La maestra de Manhattan y el sobrino de Joyce
El color de su vestido es malva, como su sombrero barroco, que parece un bid¨¦ de juguete, y su cara quiere ser como la que debi¨® tener Molly Bloom el 16 de junio de 1904, la fecha en la que ocurre el Bloomsday, cuando sucede el Ulises de James Joyce. Ella es una maestra de escuela de Manhattan y se ha vestido as¨ª para honrar a su hero¨ªna literaria, por la que desayuna ri?ones y por la que viaja casi todos los a?os desde Nueva York a Dubl¨ªn para asistir, durante toda una semana, a la reconstrucci¨®n, obsesiva y minuciosa, de aquella memorable jornada en la que el autor de Ulises marca una extra?a odisea contempor¨¢nea que a pesar de la dificultad metaf¨®rica de su lenguaje sigue cautivando a todo el mundo desde su publicaci¨®n en 1922. Gruesa y rotunda, pero tambi¨¦n dulce e ingenua, esa maestra de Manhattan a la que no deja caminar su vestido descomunal es una de las 200 personas que cantan, bailan, comen, beben y escuchan ya en la casa de Joyce la noche del 13 de junio, en las v¨ªsperas Bloomsday y unas horas antes de que el espa?ol Javier Mar¨ªas reciba en esta ciudad el Premio Impac.Impac y Bloomsday van ahora juntos, para unir tambi¨¦n a Joyce con los escritores modernos que en cierto modo han entrado en la historia por la puerta que abri¨®, rompiendo los moldes de la novela, como un Cervantes de este siglo, el autor del Retrato de un artista adolescente. De broma, a Mar¨ªas le dicen que en la foto que le han hecho para el poster que conmemora el premio se parece precisamente a lo que alude ese t¨ªtulo de Joyce, y unos y otros le buscan en esa fiesta joyciana en medio de disfraces de ¨¦poca que parecen llevarnos por el t¨²nel literario del tiempo, a los personajes del Dubl¨ªn de principios de siglo que luego retratar¨ªa para el cine, con humor y melancol¨ªa, el John Huston de Los muertos. El escritor espa?ol va vestido de esmoquin, y en medio de tanto disfraz parece el director del coro. El empresario espa?ol Adri¨¢n Piera, uno de los representantes venidos desde Espa?a, comentaba en el bar donde los joyce¨®logos de todo el mundo beb¨ªan (bastante) en memoria del creador de Ulises: "S¨®lo un tipo tan genial como Joyce es capaz de convertir la conmemoraci¨®n de un libro en una juerga tan sonora".
Canciones y jazz
Un chino canta, en medio de un coro de atildados m¨²sicos dublineses, las canciones de Molly Bloom y otras melod¨ªas de primavera, y la maestra de Manhattan baila jazz con un tipo adusto que se viste como uno de los cocheros funerarios del Ulises. No hizo falta que le pregunt¨¢ramos; el antiguo cochero se acerc¨® a nosotros y bambole¨¢ndose ligeramente al principio de una escalera del siglo XIX nos dijo: "Soy el sobrino de Joyce". A esa hora de la noche, mir¨¢ndolo un poco m¨¢s de cerca, llegamos a creer, adem¨¢s, que era el mismo James Joyce.
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