Musulmanes y cristianos se vuelcan en las calles de Beirut para pedir paz a Juan Pablo II
Era de esperar que la comunidad cristiana de L¨ªbano, el, quiz¨¢, mill¨®n y medio largo de personas de dicha confesi¨®n que quedan en el pa¨ªs tras 16 a?os de guerra, se volcara a recibir a Juan Pablo II, a pesar de las pol¨¦micas que esta visita ha suscitado entre los propios maronitas. Menos previsible era, en cambio, que los musulmanes, y especialmente los shi¨ªes, se lanzaran por millares a la calle, como hicieron ayer, para recibir al Papa. Estos piden que cese la ocupaci¨®n israel¨ª del sur de L¨ªbano. Los cristianos, que se retiren los sirios y se "reequilibre" su situaci¨®n pol¨ªtica. Paz es la palabra com¨²n.
El Pont¨ªfice, "que no puede hacer milagros", seg¨²n se encarg¨® de aclarar en la prensa local el nuncio, Pablo Puente, no dio m¨¢s que indicaciones veladas acerca de estos problemas candentes. Antes de llegar a Beirut, cuando un periodista le pregunt¨® en el avi¨®n si no tem¨ªa que su viaje fuera interpretado como una aprobaci¨®n de la presencia de 30.000 soldados sirios en el pa¨ªs al que viajaba, dijo: "Voy al L¨ªbano soberano".M¨¢s tarde, en el aeropuerto, respondiendo al discurso de bienvenida del presidente de la Rep¨²blica, El¨ªas Haraui, que es cristiano maronita, reconoci¨® que saludaba a "un pueblo deseoso de independencia y libertad", que debe "mirar a un futuro libremente determinado por la elecci¨®n de sus gentes". Tambi¨¦n pidi¨® paz "en un territorio nacional reconocido y respetado por todos", y, se sobrentiende, lo mismo por Israel que por Siria. Pero, del sobrentendido, no pas¨® a las menciones concretas.
La guerra de L¨ªbano ha sido tan sangrienta, entre cristianos y musulmanes, pero tambi¨¦n entre facciones de los propios cristianos durante los dos ¨²ltimos a?os de los ochenta, que ahora se evita hasta pronunciar la palabra guerra. El presidente Haraui habl¨®, en efecto, de "la crisis", y el Papa le respondi¨® con el eufemismo de que "gentes de distintas culturas y religiones que hab¨ªan vivido en t¨¦rminos amistosos y como buenos vecinos se encontraron, de repente, separadas e incluso amargamente enfrentadas".
Periodo de penitencia
Ese mismo espectro del conflicto latente y no resuelto, en la medida en que el contexto que cataliza su explosi¨®n es el mantenimiento del estado de guerra virtual entre Israel y Siria, explica la afluencia en las calles de musulmanes deseosos de que la violencia sea para siempre agua pasada. Si no salieron m¨¢s, es porque es el periodo de la ashura, una ¨¦poca en que los shi¨ªes hacen penitencia para purgar la muerte de Husein, el nieto de Mahoma, poco acorde con el ambiente festivo de1a recepci¨®n del Papa. Muchos de los que ayer se asomaron en feudos de Hezbol¨¢ por los que pas¨® el Pont¨ªfice, como la mezquita de Alrashmil al Azam o el barrio de Chatila, donde, en 1982, milicias cristianas hicieron una matanza de palestinos, vest¨ªan de negro por la ashura y bastantes de ellos portaban im¨¢genes del desaparecido imam Musa Sadra.
Amer Aju, un shi¨ª de 28 a?os que habla espa?ol porque trabaja entre Uruguay y Argentina, dice mientras espera al Papa: "Lo m¨¢s importante es que hable de la paz, de que los israel¨ªes se retiren del sur todav¨ªa el a?o pasado bombardearon este barrio; que pida que salgan los presos de las c¨¢rceles israel¨ªes. ?Los cristianos? No tenemos problemas con ellos, mi cu?ada es cristiana. La guerra no fue de la gente, sino de la pol¨ªtica. Es hora de que nos dejen tranquilos Israel y Siria".
Soldados por doquier, en todos los tejados y colinas ' helic¨®pteros militares, blindados, sirenas, polic¨ªas, escenificaron una f¨¦rrea seguridad en torno al Pont¨ªfice, aunque no m¨¢s espectacular que la que acompa?a al embajador de EE UU en todos sus desplazamientos por la capital libanesa. Las medidas tampoco se relajaron en los barrios del Este situados en el camino del Papa, donde el apote¨®sico recibimiento de los cristianos se vio perturbado por las manifestaciones de algunos cientos de j¨®venes que ped¨ªan la liberaci¨®n de Samir Geagea, el l¨ªder cristiano condenado a cadena perpetua por asesinato y sospechoso de haber colocado la bomba en una iglesia que, en 1994, aconsej¨® anular la visita proyectada por el Papa.
Juan Pablo II, que apareci¨® cansado e impedido de movimientos por el calor atmosf¨¦rico, y las apreturas de cuantos le quer¨ªan coger la mano mientras una banda de m¨²sica le tocaba Cumplea?os feliz, en el palacio del presidente de la Rep¨²blica, anticipando el 77 aniversario que celebrar¨¢ dentro de una semana, pidi¨® a los 17.000 j¨®venes reunidos por la tarde en el monasterio de Harisa, paciencia frente "a una situaci¨®n cotidiana que parece que no puede cambiar", as¨ª como "gestos de reconciliaci¨®n" y "respeto" de las distintintas comunidades para que L¨ªbano sea "un pueblo unido, con su diversidad cultural y espiritual".
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