"El que no usa EPO es porque no tiene dinero"
Las revelaciones sobre el dopaje abren la caja de los truenos
El asunto es dram¨¢tico porque es siniestro. Aunque las palabras impongan a los legos: eritropoietina, hematocrito, hemoglobina, somatropina... Todo es como antes aunque el ambiente del deporte se haya llenado de argumentos de novela negra: dossieres secretos guardando polvo a?o en un estante olvidado, revelaciones inesperadas, confesiones de los culpables, ruidos extra?os en las habitaciones a medianoche, toda la verdad al descubierto, contrabando por fronteras poco vigiladas, mercado negro, casi muertes en la cama... Es el mundo del dopaje en el deporte en la d¨¦cada de los 90. Igual de zafio que en los a?os heroicos, aqu¨¦llos de "dame una anfeta que me escapo", o "has probado las amarillas que bien van", o "qu¨¦ tomar¨¢ ¨¦se para dejarme aqu¨ª tirado".Es la otra cara del deporte, la madre de los r¨¦cords y de los millones, siempre oculta, pero ahora tan generalizada y ruidosa que no ha podido evitar salir a la luz en forma de esc¨¢ndalo y con el ciclismo y una sustancia prohibida, la eritropoietina (EPO), indetectable en los controles, como protagonistas.
Todo, su experimentaci¨®n, su consumo generalizado, su denuncia y su investigaci¨®n ha partido de Italia. Los ciclistas de all¨ª, tras varios a?os negros, de repente empezaron a ganar todas las carreras en que compet¨ªan. Ciclistas reputados como jamelgos hac¨ªan medias de pura sangre. La velocidad de las carreras aumenta de forma incre¨ªble. Los desarrollos de anta?o se quedan en broma al lado de los de ahora. Aparece una nueva especie de corredores, ¨¦sa que s¨®lo brilla pocos d¨ªas al a?o, y un solo a?o en su vida. Varios a?os igual crearon estrellas, pero ninguna era un corredor con continuidad, todas eran m¨¦dicos. La ¨¦poca de esplendor de Francesco Conconi y Michele Ferrari, art¨ªfices mediante sus "revolucionarios m¨¦todos de entrenamiento" del resurgir transalpino. Los ciclistas, a la, hora de ser tentados por otro equipo, no preguntan por sus objetivos o compa?eros, s¨®lo quieren saber qui¨¦n ser¨¢ el m¨¦dico. "Mientras una sustancia no se detecte en los an¨¢lisis no se puede hablar de dopaje", resum¨ªa Ferrari su filosof¨ªa del asunto. La cosa empez¨® a acelerarse a partir de esas declaraciones. Piden que se haga controles de sangre para detectar la EPO y se inicia una caza de brujas. "Es la epocres¨ªa que nos invade", dice un director espa?ol. "Cuando el resto del mundo les alcanza, los italianos denuncian. Ser¨¢ porque han dado con otra sustancia, quiz¨¢s la hormona del crecimiento (somatropina), mejor y quiere que se pille a los anclados en la EPO".
"El 80% de los ciclistas se dopan con EPO", dice un investigador italiano. "Se queda corto", dice un m¨¦dico espa?ol que quiere permanecer en el anonimato "Yo dir¨ªa que el 90%, y los que no la utilizan es porque no tienen dinero para comprarla". "Quien no usa EPO no puede estar entre los mejores del mundo", dice un corredor. "Aunque seguramente sin EPO los que son hoy los mejores seguir¨ªan si¨¦ndolo".
La cuesti¨®n de la EPO es la de una regla de tres: cuanta m¨¢s concentraci¨®n de gl¨®bulos rojos hay en la sangre, m¨¢s capacidad tendr¨¢ el deportista de almacenar, transportar y extraer ox¨ªgeno para alimentar los m¨²sculos. Esto es vital en los deportes de resistencia. Los ri?ones producen de forma natural la eritropoietina, una hormona fundamental en la fabricaci¨®n de gl¨®bulos rojos. Desde M¨¦xico 68 y hasta que la ingenier¨ªa gen¨¦tica sintetiz¨® la EPO, la ¨²nica forma de enriquecer la sangre era entrenarse en altura o en una c¨¢mara hipob¨¢rica -un recinto aislado del que se extrae ox¨ªgeno para simular las condiciones de altitud- La menor concentraci¨®n de ox¨ªgeno en el aire fuerza al organismo de los atletas a fabricar m¨¢s gl¨®bulos rojos para paliar el menor ox¨ªgeno ingerido. Pero en 1989 se comercializa la EPO sint¨¦tica como medicamento para enfermos sometidos a di¨¢lisis renal. La medicina deportiva se apropia de la sustancia.. Los problemas que causa el entrenamiento en altura o en c¨¢mara hipob¨¢rica -cu¨¢nto entrenar, de qu¨¦ forma, cu¨¢nto parar a nivel de mar antes de competir- desaparecen. Una inyecci¨®n controlada lo soluciona todo, aunque los peligros son claros.
"El problema es que los m¨¦dicos vamos por detr¨¢s de los deportistas", dice un m¨¦dico espa?ol. "Yo me asombro de cu¨¢nto saben. Te hablan de sustancias que t¨² s¨®lo conoces de o¨ªdas. El peligro de la EPO es de dosificaci¨®n. No por inyectarte m¨¢s vas a rendir m¨¢s, porque el cuerpo tiene un nivel ¨®ptimo de aprovechamiento que no se puede incrementar artificialmente. Pero si te pasas, cosa que no ocurre entrenando en altura porque all¨ª el organismo asimila lo que fabrica, pones en peligro la vida. Si se pasa alguien en la dosis, si lo inyecta por v¨ªa intravenosa en vez de subcut¨¢nea, la sangre se densifica y hay que tomar aspirina o inyectar plasma para evitar el colapso".
Esto es lo siniestro, como en todas las historias de prohibici¨®n, de drogas o alcohol, seg¨²n el m¨¦dico. "Los m¨¦dicos no controlamos, s¨®lo estamos para la urgencia. Aclaramos la sangre y como resultado, a veces, el organismo reacciona con v¨®mitos y diarreas que, a veces, se disfrazan de intoxicaciones alimenticias". Adem¨¢s, antes de poder tener un tratamiento de EPO un deportista necesita hacer un gran volumen de entrenamiento y trabajo para poder asimilarla. El debate se enrarece, finalmente, en las ramas de lo moral y lo ¨¦tico. "Por qu¨¦ se permite el entrenamiento en altura, mucho m¨¢s caro, o las c¨¢maras hipob¨¢ricas y no la EPO?", se preguntan algunos directores. "?Por qu¨¦ no se llega a un acuerdo entre los m¨¦dicos de los equipos para determinar lo que es peligro so para la salud y lo que no? Si de cidimos, por ejemplo, que nadie debe sopresar una tasa de 18 en la hemoglobina, avanzar¨ªamos. Pero no con esta epocresia".
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