Un presidente festivalero

La plaza de toros de Sevilla estaba de bote en bote. Sin embargo, no era Feria de Abril ni se celebraba festividad alguna; incluso, el cartel conten¨ªa escasos atractivos. Pero el misterio tiene una sencilla explicaci¨®n: las entradas eran regaladas, de donde se deduce que a corrida gratis no le mires el cartel.La Real Maestranza hab¨ªa cedido el coso a la asociaci¨®n ben¨¦fica ANDE, que organiz¨® la corrida y reparti¨® las invitaciones entre personas de la tercera edad y minusv¨¢lidos. As¨ª las cosas, nunca debi¨® ser una corrida lo que se dise?¨® como un festival, pero, al final, el ¨²nico festivalero fue el presidente del festejo.

Los toros lucieron una m¨¢s que correcta presentaci¨®n; los toreros estuvieron a la altura que de ellos se espera; el p¨²blico, mucho m¨¢s serio de lo que cab¨ªa suponer, y el que naufrag¨® es quien ten¨ªa que velar por la integridad y la pureza del espect¨¢culo. El presidente -que no pertenece al cuerpo de polic¨ªa sino que es un aficionado- err¨® al no devolver al tercero, un inv¨¢lido de libro, s¨®lo porque hubo pocas protestas, y se equivoc¨® gravemente al conceder dos orejas de pueblo en la Maestranza a un torero que no las mereci¨®.

Campuzano estuvo valiente y decidido toda la tarde, busc¨® el triunfo con af¨¢n, pero su toreo no estuvo a la altura de su ambici¨®n. Se justific¨® ante su descastado primero, al que rob¨® algunos muletazos por su cercan¨ªa de los pitones, y, se encontr¨® despu¨¦s con un manso encastado que embisti¨® repetidamente a la muleta.

El diestro present¨® pelea, pero no domin¨®. Su labor fue r¨¢pida, superficial y efectista. Tres molinetes encandilaron al p¨²blico, y una estocada de efectos r¨¢pidos pobl¨® los tendidos de pa?uelos. El presidente hizo el resto y dej¨® por los suelos el prestigio de la plaza.

Los toros colaboraron poco, y se encontraron con dos toreros que no est¨¢n sobrados de ¨¢nimo y se les nota la derrota a flor de piel. A Cepeda le molestaron el viento, sus oponentes, que no le ayudaron, y su conformismo. Su actuaci¨®n fue gris. Y del mismo tono oscuro fue la de Camino, que no pudo dar ni un pase al inv¨¢lido tercero, y no se confi¨® nada con el deslucido sexto. La verdad es que no expuso un alamar, y ni siquiera consigui¨® justificarse.