"Perdi¨® la puerta grande"
Luis Mariscal perdi¨® la puerta grande. Entend¨¢monos: no es que la perdiera en un descuido (por ejemplo, que se la dejara olvidada en un taxi) sino que estuvo a su alcance salir por ella a hombros y, en consecuencia, alcanzar la m¨¢xima expresi¨®n de la gloria taurina. Una salida a hombros por la puerta grande -tambi¨¦n llamada puerta de Madrid- equivale a un cochazo de aqu¨ª te espero, un cortijo en Linares, un cheque en blanco.Estas cosas conviene aclararlas a los no iniciados -no todo el mundo es don Jos¨¦ Mar¨ªa de Coss¨ªo- y sobre todo a aquellos que van a la plaza, ven la disposici¨®n de los novilleros y se creen que ya tienen el cochazo, el cortijo en Linares, el cheque en blanco.
Puerto / Cham¨®n, Mariscal, Ruiz
Novillos de Puerto de San Lorenzo, discretos de presencia, flojos, pastue?os. Cham¨®n Ortega: estocada ca¨ªda,rueda de peones y descabello (aplausos y tambi¨¦n protestas cuando saluda); dos pinchazos perdiendo la muleta, tres sin perderla y estocada baja (algunas palmas). Luis Mariscal: estocada ladeada (oreja y dos vueltas al ruedo); dos pinchazos y estocada corta trasera (ovaci¨®n y salida al tercio). An¨ªbal Ruiz: media estocada tendida y rueda insistente de peones (aplausos y saludos); pinchazo, bajonazo y rueda de peones (palmas).Plaza de Las Ventas, 29 de mayo. 23? corrida de abono. Lleno.
Antiguamente era raro que los novilleros se presentaran pusil¨¢nimes y conformistas. Modernamente, sin embargo, es la t¨®nica, y por eso llam¨® la atenci¨®n que los tres salieran a por todas seg¨²n se suele decir. Sobre todo Luis Mariscal que multiplic¨® los alardes de valor, de rodillas sustanci¨® unos cuantos y adem¨¢s -hecho ins¨®lito- tir¨® de repertorio. Su primera faena destac¨® por la variedad de las suertes y la oportunidad de su ejecuci¨®n, siempre adecuadas a las condiciones del novillo que era -?c¨®mo podr¨ªamos decir para no errar?- santo.
Cort¨® una oreja en ese novillo Luis Mariscal y si llega a cortar otra en el quinto, sale por la puerta grande. Es de caj¨®n: una y una son dos. Y esas solas dos o dan franqu¨ªa para abrir la puerta grande. Luego...
... Luego si llega a cortar Luis Mariscal las dos orejas de su primer novillo, habr¨ªa tenido tambi¨¦n acceso a la puerta grande. He aqu¨ª el busilis. Porque las dos orejas las pidi¨® el personal con ruidosa insistencia. No es que fuera un¨¢nime la petici¨®n. Muchos aficionados opinaban que, con una, Luis Mariscal iba servido. Pues s¨ª, recibi¨® al novillo a porta gayola, sigui¨® por chicuelinas, en el platillo y de rodillas inici¨® su faena de muleta instrumentando un afarolado, un pase por alto, varios derechazos. Pero llegado el momento de ejecutar el toreo fundamental, el de parar, templar y mandar, se dilu¨ªan las brillantes expectativas.Luis Mariscal toreaba sin cruzamiento ni ajuste; sin templanza ni hondura. Uno reconoce que estos contrastes de los toreros le producen gran perplejidad. Con los compa?eros de Mariscal sucedi¨® algo parecido. Irrump¨ªan arrebatadores, echaban las rodillas a tierra, hac¨ªan desplantes, y a la hora de parar, templar y mandar, ni se cruzaban ni se ajustaban.Son actitudes que inducen a la meditaci¨®n. Y efectuados los correspondientes an¨¢lisis y comparaciones, con aporte de casu¨ªstica y c¨¢balas, no resulta descabellado aventurar que, a lo mejor, lo verdaderamente dif¨ªcil v peligroso en el toreo es parar, templar y mandar.
Cham¨®n Ortega, que estuvo estupendo con el capote en su primer novillo, les hizo a los de su lote esas faenas deshilvanadas y fuera cacho propias del toreo moderno. An¨ªbal Ruiz sufri¨® volteretas al ensayar sendas burjassotinas, y su toreo fragoroso y tremendista no tuvo resonancia ni con el bondadoso tercer novillo ni con el sexto, un serio y encastado ejemplar que le desbord¨®.
Por emplear alivios de pico y provocar ahogo de embestidas al quinto novillo, y luego no matarlo a la primera, Luis Mariscal perdi¨® la oreja que le faltaba para la puerta arande. Por torear al natural sin enmienda y juntas las zapatillas al anterior, y luego matarlo a la primera, gan¨® la oreja pero perdi¨® la puerta grande por no ser dos como ped¨ªa a gritos el p¨²blico.
Los taurinos en estos casos ya no hablan de p¨¦rdida sino de expolio. Y tienen acu?ada una frase lapidaria: "El presidente le rob¨® la puerta grande". Y se quedan tan convencidos. Casi ninguno acepta que los novillos eran santos, y que si el torero llega a hacerles el toreo con hondura y sentimiento, la puerta grande no es capaz de rob¨¢rsela ni el mism¨ªsimo Fantomas. Claro que los taurinos (a salvo algunos), ya se sabe: lejos de ellos la funesta man¨ªa de pensar
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