Tijuana
Ya hab¨ªa estado en Tijuana. Charlton Heston iba por la vida de polic¨ªa., mexicano, enfrentado a las acechanzas de un malvado sheriff interpretado por Orson Welles. Janet Leight, la mujer rubia y blanca amenazada por el falo claroscuro. Sed de mal es una de las mejores pel¨ªculas de Welles y estuvo a punto de Fijar para siempre el canon de ciudad mexicana de frontera, tan lejos de Dios como cerca de EE UU. Estoy en Tijuana, no en el enso?ado claroscuro de Welles, sino en el tecnicolor degradado por las constantes vitales e hist¨®ricas del Sur. Tijuana es trinchera m¨¢s que frontera, como Berl¨ªn fue trinchera m¨¢s que ciudad durante toda la guerra fr¨ªa.Enriquecida por toda clase de tr¨¢ficos legales e ilegales y por las industrias que los norteamericanos no pueden instalar en su territorio, pero- s¨ª all¨ª donde m¨¢s cornadas da el hambre que la contaminaci¨®n, Tijuana es algo m¨¢s que una calle comercial de frontera llena de turistas yanquis y de j¨®venes becarios espa?oles de San Diego fugitivos de la asepsia, del mal del Norte. Tijuana es hoy una ciudad con todas las posmodernidades a cuestas, como si estuviera haciendo m¨¦ritos para ser homologada junto a las ciudades del Norte metaf¨®rico. Pero en Tijuana los colores californianos se acent¨²an de mestizaje y de historia emplazada, frente a los colores de San Diego, los de la riqueza desnatada y el final de la historia. En todas las esquinas hay hombres y mujeres agazapados a la espera del asalto al Norte prometido y de la c¨¢mara de un Welles venidero. Ca¨ªdo el de Berl¨ªn, s¨®lo quedan los muros construidos por el capitalismo. Frontera de cementos y espinos, trinchera de la guerra entre riqueza y pobreza, coches patrulla, detectores de alta tecnolog¨ªa, helic¨®pteros, perros amaestrados, masters especialistas en bombas demogr¨¢ficas, Tijuana me asoma al siglo XXI.
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