Radicalidad airada del maestro Borau
?Qu¨¦ sentido tiene vivir si todo est¨¢ ya predeterminado?, se pregunta angustiado. el atolondrado Evelio, fil¨®sofo pueblerino, impenitente autodidacta forzoso. Esa pregunta es s¨®lo una de las muchas que el personaje se hace a lo largo de un filme que lo tiene como hilo conductor, e interrogaciones como ¨¦sta adoquinan Ni?o Nadie, la esperada y definitivamente extra?a pel¨ªcula de Jos¨¦ Luis Borau, nuestro cineasta m¨¢s influyente, no s¨®lo por su cine hecho a cuentagotas, sino por su incontestado magisterio personal sobre la profesi¨®n.Borau atesora una virtud que es una voluntad suicida en nuestro cine: la de coger al espectador a contrapi¨¦ con pel¨ªculas siempre diferentes, construidas desde la paciencia, con esmero artesanal y grandes dosis de coherencia, recorridas por preguntas, intuiciones y angustiosas premuras.
Ni?o Nadie
Direcci¨®n, producci¨®n y gui¨®n: Jos¨¦ Luis Borau. Escenograf¨ªa: Antonio Pueche. Producci¨®n ejecutiva: Jos¨¦ L¨®pez Rodero para El Im¨¢n, Televisi¨®n Espa?ola y Canal +, Espa?a, 1996. Int¨¦rpretes: Rafael Alvarez El Brujo, Ic¨ªar Bolla¨ªn, Jos¨¦ Castillo, Pedro Alonso, Adriana Ozores, Cherna de Miguel, Paca Gabald¨®n, Lina Canalejas, Jos¨¦ Mar¨ªa Caffarel. Estreno en Madrid: cines Renoir.
La culpa, r¨¦mora de una educaci¨®n nacional-cat¨®lica que nunca ha abandonado al aragon¨¦s; los enigmas insondables del amor y la sexualidad se dan aqu¨ª la mano, y a veces de tortas, con una narraci¨®n despose¨ªda por completo de esteticismo y violentamente atada a la cutrez de los ambientes y personajes que se proponen. Todo parece responder a una certeza que el guionista Perico Beltr¨¢n, amigo y a veces colaborador de Borau, ha convertido en divisa: el mal absoluto no existe; s¨®lo existen pobres tipos que se arrastran por la vida y que, en ocasiones, causan la desgracia ajena no por odio, sino simplemente por su torpeza.
De estas cosas habla Ni?o Nadie, una pel¨ªcula que podr¨¢ provocar cualquier sentimiento, pero jam¨¢s indiferencia, y eso es lo que le garantiza un pulso, una vida, una extrema libertad.
Borau vuelve a poner sobre la mesa uno de los grandes enigmas de nuestro cine: por qu¨¦ hemos sido siempre incapaces de producir cosas comercialmente solventes mientras francotiradores de certera punter¨ªa son tan capaces, de cuando en cuando, de vapulearnos las entra?as con pel¨ªculas ins¨®litas e inclasificables, recorridas por una vena de genialidad y locura, quijotescas, admirables, que nos dejan extra?amente exhaustos y al mismo tiempo, gratificados y hasta felices.
Eso hace Borau, y este cr¨ªtico s¨®lo desea que lo pueda seguir haciendo por muchos a?os, los que venturosamente le quedan a¨²n a uno de los esp¨ªritus m¨¢s elegantemente hermosos que viven entre nosotros.
Babelia
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