El legado de Jos¨¦ Antonio Maravall
Cuando Maravall celebr¨® su 75 aniversario, EL PAIS le dedic¨® un amplio reportaje, en agosto de 1986, apenas tres meses antes de su fallecimiento, en el que destacaba el t¨ªtulo de "maestro de libertad y de europe¨ªsino". Los diez a?os transcurridos desde entonces hubieran apasionado a Jos¨¦ Antonio Maravall, siempre observador atento y ciudadano comprometido con la civilidad y proyecci¨®n de lo que significaba Espa?a. Maravall, conocedor profundo de la historia y la cultura tanto del ¨¢mbito castellano como de la Corona de Arag¨®n, trabajador infatigable hasta el ¨²ltimo momento de su vida, ha dejado tras de s¨ª una obra proteica que, como se?al¨® el P. Batllori, le convierte en uno de los historiadores que en el ¨¢mbito general -esto es, en el ¨¢mbito de nuevas perspectivas y apertura y fecundaci¨®n de horizontes- m¨¢s ha influido en profundidad en casi todos los sectores especializados de la historia, con una influencia "s¨®lo comparable en ese espacio generalista a la que ejerci¨® Vicens Vives en el ¨¢mbito de la historia econ¨®mica". Esa huella qued¨® ampliamente reconocida tanto en los varios homenajes que se le hicieron en vida como en el momento de su p¨¦rdida definitiva. La comunidad cient¨ªfica de historiadores de diversas procedencias y especialidades, incluidos relevantes historiadores de la ciencia y de la econom¨ªa, as¨ª como cient¨ªficos sociales de diversas materias -sociolog¨ªa, ciencia pol¨ªtica, psicolog¨ªa- que ¨¦l hab¨ªa contribuido a asentar en la Universidad espa?ola, se volcaron generosamente y desde diversas tribunas en ese reconocimiento. La aparici¨®n, posiblemente en fecha no lejana, de sus obras completas reavivar¨¢ y dejar¨¢ objetivamente fijada su inmensa labor.En el recuerdo de todos los que le tratamos perdurar¨¢ tambi¨¦n la imagen del profesor y maestro siempre disponible -a pesar de su trabajo y de su fr¨¢gil salud- para aclarar dudas, recibir e impulsar a j¨®venes investigadores, charlar con sus amigos, estimar y discrepar con sus colegas. Dej¨® escrito que algunos espa?oles a veces eran propicios a la pol¨¦mica o descalificaci¨®n global sin la estimaci¨®n objetiva de las cosas, y esa doble funci¨®n -estimar y discrepar- le parec¨ªa el pre¨¢mbulo imprescindible para la convivencia. Por eso ni en su obra ni en sus manifestaciones p¨²blicas, ni en su relaci¨®n personal, encontraremos nunca juicios apocal¨ªpticos. Sus vibrantes a veces intervenciones en coloquios, congresos, seminarios, adem¨¢s de estar marcadas por la inteligencia y el conocimiento, se revest¨ªan siempre de un trato exquisito hacia las personas, de la matizaci¨®n y separaci¨®n de planos y complejidad de lo real. Quiz¨¢s en parte porque su sentida y aut¨¦ntica vocaci¨®n de historiador le hac¨ªa abominar de lo que ¨¦l llamaba "jueces historiogr¨¢ficos", y hac¨ªa suya -como escribi¨®- la frase de Febvre contra esos "jueces suplentes del Valle de Josaphat", al tiempo que negaba toda funci¨®n de tal car¨¢cter al historiador "que no era siquiera un juez de instrucci¨®n: La historia no juzga, comprende", resum¨ªa Maravall haciendo suyo el apotegma de Febvre.
