Muere Cano Lasso, el arquitecto de la sobriedad
Desaparece, a los 76 a?os, uno de los grandes representantes de la Escuela de Madrid
V¨ªctima de una neumon¨ªa, el pasado s¨¢bado falleci¨® en Madrid Julio Cano Lasso (Madrid, 1920), acad¨¦mico de Bellas Artes de San Fernando, medalla de oro de la Arquitectura Espa?ola y uno de los m¨¢ximos representantes, junto a Fern¨¢ndez Alba, S¨¢enz de O¨ªza o Corrales y Molez¨²n, de la arquitectura espa?ola de la posguerra. Con un estilo equilibrado y sereno, su obra es un ejemplo de respeto a la modernidad y a la herencia hist¨®rica.
A m¨ª me ha interesado mucho -repet¨ªa Cano Lasso- la trasfusi¨®n de lo popular a lo culto y. de lo culto a lo popular". Con ello expresaba la s¨ªntesis que a lo largo de 47 a?os de profesi¨®n ha mantenido en sus proyectos. Llamaba a su obra "racionalismo en ladrillo" como manera de concretar su particular asunci¨®n del movimiento moderno. Amaba la arquitectura intemporal y, a despecho de interpretaciones torcidas, se declaraba seguidor de la obra hist¨®rica que han representado en Espa?a Juan de Herrera o Juan de Villanueva.Pocas veces arriesg¨® en las formas, ni se present¨® como un dise?ador osado. Acab¨® la carrera con premio extraordinario y, a lo largo de su vida, sigui¨® obteniendo m¨¢s de 25 primeros premios en unos 120 concursos a los que concurri¨®. Jos¨¦ Antonio Corrales, compa?ero de generaci¨®n y amigo, con quien preparo conjuntamente el ingreso en la escuela, dice de ¨¦l que "ganaba todo lo que se propon¨ªa. Era un temible competidor". Resultado de esa brega, logr¨® el encargo de construir el Pabell¨®n de Espa?a para la Expo de Sevilla. Pero fue justamente esta obra, su realizaci¨®n m¨¢s popular, la que le acarre¨® uno de sus mayores disgustos. Apenas quer¨ªa referirse a ella cuando, en los ¨²ltimos a?os, se le preguntaba por el conflicto que le hizo dimitir antes de concluir los trabajos. Su profesionalidad le impidi¨® aceptar los cambios que impon¨ªa el comisariado de la muestra. "Para que Julio se enfadara hasta ese extremo debieron acumularse muchas razones de peso. Ten¨ªa un talante equilibrado, muy diferente al mal genio que a m¨ª me ha perjudicado tanto", afirma Miguel Fisac, quien destaca en la obra de Cano Lasso sus casas de ladrillo en la calle Bas¨ªlica de Madrid.
Estas viviendas, junto a la Universidad Laboral de Almer¨ªa o el Auditorio de Galicia, han quedado como prueba de su gusto por las ra¨ªces populares y la elegante nitidez de las soluciones. "Era todo un se?or. Un perfecto caballero que, con un sello de, humanidad y valor tecnol¨®gico, entronc¨® con los viejos maestros", dice Sa¨¦nz de O¨ªza.
El mismo Cano Lasso era tan consciente de su apego a la historia que hace unos meses declaraba a EL PA?S: "Mis hijos me reprochan que d¨¦ la impresi¨®n de que s¨®lo me interesa el pret¨¦rito. Efectivamente, la dignidad que presid¨ªa la construcci¨®n de viviendas ya no existe. No existe respecto a las viviendas ni existe tampoco respecto a los cementerios. Antes hab¨ªa gente que se dejaba la mitad de su hacienda en un pante¨®n y ahora se preocupan m¨¢s del veraneo que de enterrar a su padre".
Nada parecido le ha ocurrido a ¨¦l. De los ocho hijos que ha tenido, cuatro son arquitectos (tres hombres y una mujer entre los 40 y los 29 a?os) y han trabajado a su lado con una avenencia que envidiaron los colegas. La muerte de su padre ahora es, a la vez, la desaparici¨®n de un maestro y de un asiduo compa?ero.
Babelia
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