La estocada de la feria

V¨ªctor Puerto cobr¨® la estocada de la feria. No es muy relevante dicho as¨ª. Cuando las estocadas suelen perpetrarse a sartenazos, la mejor podr¨ªa ser una cuchillada y santas pascuas. Con los toros ocurre otro tanto. Muchas veces los jurados que otorgan trofeos al mejor toro de una feria han de ponerse primero de acuerdo sobre qu¨¦ se quiere premiar: si el m¨¢s bravo o el menos manso. En la feria de las Fallas, por ejemplo, si los jurados acuerdan la primera opci¨®n e hilan fino, lo probable es que declaren desiertos los premios; si la segunda, ya hay d¨®nde discutir, y ojal¨¢ no lleguen a las manos.Con la estocada de V¨ªctor Puerto no habr¨ªa problemas. Fue una estocada soberana. Fue una estocada hasta el pu?o, a volapi¨¦ neto, hiriendo por el hoyo de las agujas. Una estocada que merec¨ªa por s¨ª sola la oreja. La faena, en cambio, ya no la merec¨ªa tanto. En realidad la faena, medida y pulcra, carec¨ªa de importancia. El toro que tore¨® V¨ªctor Puerto no daba para m¨¢s.

Ning¨²n toro daba para m¨¢s. Los toros -a salvo el sobrero- eran el tubo de la risa. Los toros no ten¨ªan trap¨ªo alguno. Hubo toros que habr¨ªan valido para la becerrada de los zapateros o para aquellos festivales que anta?o organizaba Radio Madrid y sal¨ªan a dar capa Tip y Top; Pototo, Boliche y Compa?¨ªa.

Dos toros de la risa le correspondieron a Enrique Ponce y se puso serio, como si fuera Lagartijo. Al primero de ellos -que hac¨ªa segundo- le instrument¨® de principio una serie de ayudados y trincherazos magn¨ªficos, muy bien abrochados con el de pecho, y luego se puso a pegar derechazos y naturales sin demasiado ajuste. Un chinazo le alcanz¨® un ojo y era evidente que le dol¨ªa. Un hombre con un chinazo en un ojo no est¨¢ para filigranas y se le reconoci¨® a Ponce el detalle de no ir a la enfermer¨ªa hasta que concluy¨® la faena.

Sin trap¨ªo, inv¨¢lido y medio desmochado el quinto, Ponce le peg¨® pases a destajo. Con pico o sin ¨¦l, reunido o distanciado, de rodillas incluso, y la verdad es que casi daba igual. El p¨²blico le coreaba a Ponce unos ol¨¦s que fund¨ªan el misterio, luego le pidi¨® las orejas con aut¨¦ntica pasi¨®n; pero si de sacar pases a un borrego tullido se trataba, habr¨ªa bastado la becerrada de Radio Madrid donde, adem¨¢s, regalaban la entrada.

Puestos a echar novillos, la fiesta agradecer¨ªa que se comportaran al estilo del sobrero, que result¨® duro de pezu?a, pele¨® en varas, se llev¨® -?caso ins¨®lito!- cinco puyazos tremendos y no par¨® de embestir. Toro que embiste y no se cae lo rechaza el toreo moderno y Litri, de cuya modernidad nadie duda, no lo quiso ni ver. El cuarto ya estaba inv¨¢lido y Litri se atrevi¨® a recetarle una interminable sesi¨®n de mantazos.

Restituida definitivamente la invalidez de los toros, V¨ªctor Puerto lance¨® estupendamente de capa al sexto, lo corri¨® a una mano, inici¨® con una pedresina el turno de muleta y, convertido en marmolillo el animalito, le sac¨® pases a base de porfiar y consentir, de templar y mandar, a lo largo de una faena seria, muy bien construida, que entusiasm¨® al p¨²blico. Si en vez de prolongarla in¨²tilmente y precipitarse a matar la culmina con el estoconazo a ley que cobr¨® en su toro anterior, toma el cetro del toreo en Valencia y acaba con el cuadro.

El verdadero competidor de Enrique Ponce en Valencia no es la figura que dicen: es V¨ªctor Puerto. Y ya le ha movido el pedestal. De momento.