La historia era para Maravall una construcci¨®n humana, a la que hab¨ªa que acercarse con un, m¨¦todo y unas herramientas cient¨ªficas ordenadas. Una construcci¨®n en primer lugar que le hab¨ªa deslumbrado desde que leyera, muy joven todav¨ªa, seg¨²n contaba, la descripci¨®n que Max Scheler daba del hombre: "el ¨²nico ser capaz de decir no a la realidad". El ¨²nico ser, dir¨ªamos hoy en t¨¦rminos de Steiner, capaz de levantar falsos, capaz de construcciones tan complejas como es el propio lenguaje y las diferentes culturas. De ah¨ª la importancia que daba Maravall al pensamiento ut¨®pico en cuanto proyecci¨®n imaginativa de alternativas a la realidad; de ah¨ª tambi¨¦n la importancia que otorg¨® siempre a Ias palabras", a los cambios l¨¦xicos y a sus contenidos sem¨¢nticos nuevos, orientaci¨®n historiogr¨¢fica en la que tambi¨¦n fue pionero. Pero, en segundo lugar, Maravall estimaba que la reconstrucci¨®n de la historia de los hombres exige un determinado enfoque cient¨ªfico, que no es simplemente lo que tambi¨¦n Febvre llamaba, "con fina y un tanto malhumorada iron¨ªa" -dec¨ªa Maravall- el "m¨¦todo de la c¨®moda", en el que la buena ama de casa guarda ordenadamente en sus cajones, desde el de m¨¢s arriba hasta el de abajo, los objetos personales y prendas de vestir. La historia de los hechos humanos no puede entenderse ni reconstruirse sin la historia de los sistemas de valores con los que los hombres de cada ¨¦poca se enfrentan a su medio, sin la historia del pensamiento y de las ideas de esos hombres, sin conocer o intentar penetrar en su mentalidad.
Maravall, para quien la demolici¨®n objetiva de t¨®picos hist¨®ricos fue siempre una tarea primordial, era muy consciente de la fuerza de esa "imagen mental" con la que los hombres representamos nuestra propia realidad, con la que evaluamos, puntuamos constantemente nuestra relaci¨®n con el mundo. Claro que esa evaluaci¨®n puede cambiar, pero de una manera dif¨ªcil, compleja, sofisticada, y muy diferente seg¨²n el nivel de donde parten nuestras premisas o pautas de elaboraci¨®n. Esta dificultad explicaba para ¨¦l la perduraci¨®n, por ejemplo, de una crisis social cuando ya hab¨ªa pasado y hab¨ªa sido superada una crisis econ¨®mica: en el imaginario social quedaba fijado el espectro de angustia, de inseguridad, de temor o de p¨¦rdida, de amenaza, aun cuando ya hubiera pasado lo peor. Entre los ejemplos, que contaba divertido, de esa dificultad de cambiar unas "ideas preconcebidas", convertidas ya en "creencias" en el sentido orteguiano, citaba el relato de Anselmo Lorenzo sobre la venida de Fanelli a Madrid. Esa visita ha sido glosada y contada en todos sus pormenores, d¨®nde se reunieron, cu¨¢ntos, qui¨¦nes eran, qu¨¦ tiempo dur¨® aquello, etc¨¦tera, pero sin embargo Maravall resaltaba que se hab¨ªa olvidado lo fundamental: el que Fanelli habl¨® en italiano a aquellos obreros madrile?os y por tanto "nadie entendi¨® una palabra, pese a lo cual, dice Lorenzo, todos salimos convencidos". Esa situaci¨®n mental que hace que "todos sali¨¦ramos convencidos" es la que interesaba al historiador. El rechazo de t¨®picos y la comparaci¨®n siempre de situaciones hist¨®ricas espa?olas con las europeas de su tiempo -tambi¨¦n Maravall ha relatado gozoso c¨®mo en la Sorbona desmont¨® la imagen del Lazarillo como algo t¨ªpicamente espa?ol, o la falacia del "espa?ol perezoso" al comparar lo que se escrib¨ªa en el XVII sobre los ingleses- le llev¨® al rechazo de la "nostalgia de diferencialismo", como denominaba al "Espa?a es diferente".
Si, en frase cl¨¢sica, "nadie puede llamarse feliz hasta el ¨²ltimo d¨ªa de su vida", y nadie puede entrar en el sentimiento ¨ªntimo de otro, Maravall s¨ª dej¨® escrito y repiti¨® p¨²blicamente que se consideraba "un hombre de suerte". Amigo de sus amigos, con su mujer Mar¨ªa Teresa siempre a su lado y sus hijos alrededor, con su trabajo bien hecho, lleg¨® a dar con lo que Antonio Gimeno llam¨® la clave de una vida centrada y, cuando alguien de su capacidad se centra, el resultado humano y cient¨ªfico es impresionante. Tal es el legado de Jos¨¦ Antonio Maravall.
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