Cela y Garc¨ªa M¨¢rquez arremeten contra los intentos de constre?ir el idioma
Un centenar de especialistas debaten en M¨¦xico sobre el futuro del espa?ol
Dos premios Nobel de Literatura abogaron ayer por dejar que ese torrente vivo que es la lengua espa?ola siga su curso: que la libertad de los hablantes vaya conformando el idioma y que se imponga "la justicia de la implacable erosi¨®n sem¨¢ntica" pidi¨® Camilo Jos¨¦ Cela. "Jubilemos la ortograf¨ªa, terror del ser humano desde la cuna" sugiri¨® Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. Estos consejos iconoclastas abrieron el Primer Congreso internacional de la Lengua Espa?ola, que inauguraron ayer en Zacatecas el rey de Espa?a y el presidente de M¨¦xico, Ernesto Zedillo.
La necesaria defensa del espa?ol no implica su constre?imiento. Este fue el mensaje que dos de los grandes enamorados de la lengua transmitieron al centenar de acad¨¦micos, ling¨¹istas y periodistas que se han reunido en la ciudad mexicana de Zacatecas para buscar estrategias frente a la dispersi¨®n y el deterioro que sufren nuestro idioma.Ahuyentando el pesimismo con unos discursos cargados de humor sutil, Cela y Garc¨ªa M¨¢rquez hicieron ver que el espa?ol rebosa salud, pero como dec¨ªa el colombiano, "desde hace tiempo no cabe en su pellejo". Hay que buscar soluciones, pero nunca desde normas artificiales que s¨®lo acabar¨¢n por empobrecerlo. "A mis doce a?os de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta". Garc¨ªa M¨¢rquez arranc¨® con esta an¨¦cdota su discurso inaugural del Congreso. De tan peligrosa coyuntura le salv¨® una palabra certera pronunciada por un cura que pasaba por all¨ª: "?Cuidado!" Comprendi¨® entonces el poder de la palabra.
El espa?ol ha dado muestras de su inteligencia. En Ecuador, se?al¨® el novelista colombiano, hay 105 nombres para designar el ¨®rgano sexual masculino. El verbo pasar tiene en el ¨¢mbito de habla hispana 54 acepciones. La lengua rebosa, no cabe ya en su continente, pero los acad¨¦micos no deben constre?irla, sino, al contrario, "liberarla de sus fierros normativos para que entre en el siglo venturo como Pedro por su casa". "Humanicemos sus leyes", dijo Garc¨ªa M¨¢rquez, "asimilemos bien los neologismos", "negociemos de buen coraz¨®n con los gerundios b¨¢rbaros, los qu¨¦s end¨¦micos, el deque¨ªsmo parasitario".
Jubilar la ortograf¨ªa
Y la propuesta m¨¢s revolucionaria del escritor colombiano: "Jubilemos la ortograf¨ªa: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de l¨ªmites entre la ge y la jota y pongamos m¨¢s uso de raz¨®n en los acentos escritos".Sin ir tan lejos, Camilo Jos¨¦ Cela pidi¨® que la defensa del espa?ol se haga desde el respeto a los propios hablantes. "Como amante de la lengua, de las lenguas, de todas las lenguas, preconizo que juguemos a sumar y no a restar, que apostemos al alza y no a la baja, que defendamos la libertad de las lenguas y sus hablantes, so?emos con la igualdad de prop¨®sitos y troquemos la fraternidad de los juegos florales y los discursos de artificio y su escenograf¨ªa caduca e inoperante, por la justicia de la implacable erosi¨®n sem¨¢ntica, esa ilusi¨®n que acabar¨ªa perfeccionando al hombre en paz".
Los peligros existen. "Es doloroso que siendo la nuestra una de las lenguas m¨¢s hermosas y poderosas y eficaces del mundo, casi nadie ( ... ) se haya preocupado de ense?arla con amor y de defenderla con airoso y elegante entusiasmo". El espa?ol se ha perdido en Filipinas y se encamina a su desaparici¨®n en Guinea Ecuatonal, en el Sahara, entre los hijos de los emigrantes espa?oles e iberoamericanos. Las administraciones de varios pa¨ªses lo ignoran, cuando no lo zahieren. Por ello, dijo Cela, encuentros como este Primer Congreso Internacional de Lengua Espa?ola abren "una clarita en el horizonte".
"Sacud¨¢monos falsos pudores que nos dificultan ver claro; os recuerdo a los americanos que habl¨¢is el espa?ol que ¨¦sta es la lengua com¨²n de todos, ni m¨¢s ni menos nuestra que vuestra ni al rev¨¦s, y que todos, queramos o aun sin quererlo, somos, por la lengua que hablamos y escribimos, hispanos o hisp¨¢nicos o iberos o ib¨¦ricos".
Esa gran comunidad de hispanohablantes es, para el escritor mexicano Octavio Paz, un gran ¨¢rbol, en el que cada persona es una hoja. "Los que hablamos castellano somos una palpitaci¨®n". Ausente de la ceremonia por su d¨¦bil salud, Paz ley¨® su discurso a trav¨¦s de un v¨ªdeo. Y lanz¨® a los asistentes una advertencia: nadie tiene los derechos de exclusividad de la lengua, que "es de todos y es de nadie". De haber estado presente, Paz se hubiera embarcado, sin duda, en una interesante discusi¨®n con Garc¨ªa M¨¢rquez. El colombiano proclam¨® en su discurso la derrota del silencio frente a la palabra. El mexicano reivindic¨® el silencio como el reverso del lenguaje. Al poeta, dijo, se le conoce por sus palabras y sus silencios.
Babelia
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