El m¨¢s pol¨ªtico de los procesos
Definitivamente, el camino hacia la UEM ha devenido en un espectacular proceso pol¨ªtico de dos direcciones: Maastricht influye decisivamente en las pol¨ªticas internas de los pa¨ªses aspirantes, y estas ¨²ltimas son b¨¢sicas a su vez para la valoraci¨®n que hace la Comisi¨®n Europea en sus informes semestrales sobre la marcha de las econom¨ªas nacionales.Respecto de la primera parte de esta retroalimentaci¨®n, la situaci¨®n de Alemania, Gran Breta?a y Francia son los ejemplos m¨¢s cercanos. Alemania celebrar¨¢ elecciones a finales de 1998; la principal inc¨®gnita de las mismas -si se presentar¨ªa o no el m¨¢s ferviente europe¨ªsta germano, el canciller Kohl- ya se ha despejado en sentido positivo; no es arriesgado analizar que Kolh repite ante la desconfianza que tiene en que otros l¨ªderes alternativos (de su propio partido o de los socialdem¨®cratas) sean tan perseverantes como ¨¦l en el objetivo del euro.
Gran Breta?a se juega esta semana su futuro, aunque el enigma sobre el grado de su participaci¨®n europea no se despejar¨¢, gane quien gane, hasta que se convoque el refer¨¦ndum prometido tanto por los laboristas como por los conservadores. El asunto es tan complicado y hay tantos euroesc¨¦pticos entre los brit¨¢nicos que, a diferencia del resto de las naciones europeas, conceptos como moneda ¨²n¨ªca, federalismo e incluso Europa, han sido orillados de la campa?a electoral.
Y, sin embargo, Gran Breta?a es uno de los pa¨ªses m¨¢s preparados filos¨®ficamente para compartir la pol¨ªtica econ¨®mica de la Europa del futuro: Major propone una especie de thatcherismo de rostro humano y Blair un radicalismo de centro, sin marchas atr¨¢s en lo fundamental.
En Francia, Chirac ha convocado unos comicios que no necesitaba por su abrumadora mayor¨ªa en el Congreso; pero su integraci¨®n en la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria (UEM) demanda la legitimidad de unos sacrificios y de un adelgazamiento del Estado, que no es seguro que avalen los ciudadanos, acostumbrados a protestar masivamente cuando se les reclaman reformas que no comparten. Por ello, mucho m¨¢s que por la fuerza en las urnas de los socialistas, la apuesta del presidente galo es arriesgada.
En cuanto a la necesidad de altas dosis de credibilidad para estar en la UEM, el contraparadigma es Italia. La Comisi¨®n Europea, en su informe de primavera, ha marginado s¨®lo a dos pa¨ªses: Grecia, notoriamente alejada de los criterios de convergencia, e Italia, que se separa de los mismos porque la previsi¨®n de su d¨¦ficit p¨²blico es del 3,2% del producto interior bruto, es decir, tan s¨®lo dos d¨¦cimas por encima del porcentaje m¨¢ximo exigido en Maastricht.
Los italianos han acusado a la Comisi¨®n de racismo monetario al atribuir resultados positivos en el saneamiento de las finanzas p¨²blicas a pa¨ªses como Alemania o Francia, que, -por el momento, dependen de coyunturas tan aleatorias como la propia Italia. La explicaci¨®n m¨¢s plausible es la diferencia de expectativas -y en definitiva, de sostenimiento de las tendencias- que ofrecen los pa¨ªses citados respecto a su socio del Mediterr¨¢neo.
?Y Espa?a? Nuestro pa¨ªs, que ha reestablecido espectacularmente los principales desequilibrios en los ¨²ltimos meses, est¨¢ en el l¨ªmite de la primera divisi¨®n. Por ello ha advertido el gobernador del Banco de Espa?a, Luis ?ngel Rojo, de los riesgos de la euforia. Si no se cumpliesen las cifras de la Comisi¨®n Europea y s¨ª las del Fondo Monetar¨ªo Internacional (m¨¢s pesimistas), Espa?a cerrar¨ªa el a?o 1998 con un d¨¦ficit del 3,2%. El mismo que Italia. Entonces los dos pa¨ªses quedar¨ªan fuera, si triunfan las tesis de los halcones, situados en el ¨¢rea m¨¢s germ¨¢nica y m¨¢s t¨¦cnica de la UE. El peligro no ha pasado.
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