La dictadura del f¨²tbol
En buena l¨®gica, el f¨²tbol no deber¨ªa ser sino un complemento de la vida, pero cada vez abundan m¨¢s las personas que se empe?an en confundirlo con la vida misma. Son ya millones los individuos cuyo ¨²nico dilema vital se reduce a preguntarse, durante 24 horas al d¨ªa y 365 d¨ªas al a?o, qui¨¦n ganar¨¢ la Liga. Mientras tanto, la zafiedad y la pataner¨ªa son tan consustanciales al f¨²tbol que algunos empezamos ya a olvidar que hasta no hace mucho las cosas eran de otra manera.Pero lo cierto es que, hoy por hoy, el f¨²tbol est¨¢ absolutamente sobredimensionado, y cada vez va a resultar m¨¢s dif¨ªcil ponerlo en su sitio o, simplemente, darle la importancia que debiera tener y no m¨¢s. En los centros de trabajo, en bares y cafeter¨ªas, en los hogares, en los medios de comunicaci¨®n y en todos sitios, se habla y se habla de f¨²tbol. La particular fauna de personajes que genera este deporte nos tienen rodeados y contra la pared: orondos y maleducados presidentes, hinchas violentos, vocingleros y -lo peor de todo- fascistas, entrenadores y jugadores con actitudes propias de matones de taberna y, en fin, periodistas que hacen noticia de cualquier asuntillo menor acaecido en torno a estos personajes.
?ste es, por desgracia, el ¨²nico alimento espiritual de la inmensa mayor¨ªa de nuestros j¨®venes y no tan j¨®venes. As¨ª nos luce el pelo. Y sin embargo, a pesar de esta letan¨ªa mon¨®tona y aburrida, de esta tabarra permanente, qu¨¦ tendr¨¢ el f¨²tbol que una genialidad de Ronaldo o de Ra¨²l pueden bastar para reconciliarme con ¨¦l. A pesar incluso de los Jes¨²s Gil, Javier Clemente, Stoichkov o de los Ultrasur de turno.-
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