Viva la coherencia
Cuando son¨® el despertador, mi mujer continu¨® durmiendo o quiz¨¢ fingiendo que dorm¨ªa. Lo hace muchas veces para que me levante yo el primero y arrancar todav¨ªa unos minutos de placer a las s¨¢banas. Al salir del ba?o, continuaba quieta, en la misma posici¨®n. No se la o¨ªa ni respirar. Pero no me hice ilusiones: a veces tambi¨¦n se hace la muerta para que yo empiece a fantasear con su ausencia, pero luego resucita de golpe y veo una sonrisa en sus pupilas, como si se burlara de mis desvar¨ªos. Mientras me vest¨ªa, golpe¨¦ las puertas del armario con violencia sin que diera se?ales de vida, as¨ª que al fin decid¨ª que era preciso despertarla. Ahora bien, no sab¨ªa si hacerlo de buenas o de malas maneras porque no me acordaba c¨®mo hab¨ªamos quedado el d¨ªa anterior. Normalmente creo que estamos mal, pero a veces, sin venir a cuento, nos guardamos el respeto durante algunas horas y al primero que rompe esas treguas se le acusa de socavar los cimientos de la convivencia, Yo ya los hab¨ªa socavado tres o cuatro veces esa semana y prefer¨ªa no reincidir. Quiero, mucho a mi suegro y no me gusta que el pobre viejo piense que su hija sufre por mi culpa.As¨ª que me sent¨¦ en el borde de la cama e hice memoria del d¨ªa anterior. Desde luego, hab¨ªa discutido con un guardia de tr¨¢fico y con la jefa de personal de mi empresa, una depredadora empe?ada en darme el finiquito, pero no estaba seguro de haber repercutido estas violencias exteriores al ¨¢mbito dom¨¦stico. Intent¨¦ recordar el programa de televisi¨®n de la noche, pues no es raro que utilicemos los electrodom¨¦sticos, incluso si est¨¢n apagados, para organizar grandes dramas, pero no encontr¨¦ nada especial. En resumen, no sab¨ªa si est¨¢bamos enfadados o no.
Finalmente, como se hac¨ªa, la hora de ir a trabajar, decid¨ª despertarla de manera neutra,, sin mostrar alegr¨ªa, pero tampoco pesadumbre. Ella se incorpor¨® de un humor excelente: hasta me dio las gracias por haber tenido la amabilidad de pasar al ba?o el primero, y luego la o¨ª cantar debajo de la ducha, como en los primeros tiempos de casados. Durante el desayuno; vi¨¦ndola tan amable y feliz, me asalt¨® la idea de que pretendiera hacerme creer que todo iba bien cuando lo m¨¢s probable es que nuestro matrimonio fuera un infierno. Adem¨¢s de la dormida y la muerta, a veces se hace tambi¨¦n la dichosa para que yo caiga en la trampa de la felicidad y ridiculizarme cuando me dispongo a susurrarle obscenidades al o¨ªdo.
No sab¨ªa qu¨¦ hacer, francamente. Por un lado, me apetec¨ªa romper la cafetera o derramar con violencia el zumo de naranja mientras le gritaba que estaba muy equivocada si cre¨ªa que pod¨ªa enga?arme de ese modo. Pero por otro pensaba en lo que dir¨ªa mi suegro cuando se enterara de que le hab¨ªa montado otro esc¨¢ndalo a su hija, y me daba pena el pobre viejo. Era corri¨® un padre para m¨ª y me habr¨ªa partido el coraz¨®n decepcionarle. Pens¨¦ que ser¨ªa menos desdichado si lograba hacerle creer que era la imb¨¦cil de su hija la causante de todos nuestros problemas conyugales. Adem¨¢s, siempre hab¨ªa que considerar la posibilidad, por remota que pareciera, de que fu¨¦ramos realmente felices y metiera la pata con mi actuaci¨®n.
Lo pas¨¦ fatal en la oficina, d¨¢ndole vueltas al asunto y preparando mi entrada en casa. No era bueno prolongar durante mucho tiempo un estado de ¨¢nimo neutro, pues tambi¨¦n esta actitud podr¨ªa considerarse como un modo de agresi¨®n y carg¨¢rmela sin posibilidad de defenderme. Com¨ª un plato combinado con el jefe, que se hab¨ªa dado cuenta de que me pasaba algo, y se lo dije sin tapujos:
-Estoy preocupado porque veo a mi mujer muy feliz y temo que todo sea una comedia para hacerme desgraciado.
Prefiri¨® no opinar por respeto a mi vida privada, eso dijo, pero me aconsej¨® que no hiciera p¨²blicos mis problemas en la empresa. "Ya sabes que la jefa de personal anda busc¨¢ndote las cosquillas y a lo mejor no comprende que est¨¦s triste porque tu mujer es feliz".
As¨ª que ahora tengo que fingir que estoy contento tambi¨¦n en la oficina. Un d¨ªa de ¨¦stos llamo a mi suegro, lo mando al cuerno y rompo la baraja. Yo soy de los de dos y dos son cuatro, o sea, que no sirvo para disimular, y si estoy cabreado, estoy cabreado, aunque no recuerde por qu¨¦. Viva la coherencia.
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