El profesor comenz¨® por no existir
Tengo entendido -lo dice, entre otros, Ortega- que un profesor de Derecho Romano de la Universidad de Zaragoza comenzaba solemne y tenazmente cada curso con ¨¦stas y siempre las mismas palabras: "El Derecho Romano, se?oras y se?ores, comenz¨® por no existir". Sin duda, se deb¨ªa advertir la intr¨ªnseca contradicci¨®n de la frase en cuesti¨®n -lo que comienza ya existe- porque, por lo visto, suscitaba la risa de los oyentes. Quiz¨¢ lo que quer¨ªa decir este prosopop¨¦yico romanista es que del Derecho Romano pudo decirse en un momento determinado ?ya existe!, a modo de un Big-Bang min¨²sculo (si se compara con el que dio lugar a la existencia de este mundo). Es plausible suponer tambi¨¦n que el profesor quisiera resaltar el hecho de que todo lo existente, incluso el Derecho Romano, no exist¨ªa con anterioridad y que, por tanto, algo, alguien o algunos le confieren existencia, y con ello presencia y patencia.He reflexionado estos d¨ªas acerca de esto -a preguntas de algunos entrevistadores- a partir de la existencia y patencia del profesor Quintana, que en alg¨²n momento tuvo su iniciaci¨®n. Si dejara de serlo, Quintana, que comenz¨®, como he dicho, alguna vez como profesor, comenzar¨ªa entonces a inexistir como tal. Si esto ¨²ltimo se hiciera realidad, el problema se plantear¨ªa por fin con una nitidez hasta ahora no lograda, enturbiado como est¨¢ por la pol¨¦mica en torno a la cuesti¨®n de menos monta de todas cuantas plantea el affaire de este se?or, a saber: el del contenido del texto en cuesti¨®n, o sea, las cosas que en ¨¦l dice.
Porque el problema no est¨¢ en lo que en el libro se dice, ni en la exigencia de que lo adquieran sus alumnos. Lo primero es una majader¨ªa, y al mundo de la majader¨ªa Quintana (como Jim¨¦nez del Oso, Rappel o Pitita Ridruejo) tiene derecho a acceder y, una vez en ¨¦l, desarrollar una actividad creadora y p¨²blica que nadie puede impedir ni es deseable que se intente siquiera (los majaderos son libres, como ciudadanos que son). Lo segundo no es m¨¢s que un abuso de poder (un abuso, por otra parte, igual al que cometen algunos componentes del estamento docente, en ocasiones tan torpe y descaradamente como este se?or lo ha hecho, en otras con mayor sutileza), y que se resuelve con una denuncia. Por eso, repito, el problema fundamental no es ni uno ni otro.
?Cu¨¢l es, entonces, el problema de verdadera enjundia? A mi modo de ver que el profesor Quintana comenz¨® por existir (por existir, enti¨¦ndase, no como Quintana, que ya exist¨ªa, sino como profesor). Es obvio que no se hizo a s¨ª mismo como profesor; es obvio, en consecuencia, que lo hicieron profesor, cuando menos merced a tres votos, y cada voto de una determinada y concreta persona, cada una de ellas profesor a su vez. Lo cual remite, se quiera o no, a preguntarse qu¨¦ clase de profesores son estos que (es una posibilidad) consideraron alguna vez competente al sujeto de marras u (otra posibilidad) estim¨¢ndolo incompetente, "lo existieron" como profesor para que se uniera a ellos -?para qu¨¦ otra cosa pod¨ªa ser?- con miras a f¨¢ciles tropel¨ªas ulteriores, es decir, a la procreaci¨®n de individuos de la especie quintana que pudieran en pocos a?os constituirse como una grande y poderosa familia. Como monsieur Jourdain hablaba en prosa sin saberlo, estos profesores (de cinco cuando menos tres) son tambi¨¦n quintanas, o ignoren o no quieran.
(Y otra pregunta al fin: ?qu¨¦ sistema es ¨¦ste que hace posible que en la Universidad se pueda dar ¨¦sta o parecida situaci¨®n?).
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