No humillen a Rusia
?ltimamente o¨ªmos, cada vez m¨¢s a menudo, que Rusia sufri¨® una aplastante derrota en la guerra fr¨ªa. Aparentemente, esto es cierto. M¨¢s a¨²n: el estado actual de nuestra econom¨ªa demuestra un fracaso absoluto a la hora de llevar a cabo las reformas. En Occidente, uno se queda con la impresi¨®n de que los occidentales han obtenido una victoria hist¨®rica sobre el mundo comunista y que, por tanto, les est¨¢ permitido comportarse como vencedores. Y al comportarse como tales, no hacen distinci¨®n alguna entre Rusia y el comunismo derrotado. Esto es un grave error.Si la sensaci¨®n de fracaso y de humillaci¨®n que conlleva la derrota consigue impregnar la mentalidad rusa, a lo mejor deriva en un complejo de inferioridad que s¨®lo podr¨¢ superarse alcanzando nuevas victorias, preferiblemente frente a antiguos rivales. Esto tambi¨¦n es un gran error. La expansi¨®n pol¨ªtica y militar de la OTAN hacia el Este hace que sean probables estos dos errores.
La euforia a ra¨ªz de la ca¨ªda del bloque sovi¨¦tico ha impulsado imprudentemente las soluciones m¨¢s simples, sin reparar en las consecuencias. Los l¨ªderes de la OTAN siguen buscando una ventaja estrat¨¦gica para poder entablar un di¨¢logo con Rusia desde una posici¨®n de fuerza. Al parecer, cuando la generaci¨®n de pol¨ªticos y de estrategas militares de la guerra fr¨ªa, que estaban tan acostumbrados a la prolongada lucha deposici¨®n contra la URSS y el Pacto de Varsovia, se encontr¨® en una situaci¨®n de gran ventaja, result¨® demasiado d¨ªficil renunciar a la tentaci¨®n de poner por fin en pr¨¢ctica sus antiguos planes.
Dudo mucho que empujar de ese modo a Rusia al patio trasero de Europa incremente la sensaci¨®n de estabilidad y confianza o haga de Rusia un pa¨ªs m¨¢s democr¨¢tico y previsible. Este planteamiento de Occidente est¨¢ destinado, en el mejor de los casos, a hacer que los dos bandos se observen con recelo. ?sta es la l¨®gica de las relaciones entre los vencedores y los vencidos parece arraigar, pero no deben olvidarse dos lecciones de la historia.
Primero, que en todo, incluyendo la pol¨ªtica, el sentido de la mesura es la base de la armon¨ªa y la estabilidad. Es un principio claramente establecido que sobrepasar los l¨ªmites de la autodefensa se convierte en una ofensa, en un ataque.
En segundo lugar, el vencedor nunca debe humillar al vencido porque es peligroso, especialmente para el vencedor. A los vencedores que en 1919 impusieron el Tratado de Versalles a una Alemania derrotada les falt¨® ese sentido de la mesura. La humillaci¨®n fue tan grande que eclips¨® totalmente el sentimiento de culpa. Inyect¨® el virus de la venganza en la naci¨®n derrotada. Los territorios y los ej¨¦rcitos van y vienen, pero cuando una naci¨®n ve humillada su dignidad, queda grabado en la memoria del pueblo.
Las recientes transformaciones internas en la estructura de la OTAN confirman la trayectoria hacia el imperio. Tras la desaparici¨®n del Pacto de Varsovia, la OTAN ten¨ªa que hallar una nueva v¨ªa para sobrevivir bajo unas condiciones que se hab¨ªan modificado radicalmente. La soluci¨®n se hall¨® en ampliar su misi¨®n y abrir la estructura de la Alianza para que pudiera integrar a nuevos miembros. Pero esta extensi¨®n imperial incrementar¨¢ inexorablemente los costes y las contradicciones internas del sistema. Inevitablemente, el n¨²cleo de la OTAN tradicional sufrir¨¢ una implosi¨®n bajo el peso del imperio.
Las consecuencias de esta eventualidad ser¨¢n todav¨ªa m¨¢s graves que la ca¨ªda de la URSS y del Pacto de Varsovia. ?No se alcanza a comprender esto en las capitales europeas?
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