ªa llegado mi ¨²ltimo momento. Es lo ¨²nico que pens¨¦. La gente dice que ves toda tu vida en un instante. Yo no vi nada. Quiz¨¢ porque no era mi final. Salimos un poco heridos y magullados, pero nos salvamos, gracias a Dios. Y mi reacci¨®n, cuando todo estaba en un ay, fue de serenidad, de mucha paz. Bueno... despu¨¦s s¨ª, el susto, la tiritona y el tembleque. ?Si no, ser¨ªa una de corcho!
Otro momento de ¨¦sos en los que no sabes qu¨¦ va a ser de ti, fue el de la Casa de Juntas de Gernika, en febrero de 1981. El Rey y yo fuimos a aquel acto muy sobre aviso y muy alertas: nos dijeron que hab¨ªa algo preparado, algo contra nosotros. Cuando empezaron a cantar con el pu?o en alto, yo pensaba: "Esto es el comienzo de algo gordo. No s¨¦ qu¨¦. Pero lo importan F te, lo duro viene despu¨¦s...".
Eran aquellos de Herri Batasuna que cantaban el himno de los gudaris en plan duro, bronco, agresivo... El recinto aquel era peque?o, muy cerrado, y estaba abarrotado de gente. Si ocurr¨ªa algo all¨ª, la pag¨¢bamos todos: hubiese sido una masacre, una tragedia tremenda. Y era f¨¢cil que la violencia se disparase, por la alt¨ªsima tensi¨®n.
Acababa de crearse la Ertzaintza. A¨²n no hab¨ªan actuado nunca. Pero Garaikoetxea les dio la orden de que ellos mismos echasen a los que alborotaban. Y ¨¦sa fue la suerte, porque si llegan a entrar la Guardia Civil o la Polic¨ªa Nacional, no lo quiero ni pensar, pero habr¨ªa sido horroroso... Sin embargo, como lo arreglaron entre ellos mismos, ni los unos quer¨ªan pegar, ni los otros provocar, y se fueron por la puerta todos, como corderitos... ?Incre¨ªble!
Despu¨¦s, cuando pas¨® un poco de tiempo, yo pens¨¦ que incluso fue bueno que sucediera. S¨ª, hubo un mal momento, pero fue como una vacuna. ?Y cu¨¢ntos miedos y recelos se vinieron por tierra! Porque, antes de ese viaje, todo el mundo pensaba "hay un trozo de Espa?a adonde los Reyes no pueden ir". Y esa barrera hab¨ªa que romperla.
Adem¨¢s, ?qu¨¦ es lo que all¨ª se vio? ?La libertad! La libertad de los que cantaban y gritaban; y la libertad de los que aplaud¨ªan al Rey, que eran much¨ªsimos m¨¢s. Pero dejaron que los otros, los menos, gritasen y montasen su bronca. ?Y no pasa nada! Unos estaban en su derecho de aplaudir y otros en el de gritar.
A veces hay gente... ?timorata?... que quiere protegemos de que alguien grite en contra, o de que nos critique la prensa. Y a m¨ª no me parece bien. Eso hacen las avestruces: esconden la cabeza debajo del ala. Y creen que lo que ellas no ven, no existe. La cr¨ªtica no es plato de gusto. Pero de vez en cuando viene bien.
A estas alturas, ?hemos pasado tanto ... ! Como hemos sido pr¨ªncipes antes que reyes, y con una oposici¨®n falangista y una oposici¨®n comunista, ya estamos...
-Curados de espanto.
-Curados de espanto, s¨ª. Recuerdo que hab¨ªa una f¨¢brica de coches en crisis. Iba a haber despidos, y los obreros estaban, muy agitados, muy furiosos. Pero nos llevaron. No s¨¦ para qu¨¦, pero... all¨ª estuvimos, andando a trav¨¦s de una especie de pasillo humano, entre toda aquella gente indignada, que gritaba. Y el Pr¨ªncipe, mir¨¢ndolo, dijo: "A ver, que cada uno hable, y diga lo que quiera: yo os escucho". Bueno, era como decirles: "?Venga, que empiece ya el juego de la libertad! ?No os call¨¦is! ?Ten¨¦is derecho a decir lo que pens¨¢is!".
Nuestro ¨²ltimo encuentro es ya en oto?o.
