Tropiezo en la misma piedra
PasajesDirecci¨®n y gui¨®n: Daniel Calparsoro. Espa?a, 1996. Int¨¦rpretes: Najwa Nimri, Charo L¨®pez. Madrid: cine Ideal.
Daniel Calparsoro se dio a conocer hace un par de a?os con Salto al vac¨ªo, secuencia de im¨¢genes dur¨ªsimas e in¨¦ditas, pero mal (o no) escrita, que para ¨¦l fue un llamativo ejercicio de autotanteo y bandeja de presentaci¨®n profesional, que llam¨® la atenci¨®n y fue bien acogida en festivales que la anunciaron como otra esperanza del cine espa?ol en la etapa de relevos que ahora vive.
De esas dos cualidades (originalidad y promesa), Pasajes conserva vestigios de la primera y apenas nada de la segunda. Es otro agolpamiento (menos alocado, m¨¢s comedido, pero menos contundente) de im¨¢genes ins¨®litas, pero menos ¨¢giles (o m¨¢s agarrotadas) que las del primero. Su entramado est¨¢ igualmente mal (o no) escrito, con el agravante de que aqu¨ª hay sensaci¨®n de que quiere estarlo bien. Y si la deficiencia (o ausencia) de escritura se entend¨ªa en una pel¨ªcula casera y destinada a autoescaparate, deja de entenderse en una producci¨®n convencional que evidentemente no quiere caer en los errores de la anterior.
La m¨¢s sencilla argucia para averiguar si una pel¨ªcula est¨¢ o no lograda consiste en cotejar lo que quiere hacemos ver con lo que logra hacemos ver. Si Calparsoro quiso hacer un juego de im¨¢genes mal (o no) vertebradas, Pasajes se entender¨ªa, como se entendi¨® la anterior. Pero ahora intenta construir personajes en toda la regla y, a trav¨¦s de conflictos y relaciones, contamos el suceso entrelazado de sus vidas: se queda lejos de lograrlo.
Por ese agujero naufraga un filme que no pasa de intento de ser cine sin lograr existir como tal. Cuando se quiere componer una pel¨ªcula a la manera convenida, y no hacer un ejercicio experimental de ¨¦sos donde todo cabe, hay que atenerse a unas (f¨¢ciles de decir y no f¨¢ciles de cumplir) reglas, que Calparsoro o desconoce o, si conoce, se desentiende de ellas, por lo que Pasajes se hace m¨¢s inconsistente cuanto m¨¢s avanza y finalmente se desmorona como toda construcci¨®n a la que su constructor olvid¨® poner cimientos.
Ante Pasajes hay que preguntar por qu¨¦ alguien crey¨® apta para filmaci¨®n su seudoescritura hilvanada, pues una cosa es crear una armaz¨®n de im¨¢genes para una pantalla y otra emborronar cuartillas con ocurrencias visuales no (o mal) vertebradas. Si Calparsoro no es escritor, es temerario que emprenda una tarea para la que no est¨¢ preparado; y si lo es y su falta de olfato autocr¨ªtico le lleva a dar por terminado un gui¨®n que ni siquiera est¨¢ abocetado, parece razonable que deduzca que filmarlo as¨ª le conduce a ese tropiezo en la misma piedra que (de parecerse a algo en las arenas movedizas del negocio del cine) es el suicidio profesional.
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