Llamamiento
Este peri¨®dico, desde la fundaci¨®n de nuestra asociaci¨®n Derecho a Morir Dignamente, tom¨® una actitud decididamente favorable a nuestra legalizaci¨®n, que en principi¨® nos fue denegada por el entonces ministro del Interior (1984). Ahora, como entonces, le ruego publique esta carta en defensa de unos derechos naturales e imprescriptibles de todo ciudadano libre, de una naci¨®n libre y democr¨¢tica laica.Mi amigo Ram¨®n Sampedro, tetrapl¨¦jico y miembro de nuestra asociaci¨®n, est¨¢ siendo sometido a la doble tortura de sufrir y causar, contra su voluntad, el dolor de los seres que le quieren y a los que ¨¦l ama.
Este llamamiento va dirigido a nuestros diputados, que se supone hemos elegido para representarnos a los ciudadanos, ¨²nicos depositarios del poder en una democracia: ?ustedes son conscientes de cu¨¢l es su obligaci¨®n respecto a los derechos naturales e imprescriptibles? ?Ustedes saben que esos cuatro derechos, a saber: libertad, propiedad, seguridad y resistir a la opresi¨®n, nadie, ni siquiera ustedes pueden restringir? ?Han olvidado, si es que efectivamente lo sab¨ªan, que defender esos derechos, precisamente defenderlos contra todos los posibles atentados de quien sea, es su principal deber? Una sociedad donde no se respete la voluntad de cada ciudadano en todo acto que no sea perjudicial para otro u otros no es democracia ni tiene una constituci¨®n leg¨ªtima. Unos diputados que proh¨ªban a los ciudadanos alg¨²n acto inofensivo para la sociedad u otro ciudadano no son democr¨¢ticos, tampoco lo son si obligan a alguien a hacer algo que merme sus derechos leg¨ªtimos.
Se?ores diputados, ustedes legislan y gobiernan en nombre de los ciudadanos, y el respeto a los derechos de ¨¦stos, de todos y de cada uno, est¨¢ por encima de cualquier otra considerci¨®n, ?¨¦sa es la prueba de su pureza democr¨¢tica! y, pese a quien pese, mientras Ram¨®n Sampedro o cualquiera otra persona, vea sometida su voluntad por la arbitrariedad ajena a su derecho, esto no es una aut¨¦ntica democracia; unas elecciones pueden estar trucadas, pero el respeto a la dignidad de cada ciudadano o ciudadana es la prueba inconfundible de lo justo o injusto de un r¨¦gimen pol¨ªtico.
En cuanto a los ciudadanos "de a pie", no os dej¨¦is manipular con bellas frases que se prestan a diversas interpretaciones; estamos defendiendo cosas que no son incompatibles: derechos y moral. Nada hay m¨¢s injusto e inmoral que hacer sufrir a otro ser humano, o consentir el sufrimiento pudiendo evitarlo.-
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