Parpadea. Sin embargo, yo s¨¦ que ella esperaba esta pregunta "de mujer a mujer". '
-?El amor? - El amor es un sentimiento vivo. Nace, crece, evoluciona, madura, cambia con el paso del tiempo.
Supongo que a todos les pasa lo mismo. El m¨ªo, el nuestro, ha evolucionado hacia una amistad. Una fuerte amistad. Yo soy... su compa?era. Somos "compa?eros de viaje". En este viaje vamos juntos... Y eso no se acaba. Siempre hay amor.
?l sigue teniendo las dos facetas: el chico divertido, guas¨®n, bromista, alegre... y el hombre serio, a ratos melanc¨®lico, con un fondo sentimental.
Hemos vivido muchas cosas juntos... Y est¨¢n los hijos. Nunca estamos solos. Siempre hay gente joven, a nuestro alrededor: los hijos, los sobrinos, los amigos de los hijos, los hijos de los amigos... ?Se ve que les gusta estar con nosotros! A m¨ª me da la vida tener llena la casa de gente bulliciosa. Es fenomenal: te pone al d¨ªa, te pide marcha, no te deja parar a envejecer..
-?Y al Rey?
-Al Rey tambi¨¦n le gusta. ?Le chifla! ?Cuanto m¨¢s bollo, mejor! Pero eso no quita para que, de vez en cuando, yo necesite irme un rato a estar sola, a recargar bater¨ªas, leyendo, oyendo, m¨²sica, pensando...
-?Echa de menos algo?
-Echo de menos el mar. Todos los d¨ªas del a?o. Soy del Egeo, soy del Mediterr¨¢neo: son el mismo mar. Cuando miro hacia atr¨¢s, veo mi vida como una estela entre dos mares. Una estela muy rica, muy viva...
-?Ha valido la pena?
-?Ha valido todas las penas! Volver¨ªa a vivir lo que he vivido. Volver¨ªa a empezar.
-Cuandopasan los a?os, y el amor se aja, y la rutina pesa, y ¨¦l y ella se conocen demasiado, ?c¨®mo se salva la fidelidad?
-Lo que mata el amor es el silencio. No s¨¦ qu¨¦ har¨¢n otros matrimonios: nosotros hablamos. Hablar es muy importante. Es clave. Aunque el uno est¨¦ de morros y el otro est¨¦ antip¨¢tico, hay que hablar. El silencio, la falta de di¨¢logo, eso es lo que destruye a las parejas.
Nosotros hablamos. Si tenemos que discutir, discutimos. Pero no hay incomunicaci¨®n, no hay aislamiento. Hablando se entiende uno, se quitan malentendidos, dudas, sombras...
-?Compa?eros de viaje?
-S¨ª, porque vamos a lo mismo. El Rey y yo tenemos el mismo ambiente, conocemos y tratamos a las mismas personas, acudimos much¨ªsimas veces a los mismos actos, viajamos a los mismos lugares, pero,. sobre todo, tenemos la misma tarea de representar a la Corona. Nos mueven los mismos intereses. ?l sabe que cuenta con toda mi leal tad. Y hay una base fuerte: una enorme confianza. De ¨¦l en m¨ª. Son muchos a?os, m¨¢s de 34, embarcados en el mismo viaje.;.
?l es el Monarca, yo no. El manda, yo no. ?l toma decisiones de Estado, yo no. Pero la Corona somos los dos. Los dos y nuestros hijos.
Es verdad que no somos nada iguales. No nos gustan las mismas cosas, ni tenemos las mismas aficiones. A ¨¦l le van la radiotelefon¨ªa, las motos, la velocidad... A m¨ª me entusiasman la m¨²sica y el arte. Yo, cuando puedo, monto a caballo; pero no para saltar, como la infanta Elena, ni para lanzarme al galope tendido: prefiero el trote suave de paseo. Mi marido, en cambio, con lo que disfruta es tripulando un barco, o un avi¨®n. Y a m¨ª lo que me gusta es que me lleven: ir sentada en la popa, mirando el mar y el horizonte, y d¨¢ndome la brisa en la cara... ?Como una reina!, da, ja, ja! Pero, bueno, la vela y el mar nos gustan a los dos. Y lo practicamos juntos a veces, si podemos.
