Tal como son
A un pol¨ªtico nunca se le conoce del todo hasta que llega al poder; lo que sea un partido es imposible saberlo hasta que alcanza ¨¦l Gobierno. Parafraseando el c¨¦lebre hallazgo de lord Acton, habr¨ªa que decir: si el poder es absoluto, el pol¨ªtico que alcanza el poder se corromper¨¢ absolutamente; si el Gobierno no se equilibra con otros poderes aut¨®nomos e independientes en su propio ¨¢mbito, el partido que lo ostenta cometer¨¢ abusos de poder. Esta es la gran lecci¨®n del liberalismo: que "el poder ejercido por el hombre sobre su pr¨®jimo es siempre una usurpaci¨®n"; que hay algo "diab¨®lico, enga?oso y vano" en el poder, como ha escrito admirablemente Francisco Ayala.El nombramiento y la confirmaci¨®n en su cargo del nuevo director general de RTVE es como el paradigma de lo que ocurre con los pol¨ªticos cuando llegan al Gobierno y no existen barreras institucionales que limiten su poder. Ante todo, que el cargo de director general de RTVE sea de libre disposici¨®n d¨¦ los pol¨ªticos en el Gobierno deb¨ªa constituir un esc¨¢ndalo en una sociedad que hubiera aprendido a distinguir lo p¨²blico de lo gubernativo. Por ser p¨²blica, RTVE necesita con urgencia un estatuto de autonom¨ªa que sit¨²e a sus directivos y empleados al abrigo de las intromisiones directas del poder; de un filtro que impida que un cambio de Gobierno determine el nombre del obediente lector de los telediarios de las nueve.
Como eso no es as¨ª y RTVE, m¨¢s que un ente p¨²blico, es un instrumento de agitaci¨®n y propaganda gubernamental, los pol¨ªticos en la oposici¨®n se llenan la boca de grandes palabras para asegurar que con ellos, cuando lleguen al Gobierno, se garantizar¨¢ su independencia y neutralidad. Promesas vanas que destrozan a la primera ocasi¨®n, aunque con ello aniquilen el valor de su propia palabra. ?Qui¨¦n podr¨¢ creer en adelante cualquier promesa del, presidente del Gobierno por mucho que arrastre las eses y ahueque la voz al pronunciarlas? Fascinado como debe de sentirse ante la libertad absoluta que le confiere diponer de un poder discrecional, al interesado ni siquiera se le plantea esa impertinente cuesti¨®n. Nada importa tirar la propia palabra al cubo de los desperdicios con tal de mostrar en un acto de lib¨¦rrima voluntad qui¨¦n manda aqu¨ª. Eso es el poder y quien no lo haya gustado no puede imaginar siquiera el placer que produce cambiar la cosa porque cambia el nombre de la cosa.
Es el placer que el poderoso siente al tachar la realidad si la realidad molesta. Por arte de birlibirloque, porque as¨ª lo decide el interesado, una sentencia de la Audiencia Nacional sin posible recurso de casaci¨®n se convierte en un infundio propalado por sus adversarios pol¨ªticos. Da igual que la sentencia sea p¨²blica, que los peri¨®dicos reproduzcan sus t¨¦rminos, que la Sala de lo Contencioso-Administrativo haya declarado "al recurrente don Fernando L¨®pez-Amor Garc¨ªa incurso en una falta grave de abuso de autoridad en el ejercicio del cargo". ?La sentencia? No existe; es s¨®lo que el recurrente renunci¨® a seguir recurriendo. ?El abuso de autoridad? Una venganza del anterior secretario de Estado de Hacienda.
Negar la palabra dada, tachar los hechos realmente ocurridos, mentir, enga?ar al p¨²blico, calumniar al adversario pol¨ªtico: ¨¦ste es el plus de competencia al que debe de referirse L¨®pez-Amor para justificar su nombramiento y tildar de predem¨®cratas a quienes le han puesto alg¨²n reparo. De una sola tacada, los pol¨ªticos en el Gobierno se han desnudado del ropaje del inter¨¦s general, del servicio p¨²blico, de la neutralidad e imparcialidad y han aparecido tal como son: gentes dispuestas a premiar como m¨¦rito para el ejercicio de un cargo a quien demuestre haber cometido al menos un abuso de autoridad en su vida. Pues, si el elegido "ha abusado de su posici¨®n sirvi¨¦ndose de su cargo para fines no previstos por el Ordenamiento" y es premiado por ello, quien lo nombra lo tiene literalmente en sus manos; es todo suyo y est¨¢ por entero a su servicio.
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