Ayer y ma?ana
Con un gran nivel de baile, una compa?¨ªa renovada de elementos j¨®venes y un repertorio atinado que une el ayer con el ma?ana, Jean Christophe Maillot ha demostrado que lo sabe hacer como un honesto director de compa?¨ªa plural. Ya este franc¨¦s que fuera virtuoso bailar¨ªn es hoy un core¨®grafo maduro, capaz de sorprender, y as¨ª dosifica sus creaciones dentro del repertorio monaguesco con una discreci¨®n que le ennoblece. All¨ª en Montecarlo hay una idea clara de avanzar en la concepci¨®n del ballet contempor¨¢neo, pero a la vez de sostener la herencia o legado del siglo XX, desde las gestas de Diaghilev.En La Maestranza la velada se abri¨® con un fresco del pasado que es toda una joya de la coreografla paleof¨®lcl¨®rica fokiniana, y donde la cor¨¦utica cient¨ªfica debe buscar las ra¨ªces de los posteriores hallazgos de Nijinski y Massine en sus respectivas versiones de La consagraci¨®n de la primavera y hasta los del mismo Fokin en El p¨¢jaro de fuego. La versi¨®n de Montecarlo, remontada con mimo por Pierre Lacotte, ha sido punteada por la nieta de Fokin en detalles olvidados, lo que le da una frescura y vigencia indudables.
Los Ballets de Montecarlo
Les danses polomiennes du prince Igor:Michel Fokin / Alexandre Borodin; Violin concerto: George Balanchine / Igor Stravinski; Vers un pays sage: Jean Christophe Maillot /John Adams. Teatro La Maestranza, Sevilla. 28 de abril.
Despu¨¦s Balanchine, con Violin concerto, esa joya de anticipaci¨®n est¨¦tica, de resumen de todo un estilo, el neoclasicismo neoyorkino (que es privativo de esa ciudad, y hasta se dir¨ªa que de un barrio o zona de la gran manzana), por el que han discurrido los caminos exploratorios del ballet acad¨¦mico de hoy. Paola Cantalupo y Francesco Nappa brillaron excepcionalmente con desenfado y musicalidad en una pieza que est¨¢ trufada de iron¨ªas y descomposiciones corporales.
Cerr¨® la noche la creaci¨®n de Maillot Vers un pays sage, un fresco sobrecogedor e impactante que se a¨²na temerariamente en lo coreogr¨¢fico al trepidante monocordismo de Adams, casi en letan¨ªa, sin descanso, sin tregua ni para los int¨¦rpretes ni para el espectador. Es un ballet hermoso, rico, profundo, lleno de sugerencias y de muchas vidas, con un discurso claro sobre el amor donde el core¨®grafo no escatima lirismo y las m¨¢s complejas combinaciones hilvanando sobre el sonido repetitivo una cadena de montaje y articulaci¨®n. Como casi siempre en las obras de Maillot, Gaetan Morlotti aport¨® su impronta venal, furiosa y hasta desgarrada d¨¢ndole a los pasos a dos con Berenice Coppieters una tensi¨®n capaz de emocionar. El core¨®grafo hace al final un gui?o a la autobiograf¨ªa y hace descender una gran reproducci¨®n de un cuadro de su padre, el reconocido pintor Jean Maillot, que se vuelve transparente y acoge a la pareja, la integra en un todo universal, ¨ªntimo y quieto. Esa armon¨ªa, ese breve descanso o respiro, era un brillo m¨¢s en una danza excelente.
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