?Que no somos nada iguales? ?Es verdad! ?Ni parecidos! Cada uno es cada uno.... ?l es extravertido. Yo, reservada. ?l es un lanzado. Yo soy t¨ªmida. Y ¨¦l se morir¨¢ sin saber lo que es la verg¨¹enza, y yo me morir¨¦ t¨ªmida. El es primario. Yo, secundaria. ?l es intuitivo. Yo, l¨®gica, de escaleras: pelda?o a pelda?o. ?l capta las situaciones al vuelo, huele a las personas como si fuera un perro de caza., Y pocas veces se equivoca al prejuzgar. Yo, en cambio, no me atrevo a jugar si no tengo todos los datos. El es r¨¢pido. Yo, lenta... ?l puede tener un arranque de genio fuerte, terrible, y dar dos gritos.- Yo estoy hecha para aguantar m¨¢s. Una cosa, una persona, me pueden estar fastidiando... y nadie se dar¨¢ cuenta. La procesi¨®n va por dentro. Tengo los nervios de acero. Total: que no somos eso que dicen de "la otra media naranja"; pero... nos complementamos. Esto es, si quieres, como lo de los idiomas: qu¨¦ pones t¨², qu¨¦ pongo yo, y al final, entre los dos sumamos 10.
-Y, en ese t¨¢ndem, ?qu¨¦ le da la Reina al Rey?
-Yo, al Rey, como su esposa que soy, como su "compa?era de equipo", como su amiga, le doy lealtad. Le doy inter¨¦s por sus asuntos, que son tambi¨¦n asuntos m¨ªos. Le doy conversaci¨®n, poder intercambiar puntos de vista diferentes, comentar un suceso, unas declaraciones de alguien, un debate parlamentario, algo que viene en el peri¨®dico... No he intentado jam¨¢s interferir en su trabajo, en sus decisiones. Si acaso, nos aconsejamos mutuamente. ?Qu¨¦ m¨¢s le doy?- Le doy mi compa?¨ªa. Le doy mi tiempo, porque siempre estoy a su disposici¨®n. Le doy mi comprensi¨®n. Y... le doy mi cari?o.
-Cuandono tienen invitado a un presidente de Ucrania, como hoy, ?comen y cenan por separado, o se las ingenian para coincidir?
-Solemos hacer juntos las dos comidas, y a veces tambi¨¦n el desayuno.
-La Reina tiene fama de haber sido una madre estricta y exigente; y el Rey, m¨¢s comprensivo, m¨¢s tolerante, ?eso es as¨ª?
-He estado siempre muy encima de la educaci¨®n de mis hijos, llev¨¢ndoles yo misma al colegio, hablando, con el profesorado, siguiendo sus estudios... A los padres (al de mis hijos, y a todos) les es muy f¨¢cil y muy c¨®modo abrir la mano, y hacerse los simp¨¢ticos. Y a nosotras nos dejan el papel feo de ponernos serias, de decir "a tal hora en casa". Yo he tratado de ser una buena madre: cuando ha habido que re?ir, he re?ido; cuando ha habido que mimar, he mimado.
Pero sin hacerlos unos consentidos, y sin dar cachetes. ?Alzar la voz? Pues... no voy a negarlo: alg¨²n grito, alguna vez.
-?Es dif¨ªcil aconsejar a los hijos sobre con qui¨¦n se han de casar?
-yo, como madre, quisiera evitar que mis hijos sufrieran, se llevaran desilusiones, tuvieran disgustos, fracasos, chascos, al encontrarse con . que el mundo no es perfecto y las personas fallan... Me gustar¨ªa, claro, que ellos no padecieran nada de eso. Pero es una utop¨ªa. La vida tienen que disfrutarla y sufrirla ellos por s¨ª mismos: ?es su vida! Igual que yo he vivido la m¨ªa en primera per sona. ?Casarse con la cabeza? ?Casarse con el coraz¨®n? ?Y por qu¨¦ ese dilema? ?Con la cabeza y con el coraz¨®n!
-?Y si hay un hijo que ... ?
-Si hay un hijo que... se quiere casar con quien no le conviene, con quien no debe ser, haces lo que sea por evitarlo. ?Consejos? ?Todos los del mundo! Pero, si no hay manera, si no atienden a razones, ?qu¨¦ vas a hacer? Pues acoger a la nuera, o al yerno, en tu familia. Y tratar de ayudarles a que el matrimonio funcione. Las bodas pertenecen a las vidas propias de los hijos. Son ellos los que eligen, son ellos los que deciden... Ah¨ª, ni los padres ni nadie podemos forzar. Si entramos, lo estropeamos.
