Union monetaria, ?amplia, estrecha o aplazada?
FERNANDO GUTI?RREZEl autor realiza una extensa reflexi¨®n sobre las consecuencias de un hipot¨¦tico, incluso ¨¦l lo considera improbable, aplazamiento de la uni¨®n monetaria.
En las ¨²ltimas semanas, la hip¨®tesis de que la Uni¨®n Monetaria Europea (UME) sea aplazada parece haber ganado cierto peso. No es extra?o que surjan este tipo de dudas a medida que se acercan las fechas previstas para el examen de los pa¨ªses y el inicio de la UME. En esta ocasi¨®n, el desencadenante ha sido la sospecha de que Alemania, pa¨ªs impredecible, podr¨ªa no cumplir los criterios de convergencia relativos a las finanzas p¨²blicas.A pesar de la discutible racionalidad econ¨®mica de un aplazamiento de la UME por unas d¨¦cimas de d¨¦ficit, atribuibles a un comportamiento de la econom¨ªa alemana menos favorable de lo esperado, el hecho es que esta eventualidad se a?ade a las que hasta ahora se consideraban m¨¢s veros¨ªmiles: la uni¨®n monetaria en 1999, bien con un conjunto amplio de pa¨ªses -opci¨®n que en los ¨²ltimos meses parec¨ªa la m¨¢s s¨®lida, a la vista de los progresos de los pa¨ªses mediterr¨¢neos en la convergencia-, bien con un n¨²mero menor, si el esfuerzo de algunos no resultara suficiente para el rigor del examen.
Asignar probabilidades a estos sucesos no es f¨¢cil. En primer lugar, porque el saldo de las cuentas p¨²blicas es, en 1997, particularmente inescrutable, debido a las dudas acerca de la intensidad de la recuperaci¨®n econ¨®mica y a que todos los Gobiernos tienen incentivos para arbitrar mecanismos m¨¢s o menos creativos en la contabilizaci¨®n de ingresos y gastos p¨²blicos.
En segundo lugar, porque la situaci¨®n favorece el establecimiento de alianzas contra natura. As¨ª, el aplazamiento encuentra abogados fervorosos tanto entre los convencidos de la inconveniencia de la moneda ¨²nica como entre otros favorables al proyecto, pero preocupados por un posible- fracaso; en este caso, el temor no reside en que un d¨¦ficit p¨²blico alem¨¢n superior al 3% da?e la solidez de la UME, sino en que hace m¨¢s dif¨ªcil cerrar la puerta a otros pa¨ªses con una convergencia insuficiente o no sostenible, que s¨ª podr¨ªan ser un poderoso factor perturbador.
Se pueden identificar, con todo, tres factores claves para la decisi¨®n. El primero de ellos es, evidentemente, la evoluci¨®n de las finanzas p¨²blicas alemanas. El cumplimiento del criterio de d¨¦ficit parece depender de una recuperaci¨®n que, seg¨²n la mayor parte de los observadores, no se producir¨¢ a tiempo o con la intensidad requerida.
Por tanto, garantizar un d¨¦ficit inferior al 3% exigir¨ªa un ajuste fiscal. Aunque las condiciones pol¨ªticas no parecen las mejores (con la opini¨®n p¨²blica mayoritariamente contraria al euro, un alto nivel de paro y elecciones en el oto?o de 1998), a favor de este ajuste cuenta la voluntad manifestada por el canciller alem¨¢n, Helmut Kohl, de seguir el calendario previsto.
El segundo elemento clave es el juicio que puedan hacer otros pa¨ªses de sus propias posibilidades de cumplimiento. Si las considerasen reducidas podr¨ªan encontrar m¨¢s ventajoso un aplazamiento para todos que una exclusi¨®n individual. Por otra parte, pronunciarse en este sentido equivale pr¨¢cticamente a confesar la propia impotencia. Ante este dilema parece encontrarse Italia.
Con todo, el factor principal es el coste de posponer la UME, potencialmente muy elevado y que se distribuye de manera desigual. El riesgo m¨¢s grave es que se suscitasen dudas serias sobre la culminaci¨®n efectiva del proyecto.
En ese caso, todos los interesados en ¨¦l perder¨ªan, pero la reacci¨®n de los mercados afectar¨ªa particularmente a aquellos pa¨ªses en los que la convergencia se percibiera menos consolidada. En t¨¦rminos pol¨ªticos, los costes m¨¢s altos los habr¨ªan de asumir, precisamente, aquellos Gobiernos que, comprometidos con el proyecto europeo, han dise?ado pol¨ªticas rigurosas para converger a tiempo.
