?M¨¢s paro en la UEM?
La mayor virtualidad que en los ¨²ltimos meses ha cobrado la transici¨®n a la tercera fase de la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria (UEM) y las consiguientes probabilidades asociadas a que sea un n¨²mero relativamente amplio de pa¨ªses el que acceda en primera convocatoria, est¨¢ contribuyendo al desplazamiento gradual de la atenci¨®n de los analistas desde la satisfacci¨®n y consistencia de las condiciones de acceso, hacia las menos formales, pero m¨¢s vinculantes, que regir¨¢n a partir del 1 de enero de 1999. Descontada la flexibilidad interpretativa que se aplicar¨¢ a esos criterios macroecon¨®micos, parece llegado el momento de anticipar con mayor precisi¨®n las consiguientes exigencias de adaptaci¨®n microecon¨®mica que impone la adopci¨®n de un sistema de tipos de cambio irrevocablemente fijos sobre una econom¨ªa como la espa?ola: las barreras de entrada a la fase final de la UEM, que en modo alguno garantizan la supervivencia en la misma.Independientemente de los costes que se deriven de la p¨¦rdida del tipo de cambio como amortiguador de perturbaciones asim¨¦tricas que sufra nuestra econom¨ªa, una cosa es f¨¢cil de anticipar: las pol¨ªticas macroecon¨®micas en el seno de la uni¨®n monetaria, al menos en un dilatado periodo inicial, no dispondr¨¢n de un car¨¢cter precisamente expansivo. La aplicaci¨®n del Pacto de Estabilidad, dependiendo de las estipulaciones y sanciones que finalmente se concreten, va a obligar al mantenimiento de una disciplina fiscal orientada a satisfacer objetivos de d¨¦ficit presupuestario, cuando menos, similares a los actuales. La pol¨ªtica monetaria que dise?ar¨¢ el Banco Central Europeo, por su parte, procurar¨¢ reducir ese d¨¦ficit de credibilidad con la que nacer¨¢ frente al Bundesbank. En consecuencia, no cabe, o por lo menos no es aconsejable, confiar en la existencia de pol¨ªticas excesivamente propiciadoras del crecimiento a corto plazo.
La asunci¨®n de estas hip¨®tesis es relevante para muchos aspectos pero, en particular, nos permiten afirmar que las posibilidades de reducci¨®n del desempleo, en ausencia de pol¨ªticas espec¨ªficas, son reducidas. Su adopci¨®n, antes incluso de esperar al inicio de la tercera fase de la UEM, deber¨ªa ser la principal prioridad de cualquier Gobierno europeo, pero en mayor medida de aquel que tiene sobre la mesa una quinta parte de la poblaci¨®n en edad y con deseos de trabajar en paro, el doble del promedio de la Uni¨®n Europea.
Unas jornadas convocadas durante el pasado fin de semana en La Coru?a por la Fundaci¨®n Barri¨¦ de la Maza, adem¨¢s de procurar el debate p¨²blico entre una veintena de economistas, en su mayor¨ªa acad¨¦micos, sobre distintos aspectos de la UEM, reuni¨® en una sesi¨®n a cuatro de los m¨¢s cualificados conocedores de nuestro mercado de trabajo: Javier de Andr¨¦s, Juan J. Dolado, Juan F. Jimeno y Luis Toharia. Sobre la base de un diagn¨®stico en gran medida com¨²n, cuya revisi¨®n ser¨ªa aconsejable para nuestros gobernantes, empresarios y sindicalistas, discutieron algunas propuestas concretas de reforma.
En particular, las formuladas por Dolado, merecen una consideraci¨®n tanto m¨¢s detenida cuanto que, lejos del atrincheramiento o de la desregulaci¨®n a ultranza, abre v¨ªas para afrontar el problema susceptibles de facilitar un espacio com¨²n de entendimiento, en aras de garantizar la r¨¢pida eliminaci¨®n de aquellos obst¨¢culos que impiden la convergencia real de la econom¨ªa espa?ola.
En ninguno de los tres ¨¢mbitos que se presentan como prioritarios de esas reformas -el subsidio de desempleo, las pol¨ªticas de formaci¨®n y los costes de despido- existen razones para esperar a estar dentro de la UEM; ni siquiera aqu¨¦llas amparadas en la supuesta mayor simplicidad de la pedagog¨ªa pol¨ªtica que exigir¨¢n. La pasividad puede diluir las ventajas que, sin duda, tendr¨ªa la participaci¨®n de Espa?a en la primera convocatoria de la uni¨®n monetaria; desde luego para esos 1,8 millones de espa?oles que integran la m¨¢s estigmatizada de las calificaciones hoy existentes: "Parados de larga duraci¨®n".
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