Tener derecho o tener raz¨®n
Tener derecho y tener raz¨®n no es lo mismo. Un ejemplo: el Gobierno espa?ol tiene derecho a exigir a la Uni¨®n Europea que considere su candidatura a la moneda ¨²nica bas¨¢ndose exclusivamente en la literalidad del Tratado de Maastricht. Pero probablemente no tiene raz¨®n cuando lo hace. Una cosa es exigir que se te aplique una ley -tener derecho-y otra estar en lo cierto o hacer lo que conviene para defender tus intereses -tener raz¨®n-El Gobierno espa?ol, y m¨¢s expl¨ªcitamente su presidente, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, insiste siempre que tiene ocasi¨®n, dentro y fuera de nuestro pa¨ªs, en presentar la candidatura de Espa?a al euro como un tema t¨¦cnico y aislado. Aznar se irrita, sobre todo cuando alguien intenta hacer "un paquete" con Espa?a e Italia. Desde el punto de vista jur¨ªdico, tiene todo el derecho a defender esta posici¨®n. El Tratado de la UE fija una serie de criterios pretendidamente objetivos (inflaci¨®n, d¨¦ficit, deuda externa, tipos de inter¨¦s) que deben-cumplir, individualmente, cada uno de los pa¨ªses que accedan a la moneda ¨²nica.
Ning¨²n art¨ªculo del Tratado de Maastricht habla de pa¨ªses mediterr¨¢neos en su conjunto ni establece prioridades entre pa¨ªses "fudadores" (como Italia) y nuevos socios (como Espa?a). El presidente del Gobierno tiene derecho, sin duda, a reclamar que, a la hora del examen final, en la primavera de 1998, se tenga en cuenta, exclusivamente, la situaci¨®n econ¨®mica espa?ola. M¨¢s todav¨ªa cuando la mayor¨ªa de los expertos vaticina que Espa?a podr¨¢ presentar un examen m¨¢s limpio y mejor hecho que el de Italia.
As¨ª que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar tiene todo el derecho del mundo a plantear la candidatura de Espa?a al euro en estos t¨¦rminos. El problema es que muchos especialistas creen que no tiene raz¨®n y que esta t¨¢ctica puede terminar perjudicando los intereses de Espa?a.
A la hora de la verdad, en la primavera del 98, lo que la Uni¨®n Europea tendr¨¢ que decidir no ser¨¢ tanto la puntuaci¨®n m¨¢s o menos milim¨¦trica de una serie de, ex¨¢menes sino un modelo pol¨ªtico: un modelo basado en un n¨²cleo peque?o de pa¨ªses capaces de mantener una moneda dura y fuerte en los a?os siguientes, pero que afecte s¨®lo a la mitad de los habitantes de la UE, o un modelo menos estricto pero que comprenda a m¨¢s de 300 millones de ciudadanos (lo que no estar¨ªa nada mal teniendo en cuenta que el mercado ¨²nico y la moneda ¨²nica norteamericana comprende s¨®lo a 260 millones de habitantes).
Si esos especialistas van por buen camino, Espa?a tendr¨ªa muchas m¨¢s oportunidades si sigue defendiendo sus esfuerzos econ¨®micos pero no da la espalda, como est¨¢ haciendo, a un planteamiento pol¨ªtico y "de paquete". La defensa a ultranza de las propias condiciones de convergencia como ¨²nico rasero es -peligrosa, sobre todo porque una cosa es que la economia vaya razonablemente y otra que el Gobierno pueda presentar un examen sin errores, de esos que ning¨²n profesor, por poca simpat¨ªa que te tenga, se atreve a suspender.
Separarnos tan altivamente de Italia puede responder m¨¢s a un pecado de soberbia pol¨ªtica que a la defensa de los intereses de los ciudadanos. Al fin y al cabo, a los espa?oles nos interesa que los italianos est¨¦n dentro, sobre todo en los anos inmediatamente posteriores a la puesta en marcha del euro. Porque deber¨ªamos saber ya que, si entramos en la moneda ¨²nica en 1999, durante los primeros a?os podemos pasar las de Ca¨ªn para mantenernos en los l¨ªmites autorizados de d¨¦ficit. Y que, seg¨²n lo aprobado en la ¨²ltima cumbre de Dubl¨ªn, en ese caso los dem¨¢s pa¨ªses podr¨ªan imponernos multas capaces de provocar un desmayo. Es de suponer que Italia, con problemas igualmente graves, ser¨ªa un buen hermano. Y nunca es bueno renegar de la familia.
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