Renault como oportunidad
Parad¨®jicamente, el conflicto de Renault en B¨¦lgica puede servir para multiplicar el debate sobre la Europa social, mucho m¨¢s que las declaraciones evocadas hasta ahora. El asunto es el siguiente: la pasada semana, el presidente de la multinacional francesa, Louis Schweitzer, anunci¨® sin previo aviso el cierre de la factor¨ªa de Renault en Vilvoorde (B¨¦lgica), lo que significa la p¨¦rdida directa de m¨¢s de 3.000 puestos de trabajo. Ello abri¨® una pol¨¦mica subsidiaria sobre si parte de la producci¨®n belga iba a ser trasladada a la factor¨ªa de Renault en Valladolid, que hab¨ªa demandado ayudas oficiales para hacer una inversi¨®n mayor que la ampliase y modernizase; es decir, si se puede hacer una deslocalizaci¨®n, benefici¨¢ndose de subsidios gubernamentales.Las reacciones a la decisi¨®n del patr¨®n de Renault no se hicieron esperar: las pol¨ªticas, del presidente de la Comisi¨®n Europea ("un duro golpe al esp¨ªritu de confianza europea") a los ministros belgas ("un acto de terrorismo"), pasando por las de los propios Jupp¨¦ y Chirac (la empresa sigue teniendo un 46% de su capital en manos del Estado franc¨¦s), y las irritadas, del comisario europeo Van Miert (de nacionalidad belga), encargado de controlar las ayudas p¨²blicas. En segundo lugar, las reacciones de los consumidores belgas, que intentan un boicoteo a los productos de la empresa (autom¨®viles y camiones pesados). Por ¨²ltimo, la protesta de los sindicatos, que el pasado viernes organizaron una eurohuelga en todas las factor¨ªas de Renault y anuncian nuevas movilizaciones.
El brutal anuncio del cierre en Vilvoorde (al que se une el despido de m¨¢s de 2.700 trabajadores de Renault en Francia) viola las directivas europeas (por ejemplo, una de septiembre de 1995 que recomienda a los grupos de m¨¢s de 1.000 asalariados crear un comit¨¦ de empresa a escala continental, que no tendr¨¢ poder de decisi¨®n, pero que debe ser informado regularmente de la estrategia del grupo por la direcci¨®n del mismo) y desprecia la Carta Comunitaria de los Derechos Sociales Fundamentales de los Trabajadores -adoptada por los jefes de Estado y de Gobierno de la UE en la cumbre de Estrasburgo en 1989-, que indica que los trabajadores deben ser informados, consultados y participar "en los procedimientos de despido colectivo".
Las razones aludidas por Schweitzer para echar la llave de la f¨¢brica belga son de peso: p¨¦rdidas del grupo en 1996 de m¨¢s de 100.000 millones de pesetas y que "el coste final de un veh¨ªculo en Vilvoorde es casi un 30% m¨¢s elevado que el de los fabricados en Francia y a¨²n m¨¢s que en Espa?a". Ello replantea la deslocalizaci¨®n en una econom¨ªa global: lo que hoy ha pasado en B¨¦lgica puede suceder ma?ana en Espa?a, sobre todo teniendo en cuenta las condiciones laborales que ofrecen muchos de los PECO (pa¨ªses de Europa central y oriental). Hace cuatro a?os, la empresa Hoover dej¨® la zona industrial de Dijon (Francia) para instalarse en Escocia; en aquel momento no hubo conflictividad porque Hoover no dispon¨ªa de organizaci¨®n sindical de tama?o europeo. Recientemente, Ford quiso cerrar su f¨¢brica en HaLwood (Inglaterra), pero los sindicatos han logrado evitarlo.
El cierre automovil¨ªstico en B¨¦lgica y los despidos franceses han sensibilizado a una sociedad europea herida por el paro. La UE s¨®lo ser¨¢ aceptada por los ciudadanos si es social y dem¨®crata. El caso de Renault demuestra que por el momento, de la Europa unida, s¨®lo funcionan las superestructuras (la convergencia nominal) y que existen pocos resortes institucionales (la convergencia real) para corregir los excesos. Europa no es s¨®lo la moneda ¨²nica sino su modelo social, que contempla no s¨®lo la competitividad, sino la protecci¨®n social y el empleo. Si la primera desequilibra a los otros dos, el proyecto no funcionar¨¢.
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