Virtual
Llamamos realidad virtual a aquello que parece real pero que no lo es: una quimera, un embeleco. El t¨¦rmino ha hecho fortuna recientemente al calor de las nuevas tecnolog¨ªas, pero la realidad virtual siempre ha existido, desde la ¨ªnsula Barataria cervantina al comportamiento de todos los humanos en los primeros momentos del amor: pues qu¨¦ hay de mayor virtualidad, esto es, de fingida realidad, de mentira embriagante, que la falsa personalidad que todos asumimos al comenzar una pasi¨®n. Amar, ya se sabe, es dar lo que uno no tiene a quien no es: un fascinante juego de apariencias y equ¨ªvocos.Pero para virtualidad a todo meter, para gloria total de lo ilusorio, nada como estas fechas entra?ables, dulce Navidad pinchada en vena. En los anuncios televisivos, en el ¨¢nimo jaranero y esforzado de los locutores radiof¨®nicos, en la presi¨®n del aire: por doquier nos acecha la Navidad de plexigl¨¢s, toda felicidad y az¨²car cande.
Recomiendo un ejercicio espiritual: c¨®janse todas las revistas del coraz¨®n de la semana y l¨¦anse de cabo a rabo. All¨ª las famosas ense?an sus belenes, all¨ª los folkl¨®ricos brindan con cava y sonr¨ªen hasta descoyuntarse las mand¨ªbulas, all¨ª la set alardea de acebo y de cohesi¨®n familiar a prueba de bombas. Viendo esa profusi¨®n de bolas de colores, ni?os deliciosos, adultos encantados, amantes enamorados, ¨¢rboles cuajados de bombillas, ropas de post¨ªn y paquetes brillantes, a una se le olvida que en el mundo hay tropecientas mil personas a¨²n pedidas entre Ruanda y Zaire, y un exceso de dolor, de hambre y de ferocidad por todas partes. De hecho incluso se te olvida que tambi¨¦n existen los momentos de felicidad real y de belleza aut¨¦ntica, porque todo queda sepultado bajo ese barniz virtual de la dicha de pl¨¢stico, est¨¢tica, antiest¨¦tica y zopenca.
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