El marqu¨¦s de Seraf¨ªn sobrevive en Chueca
El antiguo dibujante de la revista de humor 'La Codorniz' vende sus dibujos por la calle
Gracias a La Codorniz, la m¨ªtica revista de humor desaparecida hace m¨¢s de dos d¨¦cadas, Seraf¨ªn Rojo arrib¨® a la aristocracia en 1960 convertido en el marqu¨¦s de Seraf¨ªn. Sin af¨¢n de titulitis, su pretensi¨®n no era otra que satirizar aquella Espa?a de los sesenta a trav¨¦s de las pocas vetas que dejaba el r¨¦gimen, la nobleza. Tambi¨¦n le mov¨ªan las m¨¢s elementales normas de cortes¨ªa y buena educaci¨®n: para despiezar a una clase de rancio abolengo hab¨ªa que poseer su misma alcurnia. "A un arist¨®crata no le puede criticar cualquiera, s¨®lo alguien de su mismo rango", dice con sorna el dibujante, hoy septuagenario, mientras ayuda a pintar a su nieta Ingrid, una morenaza de ocho a?os, que insiste en sacarle los duros a las cartas.Seraf¨ªn, nacido en la calle de Alcal¨¢, estudi¨® periodismo y bellas artes, dos vocaciones que decidi¨® aunar en vista de que ninguna en solitario pod¨ªa satisfacerle. La pintura, "porque cuando lleg¨® el abstracto me ech¨¦ para atr¨¢s y vomit¨¦ contra una esquina". El periodismo, porque "nunca quise someterme a aquella prensa dictatorial. Nadie podr¨¢ decir que me he sometido al general". La salida l¨®gica era el humor gr¨¢fico, donde pod¨ªa dar cierta rienda suelta a su pluma y hacer meditar siempre con una sonrisa sobre los males del pa¨ªs.
Su primera colaboraci¨®n la hizo en Jaimito, un tebeo donde ya recreaba en c¨®mic a Tip y Coll. Despu¨¦s pas¨® a La Codorniz. "Entrar en una revista era entonces f¨¢cil. Lo dif¨ªcil, incomprensiblemente, es ahora. Estamos en una ¨¦poca dorada para la s¨¢tira y, sin embargo, no hay revistas de humor". En los sesenta, quiz¨¢ por aquello de que al mal tiempo buena cara, una docena de publicaciones (La Codorniz, Hermano Lobo, Don Jos¨¦, etc¨¦tera) se apilaban en los quioscos para dar un poco de alegr¨ªa a los espa?oles. "Adem¨¢s", se?ala, "port¨¢bamos la herencia de Fern¨¢ndez-Fl¨®rez, Poncela, Mihura. En Espa?a hay una tradici¨®n humor¨ªstica que se remonta al Siglo de Oro".
Bajo el escudo de su marquesado o con su nombre de pila a secas, Seraf¨ªn vert¨ªa lo m¨¢s punzante de su pluma en aquellas marquesonas descocadas y entradas en carnes que pronto le har¨ªan famoso. "Era con lo ¨²nico con lo que te pod¨ªas meter porque al r¨¦gimen le ven¨ªa bien. Los propios falangistas me animaban a seguir d¨¢ndole a la aristocracia". Incluso el propio marqu¨¦s de Villaverde, en la ¨²nica ocasi¨®n que coincidi¨® con el dibujante, le incit¨® a seguir en la misma l¨ªnea. "Es la vanidad espa?ola", relata Seraf¨ªn. 'Tos marqueses jam¨¢s se enfadaron conmigo porque sencillamente no se ve¨ªan retratados en mis dibujos. La aristocracia de nuevo cu?o pensaba que yo retrataba a los nobles de siempre, carlistones y mon¨¢rquicos, mientras que ¨¦stos ve¨ªan reflejados a los arribistas, aquellos a los que el t¨ªtulo se lo hab¨ªa dado Franco".