Los costes del aplazamiento dependen de cu¨¢ndo y c¨®mo se planteara. Una decisi¨®n tard¨ªa -por ejemplo, cuando hubiera evidencia concluyente de que Alemania no fuese a cumplir- vendr¨ªa precedida y seguida por intensas alteraciones en los mercados y fuertes tensiones pol¨ªticas, que obstaculizar¨ªan el progreso posterior hacia la UME.En consecuencia, ser¨ªa crucial que el anuncio, en su caso, se hiciera lo antes posible y que contribuyera a limitar la incertidumbre. Ello requerir¨ªa negociar con urgencia un horizonte concreto y pr¨®ximo de realizaci¨®n de la UME, as¨ª como mecanismos que subrayasen el compromiso pol¨ªtico con ese horizonte.
Para reducir los trastornos en los pa¨ªses perif¨¦ricos ser¨ªa indispensable que se dise?ara como una soluci¨®n para ampliar al m¨¢ximo posible el n¨²mero de pa¨ªses fundadores. No obstante, si el nuevo plazo para la UME fuera corto, esto no satisfar¨ªa a los sectores ultraortodoxos, preocupados por la sostenibilidad de la convergencia de ciertos pa¨ªses.Los costes potenciales del aplazamiento y la dificultad para articularlo en un tiempo breve llevan a pensar que es m¨¢s probable una uni¨®n monetaria en la fecha prevista por el tratado. Habr¨ªa que asignar, con todo, una cierta probabilidad a que la uni¨®n monetaria sea pospuesta, en raz¨®n de los problemas de algunos pa¨ªses -y especialmente Alemania- para reducir el d¨¦ficit en la cuant¨ªa requerida. Esta probabilidad tender¨ªa a disminuir si en el transcurso de los pr¨®ximos meses no se produjesen iniciativas concretas.
En el supuesto de que se cumpla el calendario previsto, puede preverse que Espa?a llegue a la fecha del examen (abril-mayo de 1998, seguramente) en condiciones satisfactorias. La inflaci¨®n se situar¨¢ dentro de los m¨¢rgenes definidos por el criterio correspondiente; acerca del d¨¦ficit p¨²blico existe m¨¢s incertidumbre, pero la apuesta pol¨ªtica del Gobierno es tal que cabe esperar que impondr¨¢ en su momento las correcciones fiscales que sean necesarias.
Ahora bien, ?qu¨¦ repercusiones podr¨ªa tener para nuestro pa¨ªs que no se cumplieran estas expectativas? Con seguridad , ser¨ªan menores cuanto m¨¢s claras fueran las perspectivas de una entrada posterior. Si se constituyera la UME en 1999 y Espa?a, habiendo avanzado notablemente en la convergencia, quedara excluida, el da?o inmediato ser¨ªa grave, pero se podr¨ªa negociar una entrada pr¨®xima. Disipadas definitivamente las dudas sobre la constituci¨®n de la uni¨®n monetaria, habr¨ªa un poderoso est¨ªmulo para mantener el proceso de aproximaci¨®n a Europa, superando un trastorno significativo, pero temporal.
E n caso de aplazamiento, el panorama es m¨¢s incierto. Si se cumplieran las condiciones antes se?aladas -especialmente el plazo pr¨®ximo y el planteamiento como pr¨®rroga para un cumplimiento m¨¢s amplio-, el resultado podr¨ªa ser relativamente benigno. Sin embargo, si no se concretaran esas condiciones, o si no fueran suficientes para apuntalar la confianza en la culminaci¨®n efectiva de la uni¨®n monetaria, ¨¦sta resulta la opci¨®n m¨¢s desfavorable, porque los efectos negativos ser¨ªan m¨¢s intensos y prolongados y pondr¨ªan en un peligro mucho mayor el mantenimiento del proceso de convergencia, crucial haya UME o no.
La resoluci¨®n de estas incertidumbres queda, en gran medida, fuera del control del Gobierno, pero existe una l¨ªnea de acci¨®n adecuada para' todas las eventualidades. Un programa de reformas estructurales y de saneamiento a medio plazo de las finanzas p¨²blicas mejora las perspectivas de Espa?a, tanto si est¨¢ dentro de la UME como si ¨¦sta se pospone o queda inicialmente excluida. Acelerar al m¨¢ximo el progreso en esta direcci¨®n constituye la mejor opci¨®n de pol¨ªtica econ¨®mica.
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