Ortograf¨ªa
La tolerancia ortogr¨¢fica podr¨ªa tener a largo plazo consecuencias desastrosas. Los hijos de esas p arejas en las que ahora se fomentan las minusval¨ªas cacogr¨¢ficas nacer¨ªan con igados en lugar de h¨ªgados. No sabemos c¨®mo funcionan los igados, pero lo m¨¢s probable es que segreguen vilis en vez de bilis, lo que disparar¨ªa el gasto hospitalario para sacarlos adelante, incluso aunque se crearan enseguida unidades epaticas que, siendo m¨¢s baratas que las hep¨¢ticas, exigen inversiones iniciales de orden analfavetico muy superiores. No quiere uno ni imaginar, de otro lado, las consecuencias del alumbramiento masivo de seres que en el sitio de la cabeza tradicional tuvieran una suerte de caveza cuya vobeda craneal s¨®lo diera para albergar un zerevro. Si el mundo va como va (o ba como ba m¨¢s vien) con enc¨¦falos normalmente constituidos, no es dif¨ªcil imaginar los horrores resultantes de una mutaci¨®n de esa naturaleza.Por otra parte, dado que la hache es la primera letra que cae en estas situaciones de permisividad, la sangre quedar¨ªa reducida al factor R, y no habr¨ªa forma de distinguir las razas puras, lo que significar¨ªa el hundimiento de partidos pol¨ªticos que ayudan a gobernar al PP en la lengua de Franco y a veces en su caligraf¨ªa. Hay mucho miedo a la ingenier¨ªa gen¨¦tica, pero los efectos de la ortogr¨¢fica no se quedan atr¨¢s. Piensa uno en el vajo bientre de esos seres nacidos al amparo del caos gramatical y se le ponen los pelos de punta ante la idea de acariciarles la rejion jenital o el beyo puvico.
No a la reproducci¨®n de cl¨®nicos, de acuerdo, pero que se ponga freno tambi¨¦n a la multiplicaci¨®n de onvres y mugeres en cuyo rostro se manifiestan los mismos hogos, vocas, o varviyas de espanto que alimentan nuestros terrores nocturnos.
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