"Don Siro, no; ll¨¢meme Garc¨ªa"
El destino es as¨ª. Ayer, sobre las 11.30, mientras Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz-Mateos aguardaba en la planta baja de la Audiencia Nacional el inicio de la vista final de su juicio, el financiero Javier de la Rosa sal¨ªa en busca de la fianza de 400 millones que ven¨ªa de imponerle la nueva juez del caso KIO, Teresa Palacios. Pero sus vidas se cruzaron mucho antes. En 1982,De la Rosa negoci¨® la venta a Ruiz-Mateos de Banca Masaveu, un banco que entr¨® clandestinamente en el grupo Rumasa, y seg¨²n Ruiz-Mateos tambi¨¦n ofreci¨®, sin ¨¦xito, un pacto entre Rumasa y Banesto.La ¨²ltima sesi¨®n del juicio de Rumasa, celebrada ayer ma?ana y tarde, se convirti¨®, pasadas las 17.15, en una sala de cine. A esa hora, el presidente del tribunal, Siro Garc¨ªa, le dio la palabra al empresario.
"Puedo llamarle Don Siro", pregunt¨® ret¨®ricamente Ruiz-Mateos, embutido en traje de franela gris perla cruzado, camisa celeste con rayas blancas, gemelos de oro. "Don Siro, no; ll¨¢meme Garc¨ªa", dijo el presidente del tribunal. La gente, familiares de RuizMateos y de los otros cuatro acusados, no con ganas.
"?Qu¨¦ va a pasar?" "Se pierde la fe... Estoy queriendo creer en la Justicia. Usted, con su detalle, generosidad, aguante y paciencia... Los enterados dicen:. t¨² les traes al fresco, te soportan para que no la formes, para que no te pongas el traje de preso, que debe ser el ¨²nico del mundo hecho por un sastre. Los m¨¢s avispados dicen que la decisi¨®n ya est¨¢ tomada...".
La voz tr¨¦mula. "Voy a llorar", anunci¨®. Se contuvo. Y sigui¨®. Habl¨® de su hijo Zoilo, el abogado que hizo el alegato, y de su familia. Sus ojos se cerraban y su cuerpo se agitaba. La emoci¨®n le hizo anunciar un segundo llanto. Se control¨®.
" El fiscal no cambia nada de su calificaci¨®n, he tenido que o¨ªr barbaridades.... Estuve por odiarle, pero a mis hijas les cae genial, y entonces a m¨ª tambi¨¦n me cae bien", dijo mirando a Ignacio Gordillo.
" El fiscal es joven. Una generaci¨®n son quince a?os. Yo tengo 65 a?os, somos distintos", explic¨®. "Disfrut¨¦ Don Siro al escuchar sus preguntas", agreg¨®. Y fue aqu¨ª, precisamente en este momento, cuando casi en un di¨¢logo consigo mismo, en passant, dijo una de las cosas m¨¢s importantes que se dijeron en el juicio.
"Cuando usted, Don Siro, quiso saber si las pr¨¢cticas de Rumasa eran generalizadas. Las hay y en aquella ¨¦poca m¨¢s".
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