-Vuestra Majestad llora poco, ?por educaci¨®n?, ?por autocontrol?
-La verdad es que estoy educada, desde ni?a, para no llorar en p¨²blico. Pero en privado tampoco soy llorona... No soy llorona ni blandita; pero si hay una emoci¨®n inesperada, se me saltan las l¨¢grimas est¨¦ donde est¨¦. Y no me preocupo ni poco ni mucho de aguant¨¢rmelas... No me da ver g¨¹enza decir que lloro. Aunque no lloro s¨®lo por una pena, por una muerte, por un disgusto... A veces lo que me emocina es algo bueno, algo de valor, algo muy bonito que no esperaba. Mira, por ejemplo, el otro d¨ªa hab¨ªamos hecho una escapada a Palma, en septiembre. ¨ªbamos andando por la calle. En ¨¦stas, pasamos por delante de una pandilla de chiquitos. Les o¨ªmos murmurar algo, "?que s¨ª es!", "?que te digo que no es!". Lo t¨ªpico. Entonces, uno de ellos, muy peque?o, un mico, viene caminando, como haci¨¦ndose el distra¨ªdo. Se acerca a nosotros [la Reina escenifica el episodio de modo muy pl¨¢stico: con los dedos ¨ªndice y coraz¨®n de su mano izquierda imita las piernas de alguien que camina. Recorre as¨ª el brazo blanco de su sill¨®n. Siempre con esos dos dedos plantados sobre la almohadilla costalera del sill¨®n, evoluciona haci¨¦ndome ver al ni?o de Palma que va y vuelve...]. Llega. Me mira de refil¨®n. Disimula. Se vuelve al grupo de sus amigos. Nosotros seguimos nuestra ruta. O¨ªmos detr¨¢s exclamaciones sordas, como no atrevi¨¦ndose... Entonces, el pe quen , o vuelve a acerc¨¢rsenos otra vez. Pero ahora, al llegar donde nosotros, se para, se planta y me mira, quieto ah¨ª delante. Yo me paro tambi¨¦n, para no atropellar lo. Y le veo ah¨ª abajo, diminuto. Me mira como no crey¨¦ndoselo. ?Qu¨¦ mirada! ?Qu¨¦ brillo de ilusi¨®n, de candor, de maravilla en esos ojos! -Ese cr¨ªo estaba como alucinado, viendo en m¨ª no s¨¦ qu¨¦ cosa fant¨¢stica... Se me empanaron los ojos. Y te aseguro que nunca, nunca, nunca olvidar¨¦ esa mirada: ese ni?o me hizo... sentirme reina.
-De tant¨ªsimas cosas, buenas y malas, que le habr¨¢n dicho por la calle, -?alguna le ha hecho mella?, ?alguna le produjo una impresi¨®n singular?
-Una oye de todo, porque el pueblo espa?ol es muy espont¨¢neo, muy expresivo, y no se muerde la lengua. Y a m¨ª eso me parece estupendo. Pero s¨ª, hubo una cosa que me dio... pellizco.
Yo iba de un sitio a otro, en cierta ciudad, con un poco de s¨¦quito oficial, agentes de seguridad... De pronto, se abre paso una mujer de la calle, ruda, ordinaria, de aspecto hosco. Parec¨ªa que iba a ech¨¢rseme encima. Los escoltas la paran, pero ella se abalanza sacando el cuerpo por encima de los brazos de los polic¨ªas. Yo en estos casos me paro. Ella quire decirme algo, y est¨¢ en su derecho., Cuando ya ten¨ªa muy cerca su cara, esperando que soltase un insulto o una queja o lo que ella quisiera, me mir¨® muy seria, y en voz baja, pero con mucha fuerza, silabeando cada palabra, me dijo: "?Viva la madre que te pari¨®!". Es el mejor piropo que una pueda o¨ªr jam¨¢s.
-?Qui¨¦n es la Reina? ?Una mujer junto al trono? ?Una mujer, cerca del Rey? ?La mano que cuida del trono?
-La mano que cuida del trono tiene que ser, y es, la mano del Rey. ?Una mujer cerca del Rey? No: la Reina no es una mujer cerca... La Reina es... la mujer que est¨¢ al lado del Rey.
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