La flor de la golfer¨ªa
Cuando llueve, como ayer, a mucha gente se le pone rictus de cabreo. Pero los golfos se frotan las manos. Los golfos aut¨¦nticos son plantas de interior y desconf¨ªan de la muchedumbre. Ayer, este cronista sigui¨® la vertiginosa jornada de una cuadrilla de siete amigos de diversa edad y condici¨®n que iniciaron las fiestas de San Isidro de forma ejemplar. Ten¨ªan pensado hacer una pasada y un pasote por la Casa de Campo para asistir al Trofeo de Rock. Les atra¨ªa el sugestivo nombre de uno de los grupos, Cautivos del Mal. Pero la lluvia ma?anera les hizo cambiar de planes. ?sta es la narraci¨®n de sus correr¨ªas.A las 16.30, viajaron a San Agust¨ªn de Guadalix para visitar una sala de alterne conocida popularmente como El Ecopolvo. El ambiente estaba sublime. Mujeres impresionantes de diversos colores comenzaban a esa hora su jornada laboral. En El Ecopolvo se puede hacer de todo. Si un ciudadano desea contactar en la intimidad con alguna de las se?oritas, le dan un n¨²mero y aguarda hasta que lo anuncien en pantalla. En ese momento, desaparece con la pr¨®jima y hacen sus cosas en la intimidad de un reservado. Pero cuando se va en manada, el grupo pasa de reservados y se dedica simplemente a beber, re¨ªr y decir procacidades.
De vuelta a Madrid, hacia las 19.30, el grupo hizo una parada gastron¨®mica en un asador de carretera. Se pusieron tibios. Aman a san Isidro durante todo el a?o. Uno de los siete es un te¨®rico redomado de la golfer¨ªa ilustrada. Se llama Crist¨®bal; es abogado y comparte bufete con tres socios. Crist¨®bal -exquisitas maneras, sibilino humor, angelical talante- es un pend¨®n con pintas, aunque parezca un querub¨ªn el muy lagarto. Pero tambi¨¦n es un asceta. As¨ª, dijo mientras preparaba la queimada: "Hermanos, ser golfo es una de las pocas cosas serias que se puede ser en este mundo. Hay que cultivar todos los vicios posibles, pero con tiento. Me encantan las ostras, pero s¨®lo las cato una vez al mes para que no me aburran".
A las 23.30, la alegre pandilla recal¨® en la cervecer¨ªa Don Honorio, de la calle de Caracas. Iban a que Pololo, el due?o, les contara los ¨²ltimos gritos (es el or¨¢culo del humor madrile?o). Les cont¨® un clamor que corre por la Villa y que provoca ataques de hilaridad irrefrenables. "Oye, Javier, me he enterado de que van a subir las pensiones". Y Javier, desde?oso, replic¨®: "Me la refanfinfla, colega. Yo siempre me lo hago en el coche".
La alegre zarabanda remat¨® la faena de madrugada en La Boca del Lobo, en Echegaray. All¨ª quedaron moviendo las caderas y recordando con melancol¨ªa a Pepe Rissi, el cantante de Burning que nos abandon¨® el otro d¨ªa. Los chicos golfos tambi¨¦n lloran
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