La luz
Por una cifra que no rebasa los 10.000 millones de pesetas nos controlan la luz natural. Las autoridades sanitarias indican que el cambio horario que sufrimos ahora no afecta de manera notable a los adultos y a los j¨®venes, pero produce trastornos de, sue?o y de car¨¢cter psicol¨®gico a los ni?os y a los ancianos. Pero eso, al parecer, no cuenta en los c¨¢lculos que la autoridad establece para procurar una vida mejor. O para no empeorarla m¨¢s. Lo que prevalece es el sentido del dinero, al margen de que esa recaudaci¨®n nos da?e. En elecciones como ¨¦sta se constata en manos de qu¨¦ clase de gentes estamos, qu¨¦ criterios gu¨ªan sus pensamientos y, en consecuencia, qu¨¦ pobres esperanzas pueden abrigarse sobre la buena conducci¨®n de la sociedad. Privados de intervenci¨®n sobre las grandes variables, el poder llega hasta inmiscuirse en nuestra cotidianidad. La alegr¨ªa de despertar con una luz ¨®ptima se sustituye, a las siete y media de la ma?ana, por una escena manchada de oscuridad y al acogimiento de una cena al brillo de la noche, se impone la prolongaci¨®n de un d¨ªa cansado de claridad. Esta penitencia que seguir¨¢, golpeando durante meses desvirt¨²a la experiencia de los est¨ªos, el, perfume de los ocasos, el sentido del mediod¨ªa, y todo por, una suma que ni siquiera har¨ªa m¨¢s rico a Mario Conde mientras empobrece el sentir de millones y millones de seres vi vos. La gente calla y asiente como si se tratara de una nueva fatalidad de la Uni¨®n Europea o de cualquier otra abstracci¨®n global. Demasiado autoritarismo a rendido ahoga la protesta contra el imperio de la econom¨ªa impuesto a todas las cosas. Pero todas las cosas distan, de ser reductibles a lo mercantil. Tambi¨¦n quieren privatizar el agua, pronto. Pero ya, sumisamente, estamos consintiendo que nos confisquen la aurora y el anochecer.
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