De Stashkov a Nin
Nadie hubiera podido suponer que Roman Stashkov estaba a punto de ingresar en la historia cuando en una tarde de noviembre de 1917 se dirig¨ªa a la estaci¨®n en San Petersburgo. Pero Le¨®n Trotski hab¨ªa pensado impresionar a los alemanes en la negociaci¨®n de Brest Litovski, incorporando a su delegaci¨®n a supuestos portavoces de todos los grupos sociales revolucionarios -obreros, soldados, marinos- para as¨ª subrayar la representatividad del gobierno sovi¨¦tico. De pronto alguien se dio cuenta de que faltaba un campesino. Y la barba y la vestimenta indicaban que Stashkov lo era. As¨ª que fue inmediatamente requisado en calidad de ministro plenipotenciario del campesinado en la mesa de paz. Por lo menos, durante unos d¨ªas bebi¨® y comi¨® hasta hartarse. Luego se pierde su rastro, seg¨²n nos cuenta Orlando Figes en su reciente cr¨®nica de la revoluci¨®n.El efecto Stashkov estaba destinado a tener numerosas reediciones en la historia del comunismo. Precisamente la ausencia de una legitimaci¨®n democr¨¢tica, unida a la pretensi¨®n de ser los conductores natos de la clase universal, har¨¢ que los partidos comunistas intenten una y otra vez aparecer en p¨²blico rodeados de personalidades y organizaciones carentes de todo apoy¨® social, pero que en su discurso cubren el d¨¦ficit de representatividad real del propio movimiento. Cuanto mayor es el grado de aislamiento que determina la estrategia comunista de clase contra clase a comienzos de los 30, m¨¢s intensa es la b¨²squeda de acompa?antes fantoche cuya ventaja es que son de usar y tirar seg¨²n las conveniencias de la propaganda. Entre nosotros, el frente antifascista de 19,33 ser¨ªa un buen ejemplo de esa recolecci¨®n de enanos en torno al PCE mientras se mantiene el tratamiento de socialfascistas hacia quienes pod¨ªan de verdad constituirse en aliados para aquel fin. Despu¨¦s de 1945, el falso pluralismo de las democracias populares tendr¨¢ tambi¨¦n por sustento un coro de partidos marionetas -socialdem¨®cratas, agrarios- que encubren la supresi¨®n de sus correspondientes reales. La tentaci¨®n de reproducir ese montaje alcanza hasta fecha reciente. Se encuentra en la Junta Democr¨¢tica de Carrillo, con sus carlistas, Garc¨ªa Trevijano o Calvo Serer, m¨¢scara del fracaso en una pol¨ªtica de concentraci¨®n amplia contra Franco. Y llega a la realidad actual de una Izquierda Unida en que supuestos representantes de la socialdemocracia, el republicanismo, la ecolog¨ªa e izquierda alternativa legitiman el predominio indiscutible del partido-vanguardia. La f¨®rmula tiene la virtud de facilitar el autoenga?o y de cargar el propio fracaso sobre la cohorte de enemigos del pueblo, interos y del exterior, por contraste con las estrategias de alianzas plurales que caracterizaron a las fases expansivas del comunismo, y del conjunto de la izquierda, en nuestro siglo. El viraje de los frentes populares en v¨ªsperas del 36 fue la primera prueba de lo que cab¨ªa esperar de una vocaci¨®n de convergencia, fundada en el pluralismo de corrientes y de bases sociales de la izquierda. M¨¢s tarde, la experiencia pol¨ªtica del comunismo italiano mostr¨® que el cambio real, la huida de la concepci¨®n estaliniana, exig¨ªa una renuncia al monolitismo interno, con el reconocimiento de facto de una pluralidad de corrientes que debat¨ªan de forma permanente, en un espectro que iba de Amendola a Ingrao, la estrategia pol¨ªtica del partido. Y la de la izquierda francesa hizo ver que actuar incluso por separado era posible si el impulso de fondo unitario se manten¨ªa de cara a los momentos decisivos.
Claro que todo esto es complicado y siempre resulta m¨¢s f¨¢cil acogerse al determinismo hist¨®rico que sirvi¨® anta?o para tapar fracaso tras fracaso, y en ocasiones crimen tras crimen. Adem¨¢s, en estos tiempos de nefasta recuperaci¨®n del reformismo, en Francia, Italia o el Reino Unido, siempre cabe volver al buen tiempo pasado de los l¨ªderes infalibles, las revoluciones pendientes, la caza del chivo expiatorio y la culpa cargada sobre los agentes de la burgues¨ªa. Nada mejor para una celebraci¨®n en regla del 60 aniversario de los grandes procesos de Mosc¨² y de la detenci¨®n y asesinato de Andr¨¦s Nin, en junio-julio de 1937, que tan bien emborron¨® la pol¨ªtica comunista durante la guerra civil. Unos cuantos ira?dores bien eliminados, y bien calumniados previamente, son la mejor garant¨ªa para este ingreso en el t¨²nel del tiempo, en un aut¨¦ntico viaje pol¨ªtico a ninguna parte.
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