El resto de la pol¨ªtica estaba vedado al humor. S¨®lo se admit¨ªa una velada cr¨ªtica a los ayuntamientos y nada m¨¢s. "Hab¨ªa que luchar mucho contra ese toro corniveleto de la censura. Los peores eran los politicastros y los directores generales. ?sos le sacaban punta a todo y nos obligaban a hacer equilibrios". Aun as¨ª, en La Codorniz llov¨ªan los multazos. Una de las sanciones m¨¢s cuantiosas que recuerda fue por un chiste, por supuesto de marquesas, en el que el dibujante recog¨ªa la preocupaci¨®n por la escasez del aceite. "Era una ¨¦poca en la que se empezaba a exportar aceite de oliva en grandes cantidades y empezaron a traer aceite de soja. Al escuchar la radio, una de mis marquesas le dec¨ªa a la otra: 'No s¨¦ si dice que nos van a poner los toros sin aceite, o nos van a dejar a todos sin aceite". Esa vi?eta le vali¨® un multazo que pag¨® ?lvaro de la Iglesia, director de la publicaci¨®n, y unos cuantos gritos de la Direcci¨®n General de Prensa. "Si nos quedamos sin aceite", me dijeron chillando, "se queda desde el mismo Caudillo hasta el ¨²ltimo pobre del Estado espa?ol".
Entre tanto celo y recato, sus marquesas s¨®lo pudieron despechugarse gracias a un truco que, semana tras semana, repet¨ªa el dibujante. Mandaba a censura los dibujos a l¨¢piz con las marquesas cubiertas hasta donde indicaba la decencia. En cuanto el censor le daba el visto bueno Seraf¨ªn met¨ªa goma de borrar y destapaba los escotes.
La muerte de la dictadura fue tambi¨¦n la muerte de La Codorniz y de gran parte de las revistas de humor de la ¨¦poca. "Se hundi¨® la s¨¢tira y el humor gr¨¢fico, cuando en buena l¨®gica tendr¨ªa que haber vivido un fuerte florecimiento".
Tras el cierre, Mingote, Chumi-Ch¨²mez, Eduardo, Kal¨ªkatres y Seraf¨ªn pasaron al suplemento de humor de Abc, El Loro, con la intenci¨®n de revivir el esp¨ªritu de la fenecida revista. Los tres ¨²ltimos tuvieron una corta colaboraci¨®n, apenas unos meses, que no le ha dejado buenos recuerdos al dibujante y abri¨® una brecha en su relaci¨®n con algunos de sus compa?eros. Se acababa de trazar la frontera entre ganadores y perdedores. Los primeros se reciclaron y hoy contin¨²an su colaboraci¨®n en distintos medios de comunicaci¨®n. El resto, Seraf¨ªn, Eduardo, Kal¨ªkatres, sobreviven pas¨¢ndolas canutas y compartiendo todav¨ªa una buena amistad. Eso s¨ª, sin dejar de dibujar. Seraf¨ªn ve televisi¨®n, es lector asiduo de prensa, revistas del coraz¨®n incluidas, en las que halla una fuente de inspiraci¨®n para sus dibujos, que hoy expone en centros culturales, subastas por lotes, o ende con la ayuda e su mujer por el barrio. Chueca se ha convertido en una variopinta sala de exposici¨®n para sus trabajos. En muchas tiendas, bares y casas de comidas aparecen colgados algunos de sus dibujos. A veces est¨¢n a la vena, otras son regalos que Seraf¨ªn hizo a sus due?os, otras m¨¢s son un recuerdo de cuentas gastron¨®micas sin saldar. "Cuando deb¨ªa dos o tres comidas no me quedaba otro remedio que dejarles un dibujito. Lo malo", e lamenta, "es que tambi¨¦n est¨¢n cerrando todas las tascas que hab¨ªa". El barrio ya no es lo que era: un nido de escritores y artistas que orbitaban todos en torno a las tertulias del Gij¨®n. Tampoco lo es el humor. "Se ha perdido la iron¨ªa, que es decir lo contrario de lo que quieres dar a entender. El humor tiene que hacer sonre¨ªr y meditar". Ahora la meditaci¨®n ha dado paso a la imitaci¨®n. "Antes ten¨ªa a un Wenceslao Fern¨¢ndez-Fl¨®rez, a un Tono, a un Mihura. Hoy s¨®lo nos queda Chiquito de Ubrique o Los Morancos".
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