El marat¨®n con m¨¢s campeones
5.059 corredores de los 6.500 que empezaron la prueba alcanzaron la meta
El marat¨®n madrile?o logr¨® ayer un nuevo r¨¦cord: ya son 5.059 las personas capaces de correr ininterrumpidamente 42,195 kil¨®metros por la ciudad. El a?o pasado la cifra se qued¨® en 4.600. El car¨¢cter popular de la prueba se confirm¨®; tambi¨¦n el apoyo del p¨²blico, que llen¨® las calles y las esquinas para insuflar a los corredores los ¨¢nimos necesarios para poner un pie delante de otro cuando las fuerzas se esfuman. En esta 20? edici¨®n salieron 30 deportistas que hab¨ªan terminado las 19 precedentes. Llegaron 29. El m¨ªtico pelot¨®n de ilustres veteranos se reduce en una unidad.
A uno de los seis paracaidistas que llegaron a la salida desde el aire se le cal¨® una zapatilla antes de tomar tierra. Faltaban cinco minutos para que 6.500 personas iniciaran la carrera. La megafon¨ªa pidi¨® auxilio para el comandante Terol, que no quer¨ªa correr descalzo. Se encontr¨® a tiempo. As¨ª empez¨® la primera de las 6.500 peque?as historias que llenan el marat¨®n: desde el que se puso un casco de bicicleta (para demostrar a los ciclistas que no es inc¨®modo, seg¨²n dec¨ªa en su camiseta) hasta las familias enteras que aplaud¨ªan con aut¨¦ntica desesperaci¨®n a alguno de sus componentes en la indigesta cuesta de las Acacias.La carrera madrile?a tiene ya sus se?as de identidad. Por ejemplo: no se imagina nadie una carrera sin los soldados de la Brigada Paracaidista de Alcal¨¢ de Henares, que reciben un permiso si son capaces de acabar la prueba. Este a?o salieron 488 y llegaron casi todos. Su manera de correr, sobre todo al principio de la prueba, es particular: paso lento, todos juntos, rodeando al sargento o al teniente. Cuando la carrera se empina, la formaci¨®n de soldados de la Bripac se cuartea y el pelot¨®n se disgrega. Cada uno llega como puede, pero llega.
Al principio, hasta alcanzar la Casa de Campo, los corredores marchan frescos, sin casi contratiempos, el numeroso p¨²blico empuja con sus gritos y se suceden las bromas y los chistes. La Casa de Campo impone el cambio. El p¨²blico ralea ah¨ª y, adem¨¢s, cerca del embarcadero se encuentra lo que los maratonianos denominan "el muro", esto es, el kil¨®metro 30. En este kil¨®metro, seg¨²n cuentan, parece que las fuerzas deciden largarse de una vez y empieza la agon¨ªa y la necesidad de encontrar fuelle en la propia imaginaci¨®n.
En este estado se llega a la cuesta de las Acacias, otra de las se?as de identidad del marat¨®n madrile?o, que es, al decir de los entendidos, bastante duro. La pendiente es dif¨ªcil incluso para subirla en bicicleta.
El p¨²blico lo sabe y se aposta en los lados. Tambi¨¦n los familiares de los deportistas. En este tramo de la carrera, que cada atleta supera como puede, donde predominan los estilos desgarbados, abundan los amigos. ?stos se suman a la carrera vestidos de domingo, con zapatos brillantes y el peri¨®dico en la mano, y corretean al lado del maratoniano como si le conocieran de toda la vida. 'Tamos barbas, que esto es tuyo", "Venga chaval¨ªn, que ya se acaba", "Cojonudo, abuelo, ya lo consigues". A fuerza de subirse una y otra vez la cuesta, estos animadores correcaminos hacen tambi¨¦n sus buenos kil¨®metros.
Tambi¨¦n las familias se agrupan en esta colina: cuando llega el padre, los hijos peque?os se vuelven locos y gritan. La madre aprovecha para dar al marido agua, naranjas o s¨ªmplemente un gui?o que ayude a seguir. Tambi¨¦n existe el animador imperturbable que no se mueve en horas y que aplaude a todos.
Aupados por los espectadores, los maratonianos superan con m¨¢s o menos dificultad la cuesta de las Acacias. Muchos andando, pero ?qu¨¦ m¨¢s da! Este a?o, a causa de las obras que han puesto a Madrid patas arriba, el recorrido cambi¨® y la organizaci¨®n dibuj¨® una bajada empinada por el Pasillo Verde. Despu¨¦s, el itinerario volvi¨® a elevarse. Algunos corredores manifestaron que esta modificaci¨®n les hab¨ªa perjudicado, al tener que cambiar el ritmo. Con todo, la mayor¨ªa consigue enfilar Atocha, la Castellana y la calle de Pr¨ªncipe de Vergara. A la altura del numero 10 de esta calle, como todos los a?os, son¨® el Aleluya de Haendel. Hay quien llega hasta ah¨ª s¨®lo por escucharlo.
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