Melancol¨ªas de Gabo
Mientras a¨²n estaba en Colombia, un d¨ªa reciente se despert¨® sobresaltado, Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. "?Un mundo sin lectores!". ?He tenido una pesadilla! ?He so?ado con un mundo sin lectores! "?Y de qu¨¦ ¨ªbamos a vivir a partir de ahora si esto fuera verdad?". El c¨¦lebre militar de El coronel no tiene quien le escriba protagoniza un di¨¢logo similar al final de ese memorable retrato. ?Y de qu¨¦ vamos a vivir ahora? El coronel respond¨ªa ah¨ª con la contundencia antigua de los pueblos: comeremos mierda. En este caso del sue?o real de Gabo no consta una respuesta, pero s¨ª se sabe que el escritor sigui¨® so?ando. En medio de ese sueno picassiano que es su vida de narrador -"yo no busco, encuentro"_ el hombre que le puso el adjetivo m¨¢gico a la realidad que hall¨® a lo largo de 70 a?os de su vida -ese aniversario tan redondo se cumple el jueves que viene- se fue camino de esa forma del exilio contempor¨¢neo que se produce cuando a alguien le entra melancol¨ªa de su propio pa¨ªs: nadie le persigue, huye del clima. La moral es una atm¨®sfera.Un amigo suyo defin¨ªa as¨ª la si tuaci¨®n esta misma semana en Madrid: "De pronto Gabo pens¨® que le estaban enga?ando, que no le estaban diciendo la verdad so bre su propia patria, y se sinti¨® ve jado. Lleno de melancol¨ªa, como si le hubiera abandonado un amigo, o m¨¢s bien una amiga, cerr¨® la puerta y se fue". La noticia ha dado la vuelta al mundo, como es natural, porque Gabo es muy no torio: ha escrito -en literatura, en periodismo- algunas de las p¨¢ginas m¨¢s bellas de este siglo, y ha sido para su pa¨ªs y para la imaginaci¨®n de Am¨¦rica Latina, y del espa?ol, el s¨ªmbolo de la vida de ,una lengua cuyos sue?os ¨¦l revolvi¨® de nuevo para hacer m¨¢gica la f¨¢bula que ya existe. Un d¨ªa, hace Madrid, hacia Bogot¨¢, y llam¨® desde, Barajas a un viejo amigo suyo, entonces diplom¨¢tico: "Pero, huev¨®n, ?es qu¨¦ no se nota ba que pasaba por aqu¨ª la gloria de. las letras colombianas?" El amigo le fue a ver en la escala del avi¨®n: "?Y qu¨¦ vienes haciendo?". "Ya ves, inventando la vaina del realismo m¨¢gico". "Lo eso qu¨¦ es?". "Lo que pasa, s¨®lo que por escrito".. "Estos huevones -los espa?oles- lo tuvieron con Quevedo, pero despu¨¦s parece que se durmieron".Setenta a?os de vida, 30 de Cien a?os de soledad y 50 del primer cuento publicado en su vida. Un a?o muy solemne para este Gabo de marzo, empujado por la melancol¨ªa fuera de su pa¨ªs. Cuando viv¨ªa en la calle Caponata de Barcelona, en medio del primer estruendo de Cien a?os de soledad, recib¨ªa a los visitantes "haciendo sonar un mu?eco que se activaba al abrir la puerta. El mu?eco emit¨ªa una carcajada enorme, que era la que a Gabo le permit¨ªa pasar el primer trago de su timidez. Esa zona de su territorio espiritual le ha mantenido siempre a salvo, temiendo la invasi¨®n de los visitantes, y como si siguiera protegido por ese mu?eco burl¨®n ha cambiado de residencia para poder escribir tranquilo. La fama y los otros aleda?os de su biograf¨ªa de Nobel le han tenido de un lado para otro, como si la patria fuera la casa de los aviones que odia, y en ese sentido vivi¨® en volandas mucho tiempo, hasta que pareci¨¢ que se hab¨ªa sentado en un sitio que al fin y al cabo era el suyo. Parece que dej¨® de funcionarle el mu?eco burl¨®n, porque de pronto su casa se llen¨® de la principal melancol¨ªa, la pesadilla m¨¢s perversa: ya no se puede vivir aqu¨ª. Literaturas aparte, ¨¦sa debe ser una sensaci¨®n terrible, pues los hombres no abandonan su casa -la simb¨®lica, la real: las dos se juntan- de pronto, sino porque se acumula esa melancol¨ªa; no tiene por qu¨¦ pasar una guerra civil e instalarse una dictadura, como le pas¨® a este mismo pa¨ªs.De Gabo se sabe que se va porque es un ciudadano notorio, pero habr¨ªa que pensar cu¨¢nta gente se va o se querr¨ªa ir de cualquier sitio -de cualquier pa¨ªs, de cualquier continente- por la misma acumulaci¨®n. de perplejidad, por la misma sensaci¨®n de hartazgo. Pensemos en Espa?a, sin ir m¨¢s lejos, en medio del vendaval presente: situado al extremo de una crispaci¨®n envolvente, en la que las ideas y las personas parecen valer lo mismo que los insultos. Pa¨ªs de esfuerzos in¨²tiles, al borde del par¨®n civil,- pa¨ªs burl¨®n, pa¨ªs que conduce a la melancol¨ªa.
Dec¨ªa Miguel de Unamuno que antes de la niebla no hay poes¨ªa. Nosotros estamos viviendo otra vez la sensaci¨®n previa a la niebla: lenguaje rudimentario, fascistoide, impunidad de los que tienen el poder de relegar la raz¨®n detr¨¢s de las carcajadas gruesas. Garc¨ªa M¨¢rquez se fue de su pa¨ªs porque se sinti¨® enga?ado y triste: ya no se puede vivir all¨ª, dice. Sus razones est¨¢n en Colombia y van con ¨¦l. Cada pa¨ªs ofrece su propia raci¨®n de pesadilla; al menos Garc¨ªa M¨¢rquez sufri¨®. s¨®lo la alucinaci¨®n del final definitivo de los lectores en una, de sus ¨²ltimas noches de Colombia. Aqu¨ª ¨¦se ser¨ªa un sue?o venial, porque las pesadillas espa?olas tienen la densidad espesa de los incendios lentos.
Inexorable, esa: realidad incendiada se abre paso como un saludo trasnochado; para vivir aqu¨ª, que dir¨ªa Juan Goytisolo, har¨ªa falta ahuyentar el humo. Y sofocar el fuego. ?sa es nuestra propia melancol¨ªa.
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