Eurodificultades
EL ARRANQUE del euro, la moneda ¨²nica europea, no va a ser cuesti¨®n de coser y cantar. Era previsible que en el pen¨²ltimo tramo en que se encuentra el proyecto -a un a?o de la decisi¨®n final prevista para la primavera de 1998- surgieran dificultades. Lo que menos cab¨ªa esperar es que afectaran al pa¨ªs monetariamente m¨¢s orto doxo, y pieza esencial del proyecto: Alemania. Sobre la econom¨ªa alemana se ciernen todo tipo de dificultades: una recesi¨®n incipiente a comienzos de este a?o, un paro que afecta al 12,2% de la poblaci¨®n activa, un agujero inesperado en 0,1 presupuesto de 1,6 billones de pesetas, una inflaci¨®n que se ha desbocado en el ¨²ltimo mes a causa de un invierno duro y probablemente de un d¨®lar fuerte -aunque su tasa interanual del 1,8% le permite aprobar ampliamente el examen de Maastricht- y una crisis pol¨ªtica en la que se cuestiona el liderazgo de Kohl.Kohl no parece dispuesto a tirar la toalla. Todo lo contrario. Est¨¢ impulsando un amplio programa de reformas fiscales y de pensiones, contemplando la posibilidad de nuevos recortes presupuestarios este mismo a?o, y lanz¨¢ndole una oferta a la. oposici¨®n socialdem¨®crata, que domina la C¨¢mara territorial (Bundesrat), para alcanzar un pacto de Estado. La partida est¨¢ en su punto m¨¢s caliente.
Que la entrada de una moneda en el euro pueda ponerse en peligro por acontecimientos que en muchos casos escapan al control de los Gobiernos, como el valor del d¨®lar, el mal tiempo o una huelga de camioneros, parece a todas luces un desprop¨®sito. Pero es tambi¨¦n la demostraci¨®n de que muchos pa¨ªses van tan al l¨ªmite para cumplir las exigencias acordadas que cualquier imprevisto desbarata todas las previsiones. Y en esas condiciones el examinador tiende al ser a¨²n m¨¢s exigente con el alumno poco aplicado.
A estas alturas del proceso empiezan a surgir m¨¢s voces que piden una flexibilizaci¨®n de los criterios. Pero no parece el mejor momento. Incluso si el acuerdo no fuera el mejor, los alemanes lo prefieren a la anarqu¨ªa o a un aprobado general anticipado. Incluso si su inflexibilidad s¨¦ puede tornar coyunturalmente contra la propia Alemania. Pero, adem¨¢s, todo el mundo sabe ya que en el examen de la primavera de 1. 998 terminar¨¢ primando un criterio pol¨ªtico, entre otras cosas porque casi nadie cumplir¨¢ el l¨ªmite del 60% del PIB en materia de deuda p¨²blica. Flexibilizar ahora los criterios equivaldr¨ªa a empujar a los pa¨ªses a relajarse. Y eso ser¨ªa un desastre. Los criterios de convergencia no responden s¨®lo a Maastricht, sino a unos mercados mundiales que penalizar¨¢n con tipos de inter¨¦s m¨¢s altos a los pa¨ªses que se relajen. Pa¨ªses como EE UU o Argentina cumplen de hecho el examen de Maastricht sin que les obligue a ello ning¨²n acuerdo supranacional. Es la nueva cultura econ¨®mica de este fin de siglo. Maastricht es el resultado de esa cultura.
Es verdad que sin Maastnicht y su calendario de 1999 para la moneda ¨²nica se podr¨ªa contar con m¨¢s tiempo para cumplir los criterios. ?Por qu¨¦ no, pues, aplazar el arranque de la tercera fase de la Uni¨®n Monetaria? El precio tambi¨¦n ser¨ªa muy elevado para Europa . en general, y para Espa?a en particular, si se anunciara a estas alturas. La moneda ¨²nica no circular¨¢ hasta el 2002, con lo que hay ya un cierto retraso de hecho. Pero la fijaci¨®n irrevocable de los tipos de cambios y la puesta en marcha del Banco Central Europeo debe hacerse el 1 de enero de 1999. De otro modo, se corre el riesgo de que el proyecto se vaya deshaciendo pol¨ªticamente, con consecuencias graves para el mercado ¨²nico y la construcci¨®n europea en su conjunto.
Una tercera posibilidad que se est¨¢ barajando ser¨ªa adelantar la decisi¨®n final sobre el paso a la tercera fase de la Uni¨®n Monetaria de la primavera de 1998 a finales de 1997. Esto permitir¨ªa un examen de selectividad m¨¢s flexible sobre datos provisionales de este ejercicio. Se calmar¨ªan as¨ª antes los mercados y la pol¨ªtica europea. En cualquier caso, a Espa?a no le queda otra alternativa que la ortodoxia.
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