Veto en la ONU
BUTROS-GALI no gusta a Estados Unidos como secretario general de las Naciones Unidas. Rompiendo la tradici¨®n que existe de que el secretario general que desee repetir un segundo mandato lo haga, EE UU ha planteado un veto a esta candidatura, diferenci¨¢ndose as¨ª de los otros 14 miembros del Consejo de Seguridad, que ha de presentar su propuesta a la Asamblea General para que ¨¦sta vote. Washington obra con prepotencia, pero le ampara su derecho a veto en el Consejo de Seguridad; un derecho que puede juzgarse injusto, pero sobre el que se basa el funcionamiento habitual de este ¨®rgano esencial en la vida internacional.Llegados a esta contradicci¨®n te¨®rica, no ser¨ªa recomendable en la pr¨¢ctica tener unas Naciones Unidas dirigidas por un secretario general que no contara con la confianza del pa¨ªs m¨¢s poderoso de la Tierra, so pena de debilitarla a¨²n m¨¢s.
Pero son las razones por las que EE UU se opone a un segundo mandato de Butros-Gali las que resultan mas inquietantes. En primer lugar, revelan una gran desconfianza, si no animadversi¨®n, de la clase pol¨ªtica norteamericana hacia la propia ONU, de cuya presencia en Nueva York se beneficia esa ciudad. Este recelo naci¨® en los sectores m¨¢s conservadores de la sociedad, pero Clinton, en su af¨¢n por ocupar el mayor espacio pol¨ªtico posible en la campa?a electoral, lo ha alimentado. En este fin de siglo, en el que EE UU juega el papel de ¨²nica superpotencia, Washington no gusta del multilateralismo, especialmente tras las experiencias de Somalia y de una primera etapa en la antigua Yugoslavia: EE UU se niega a delegar en la ONU el mando sobre sus tropas. A ello se a?ade la desconfianza hacia Butros-Gali, por el que no vot¨® Estados Unidos en un primer momento, cuando el egipcio present¨® su candidatura en 1991, y al que consideran demasiado inclinado hacia el Tercer Mundo, y quiz¨¢ excesivamente cr¨ªtico de Israel.
A pesar de todos los pesares, Washington reconoce en las Naciones Unidas la principal fuente de legitimidad para avalar acciones militares internacionales: ayer en el Golfo o ma?ana en Zaire. Aunque Bill Clinton definiera recientemente a la ONU como "m¨¢s importante que nunca, porque nuestro mundo es m¨¢s interdependiente que nunca", las dificultades para la reelecci¨®n son, en buena parte, responsabilidad de este presidente. Considera Clinton, adem¨¢s, que Butros-Gali no ha sabido aligerar la burocracia de la ONU ni concentrar los quehaceres de la organizaci¨®n en unos pocos aspectos esenciales. Si Gali no ha sido hasta ahora un reformador en profundidad de las Naciones Unidas, s¨ª ha introducido cambios en una organizaci¨®n cuyo tama?o se exagera y que ha perdido durante su mandato un millar de funcionarios. La cr¨ªtica pierde legitimidad cuando proviene de un pa¨ªs como Estados Unidos, que debe ya m¨¢s de 150.000 millones de pesetas a la organizaci¨®n, lo que dificulta su funcionamiento: el gran deudor tiene a menudo mayor capacidad de influencia que el peque?o contribuyente.
Butros-Gali, el autor de Una agenda para la paz y de otra para el desarrollo, ha dirigido con suficiente tino unas Naciones Unidas a las que nunca antes se hab¨ªa pedido tanto con menos medios. No deber¨ªa ahora dificultar un consenso dif¨ªcil, pero tanto m¨¢s necesario cuando la ONU est¨¢ necesitada de liderazgo y de reformas. El 14-1 del Consejo de Seguridad ha reportado a Butros-Gali una victoria moral, pero puede no repetirse si insiste en presentar su candidatura. ?l mismo se ha convertido en moneda diplom¨¢tica para los tejemanejes del dificultoso nombramiento de un secretario general para los pr¨®ximos cinco a?os, que en principio le sigue correspondiendo a un africano. Que Gali, de 74 a?os, fuese electo de nuevo con un mandato reducido permitir¨ªa desbloquear la situaci¨®n, pero no resolver¨ªa los problemas existentes. Hay precedentes ilustradores, como el del noruego Trygve Lie, reelegido en 1951 por la Asamblea para un segundo mandato contra el veto de Rusia. No pudo cumplir su cometido, y dimiti¨® dos a?os despu¨¦s.
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